Pese a tener 30 años y ser considerado uno de los mejores luchadores grecorromanos del mundo, Yasmani Acosta recién hoy conocerá la adrenalina de vivir unos Juegos Panamericanos. El cubano nacionalizado chileno al fin podrá vestir en un megaevento el blanco, rojo y azul, paradójicamente los mismos colores de su natal Cuba.

De allá llegó hace seis años, cuando un Panamericano de Lucha lo trajo a Chile. Y fue su amistad con Andrés Ayub la que lo motivó a quedarse en el país. Opacado siempre por el multicampeón mundial, olímpico y panamericano Mijaín López, veía como cada vez eran menos los viajes que tenía representando a la isla, algo que repercutía en él y su familia. "Para el deportista cubano, competir afuera representa una ocasión de juntar dinero para la familia. Vendemos nuestros buzos, nuestra ropa, porque a la gente le llama la atención las cosas de Cuba. Yo era el sustento de mi hogar, con eso lo mantenía", recuerda.

Fue una decisión durísima. De la que incluso a años de tomarla no tenía claro si fue o no la correcta. Una noche, Ayub lo fue a recoger a un céntrico hotel de la capital, donde se estaba hospedando junto con su delegación. Lo esperaba en un auto, para luego dejarlo en un motel. Ahora, que lo recuerda, revive aquella tensión. "Me vieron mis compañeros y sabían lo que haría. Sentí mucha vergüenza, pero debía hacerlo. Lloré muchísimo, porque estar en Chile es algo fuerte para un cubano, es una cultura totalmente distinta. Por suerte, ahora ya soy uno más", rememora.

No sabía cocinar. Ni siquiera huevos revueltos. Al crecer toda su vida bajo el sistema de alto rendimiento cubano, sólo debía preocuparse de ser el mejor sobre el tapiz. "Y llegué a Chile a vivir todo eso, a estar lejos de mi familia, que no veo desde que llegué, pero que espero poder tenerla junto a mí esta navidad, porque a Cuba no podré entrar hasta ocho años de haberme ido".

Pese a todo, se siente agradecido de esta nueva oportunidad. "Chile me ha dado todo lo que tengo. A mi mujer, a mis amigos. No puedo sentir otra cosa que orgullo de representar la bandera chilena", dice, el además fanático de los asados chilenos.

Hoy, todas ese contexto volverá a revivirse; los esfuerzos, esos dos años donde no podía entrenar bien, donde tuvo que trabajar como guardia de seguridad por las noches para mantenerse y mantener a su familia en la rural Matanzas, al fin verá frutos.

Y esos fantasmas pueden revivir en la semifinales. El cuadro de competencias que enfrentará hoy, lo medirán con el todopoderoso López, que llega como un rockstar ante el renacido Acosta. "Tengo que derrotar a todos para ser campeón, ¿no?".