Santiago Wanderers será el equipo que deberá luchar, ante Unión La Calera, por su permanencia en la Primera División. Y se lo merece, por el pobre rendimiento exhibido durante buena parte del Transición y, particularmente, por lo sucedido ayer en La Cisterna, donde el cuadro de Nicolás Córdova mostró nula ambición, ante Palestino, para sacudirse del peligro que ahora enfrentará.
La cautela, no obstante, fue una marca evidente en el desarrollo de los primeros 45 minutos, aunque el pecado fue compartido. Tal vez el intenso calor contribuyó a que el juego fuera tan romo, porque los árabes tampoco parecían muy inquietos ante la perspectiva de mantener la igualdad; claro, con eso, independientemente de lo que sucediera en Curicó, les bastaba con no perder para eludir la amenaza del eventual descenso.
Por eso, el primer tiempo concluyó sin tiros a los arcos. Tanto, que la primera acción con algo parecido a un riesgo fue un centro del juvenil Ignacio Ayala que, en rigor, pasó a dos metros del arco de Gabriel Castellón.
Luego, a los 42' y 43' vendrían otras dos acciones que combatirían el bostezo total: la primera, una jugada bien armada por Adrián Cuadra y Jean Paul Pineda que concluyó con un zurdazo desviado del delantero. Luego, al minuto siguiente, Castellón cometió un error al tomar con las manos un pase de Manuel López, pero el tiro indirecto terminó con disparo elevadísimo de Eric Pino.
De esta manera, se fue un primer tiempo que ofreció emoción sólo por las consecuencias del empate, pero jamás por el mediocre nivel de su desarrollo, quizás una explicación del porqué ambos eran compañeros de angustia en el cierre del torneo.
El segundo tiempo tampoco ofreció mayores variaciones, aparte de los cambios en la alineación, porque el espectáculo -si nos atrevemos a llamarlo de ese modo- era de una pobreza absoluta, pues ambos se esforzaban el mínimo, sin realizar al menos un esfuerzo físico que demostrara algún grado de angustia por la suerte del club al que representan. De variantes tácticas o estratégicas, menos aún, apenas algunos centros sin destino o disparos desviados.
Sobre el cierre del encuentro hubo algo de eso, cuando Wanderers adelantó sus líneas y aparecieron sus volantes externos buscando a Pineda y Enzo Gutiérrez, pero siempre con nula eficacia. El intento de Córdova, quien hizo ingresar a Marco Medel y Francisco Piña para sumar jugadores frescos, con sentido ofensivo y de buena pegada, tampoco sirvió para cambiar la historia.
La desesperación de uno u otro tampoco asomaba, pese a que Curicó se ponía a salvo de todo riesgo con su victoria paralela ante O'Higgins.
El 0-0 significaba incluso un riesgo importantísimo para Palestino, pues bastaba un acierto aislado, un arranque de inspiración de un verde -quimérico a esas alturas-, para que fueran los árabes quienes caían a la temida Promoción.
A los porteños les faltó el apoyo de su hinchada, siempre de masiva presencia en situaciones de crisis. El límite establecido por la autoridad para los caturros, 150 entradas, impidió un mayor respaldo. Que eso haya sido factor, en todo caso, es una perspectiva demasiado benevolente.