Y de nuevo un esloveno en el centro del deporte, como sorprendente potencia. El apasionante desenlace del Tour de Francia, que definió en la contrarreloj de la penúltima etapa el sorprendente Tadej Pogacar, superando a su compatriota Primoz Roglic, hizo que el mundo posara otra vez los ojos sobre el pequeño país balcánico, de discreta tradición ciclista.
Antes, se creía que el único deporte en el que se podía brillar siendo esloveno era el esquí. De hecho, Roglic fue primero campeón mundial juvenil de salto por equipos, hasta que a los 21 años, ya bastante viejo para transformarse en un ciclista profesional, decidió pasarse de la nieve a la ruta, imponiendo con sus logros un nuevo status para ese deporte en su país. Y de ahí, Pogacar solo debió seguirlo y acelerar, para transformarse, también a los 21 años, en el campeón más joven de la era moderna del Tour.
Lo visto en la prueba ciclista ilustra cómo se entiende el deporte en la pequeña Eslovenia, que con solo dos millones de habitantes (101 por kilómetro cuadrado) ha conseguido tener a dos de sus hijos como protagonistas prácticamente desde que comenzó la carrera.
Pero Eslovenia de repente es potencia en todo. Luka Doncic, 21 años, también no se cansa de romper registros en la NBA y la selección de baloncesto, con quien fue campeón europeo en 2017. Es el Jordan blanco de la NBA. Y está Jan Oblak (27), siempre citado entre los mejores guardametas del mundo, cuatro temporadas consecutivas siendo el portero menos batido de la Liga española con el Atlético de Madrid, el de mejor puntuación del mundo en el puesto según el FIFA.
La lista es muy larga. En Liubliana aseguran ser la capital de país con más medallas olímpicas por habitante. Con su población, Eslovenia suma 40 metales en Juegos, pese a que su participación recién comenzó en 1992, tras la disolución de Yugoslavia.
“El deporte es un bien de interés común y el Estado garantiza sistemáticamente las condiciones para su desarrollo. Trabajamos para la población entera, independientemente de la situación social y económica del ciudadano. El deporte adquiere una gran importancia en sistema educativo”, aseguran desde el Ministerio del Deporte esloveno a El Mundo. Instalaciones de gran nivel, apoyo desde niños, búsqueda de talentos y buenos entrenadores son parte de las claves de la generación dorada de este país.
Por eso es que viven el deporte de otra forma. Desde la planificación al talento individual, además de la idiosincrasia de un país que atesora el espíritu competitivo de Yugoslavia, han llevado al país a otro nivel.
Antes, los eslovenos vibraron con la selecciones de vóleibol, dos veces subcampeona de Europa; de balonmano y de hockey sobre hielo; con Tina Maze, doble campeona olímpica de esquí; o Petra Majdic, esquiadora de fondo, que pasó a la historia por el bronce en los Juegos de 2010, en los que sufrió una lesión que le rompió dos costillas durante el entrenamiento, pero decidió competir igual, terminando con el tercer puesto y el pulmón perforado. De estas hazañas radica el ADN esloveno.
Están plagados de estrellas. Además de Doncic y Dragic en la NBA, en el balonmano cuentan con Bombac, considerado el mejor central del mundo. También destacan en los deportes extremos, donde los escaladores son su principal producto de exportación. Allí, Janja Garnbret, otra vez de solo 21 años, es la principal referente. Entre 2016 y 2019 ya suma siete medallas en mundiales, seis de oro, pasando en el Mundial pasado a ser la primera atleta en ganar todos los eventos de la especialidad.
Eslovenia no para de brillar. Pequeño pero ganador.