Yasmani Acosta (35 años) está en Europa preparando su participación en los Juegos Olímpicos de París. Una cita en la que estuvo a punto de inscribir su nombre en la historia grande de Chile, hace tres años, en Tokio, y que ahora espera con aires de revancha. “Quiero la medalla”, dice a La Tercera.
En ese dialogo también hay espacio para la versión más íntima del luchador cubano, que en 2015 dejó su isla para radicarse en el país. Habla de sus anhelos una vez que termine su carrera profesional y de las cosas que tiene que mejorar Chile si quiere ser una potencia deportiva. En ese sentido, el atleta auspiciado por Gatorade, hace hincapié en el rol que pueden tener los niños de bajos recursos.
Reflexiones profundas, en donde no evita uno de los temas más relevantes que vive Chile en los últimos años: la ola de migración y cómo eso también afecta al deporte. Ahí confiesa que se ilusiona con ser abanderado en la cita de los anillos, pero que no cree que todo el país esté preparado.
Muchas veces ha confesado que no puede entrenar en igualdad de condiciones con sus rivales, ¿sucedió lo mismo ahora?
Al final nunca voy a ir de igual a igual. Vine a Europa hace tres meses, pero mis rivales hace 11 meses. Igual yo estoy muy agradecido, porque de todas formas es bastante tiempo. Así que tengo que recuperar el tiempo perdido en Chile -por así decirlo-, pero ahora no pienso en eso, solo pienso en mejorar.
¿Qué diferencias hay entre el Yasmani Acosta de Tokio con el que estará en París?
Tengo mucha más experiencia, estoy más enfocado, aprendiendo más de los errores que pude haber cometido, de esos detalles. Intentando no dejar nada a decisión del árbitro, porque a nosotros, siendo de América, nos perjudican un poco más siempre. Estoy tratando de salir más agresivo, a buscar los puntos.
Solo piensa en ganar una medalla...
Mi diploma olímpico yo no lo recibí, no sé dónde está. No me siento ganador de un diploma olímpico, porque mi mentalidad no era ir por un cuarto lugar o ir a participar, yo iba por las medallas. Mi diploma no sé si está en el Comité Olímpico y no lo quiero tampoco. Yo iba por la medalla olímpica en Tokio y ahora estoy con la misma mentalidad. Es mi exigencia, mi meta y mi desafío propio.
¿Siente presión por aquello?
A mí siempre me ha gustado competir con presión. Siento que si estoy bajo presión, voy a dar el máximo. Sé que hay un compromiso que me va a estar empujando. Si no hay presión, como que me da igual. La presión me genera más enfoque, más garra, entonces me gusta. Creo que la presión es buena, si sabes manejarla.
¿Le genera ilusión ser el abanderado chileno en París 2024?
Me ilusiona mucho, pero yo siempre he tenido mis dudas. Muchos aman a los migrantes, pero con este hito que se ha destapado de migración también hay mucha xenofobia. Las personas son inteligentes y saben diferenciar al inmigrante bueno del malo, pero siento que todavía existe xenofobia. Hay personas que no lo dicen abiertamente, porque temen lo que vaya a decir el público. Yo quizás he tenido esa visión, quizás es correcta, quizás no, pero sí me gustaría ser abanderado, pero sé también que a ojos de otras personas soy un migrante. En un evento tan importante, que es un hito para Chile, ojalá piensen cómo debería ser.
¿Cree tener los méritos?
Suena feo que hable yo de mí, pero siendo uno de los mayores participantes, siendo una de las posibles medallas o la mejor actuación de los Juegos Olímpicos anteriores, creo que debería estar en la lista de los candidatos. Sé que es difícil que elijan a un inmigrante, pero ojalá estar errado.
Sería un mensaje potente...
Si no termino siendo yo, pero es cualquier otro inmigrante sería bueno, porque al final estás dando un impulso, lo estás haciendo visible. Las grandes potencias tienen muchos migrantes. ¿Tú me vas a decir que Francia ganó un Mundial solo con franceses? ¿Tú me vas a decir que los americanos no nacionalizan jamaicanos? Si lo hacen las grandes potencias, nosotros que estamos en pañales, ¿por qué no lo vamos a hacer? Tienes que abrirte a ello, decir “¿tú eras haitiano? Ya no importa, ahora eres chileno, vas a competir por Chile y te amo como cualquiera”. Creo que sería bonito, porque son personas que van a aportar.
¿Ese es parte de su legado?
Yo no quiero aportar solo en cuanto a mi resultado deportivo, sino poder dejar un legado y hacer crecer el deporte. Creo que todavía estamos en pañales en cuanto al apoyo en la etapa inicial. No hay apoyo, se apoya una vez que tienes resultados. No puedes recoger sin sembrar.
¿Quiere ayudar a las nuevas generaciones de luchadores después del retiro?
No solamente a la lucha. Yo vivo en la residencia deportiva del CAR y cuando les pregunto a los niños a qué edad empezaron a hacer deporte, me dicen a los 15 años. Eso es tarde. En otros países ahí ya llevan cinco años de competencia. Creo que debería haber una especie de internado deportivo o un colegio deportivo, que es algo que todavía no existe en Chile.
¿En Cuba existe algo así?
Sí, pero igual obviamente tienes que modificar muchas cosas. Son países diferentes, pero en Cuba el detalle está en los niños. La magia de todo el deporte va en los niños, en la etapa de formación, que es donde Chile está fallando ahora. En Chile salen buenos atletas, pero es de casualidad, no hay una formación. En Cuba existe un internado deportivo, donde el chico estudia, entrena y se educa. Habla correctamente, se comporta correctamente. Tu entrenador pasa a ser como un padre, porque el niño está de lunes a viernes ahí. Hay psicólogos, un grupo de profesionales que lo va a cuidar la semana entera. Entonces, ese niño se forma de la mejor manera posible, va a aprender a competir con sus compañeros, pero también a acompañarlos. Es una escuela de vida, te prepara, te enseña a ser independiente. Me gustaría poder llevar eso a Chile y a niños con bajos de recursos, que es donde más estamos fallando. Esos niños son invisibles a los ojos de la sociedad, pero a mí sí me interesan.