No es una interrogante. Es una exclamación. Después de todo lo sucedido, cabe esta inquietud que engloba algo de pregunta y también molestia. Después de quedar eliminados de la próxima Copa del Mundo, quedando sextos, este grupo tiene nuevas responsabilidades y obligaciones. No sólo futbolísticas, también personales. Al interior del camarín y en la cancha.
El hincha y la crítica suelen ser injustos y aunque haya mucho que agradecer y reconocer a este grupo maravilloso de jugadores, siempre está la tendencia y la obligación de exigirles. Por condiciones y talento. Después del fracaso en las clasificatorias es momento de reinventarse y seguir buscando gloria. Por ello es imprescindible limpiar el camarín. Sacar todo lo que hizo ruido y estropeó la última parte del proceso. Hablar y arreglar. Conversar y olvidar. Perdonar si es necesario y ponerse de acuerdo como adultos que son. Después vendrá lo futbolístico, que es trascendental, pero imposible de solucionar si no hay paz en el vestuario.
El buen juego llegará por añadidura y consecuencia. Todo esto deberá hacerse con los que quieran. Si Claudio Bravo desea sumarse, es importante generar las instancias y que él haga un gesto. De lo contrario, habrá que agradecerle por tanto y seguir adelante. El capitán es importante, pero la Selección, más. Mucho más. Estocolmo es el punto de partida para una nueva etapa. Acorde al nuevo status de La Roja. La reinvención debe hacerce a la altura de un equipo que ha alcanzado dos copas América y que supo merecidamente estar entre los mejores equipos del mundo. No se les puede pedir menos. Ellos merecen ese nivel de exigencia. Aceptar lo mínimo y disculparlos por todo es faltarles el respeto a su condición de grandes.
Los nuevos liderazgos deben aparecer rápido y no es aceptable que surjan sólo para conseguir buenos premios o privilegios. Todo lo contrario. Para llegar a ser lo que fueron, es fundamental volver a la esencia, al trabajo arduo y permanente. Al esfuerzo y sacrificio.
Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Gary Medel son los llamados a llevar las banderas y tal como expresaron en las redes sociales, volver a ser familia. Es una obligación sacar lecciones de todo lo que ocurrió. Saber que los triunfos marean y atentan contra la humildad, piedra fundamental de cualquier proyecto o logro que se quiera buscar. La selección y los nuevos líderes deben inculcar que él éxito suele ser un impostor. Siempre.