Son las cuatro de la tarde en las flamantes instalaciones de la Villa Suramericana y la silueta de Yasmani Acosta Fernández (Agramonte, Cuba, 16 de julio de 1988) intimida incluso de la distancia. Ataviado con el buzo del Team Chile, el luchador grecorromano camina con paso despreocupado y sereno entre los grupos de deportistas. Desde lejos, lo que más impresiona es su corpulencia, pero en las distancias cortas resulta más sorprendente aún su apabullante determinación. De sus metas -a corto y a largo plazo-, de la única medalla que acepta como buena en la categoría de hasta 130 kilos, y de sus dos patrias, reflexiona en esta conversación el luchador, nacionalizado chileno por gracia en 2017 y la gran carta dorada en la jornada de hoy.

¿Con qué sensaciones llega a estos Odesur?

Ante todo, motivado; es mi primera vez en unos Juegos. Y también, de mucho frío aquí. Pero preparado para conseguir la medalla de oro aunque no esté al 100%.

¿Por qué no lo está?

Porque es difícil encontrar una pareja de entrenamiento que te exija al 100%. Eso es lo que más me afecta en este momento. Pero no es impedimento para la medalla.

Llegó a Cochabamba el domingo. ¿Realizó algún plan de aclimatación a la altura?

Sí, la Federación tomó la decisión de mandarnos 21 días a México y estuvimos entrenando a una altura similar a la de aquí.

¿Quiénes diría que son sus principales rivales?

Aquí en Sudamérica los que más pueden pararse conmigo y luchar son Venezuela, y quizás Argentina, pero creo que el único rival que tengo es mi peso.

¿Y cómo lo lleva?

Bien, me estoy cuidando mucho y estoy 700 gramos arriba de lo que tengo que marcar.

No tiene rival, entonces, más allá del peso...

No quiero confiarme porque siempre puede haber una persona que puede querer ganarte y siempre hay que mantener ese respeto, pero no hay ningún luchador con mis resultados.

¿El hecho de su nacionalización por gracia es una presión añadida?

Es una presión interna, porque quiero darle el oro a Chile, y tiene que ser sí o sí.

Hábleme de sus últimos resultados.

No estoy muy contento con el Panamericano de Lima, que saqué bronce, perdí contra Cuba, nunca estuve al 100%. La pelea más potente que tuve fue en el Mundial. Y desde entonces tuve un Sudamericano que gané con facilidad, ni siquiera me esforcé mucho. Y eso me afecta a la hora de competir a niveles más altos, en los que tengo que estar al 100%. Pero ahora eso no me afecta porque sé que puedo ganar esta competencia a un 70% de mi capacidad. En América el único país que puede ofrecerme rivalidad es Cuba.

De Cuba vino uno de los oros de Chile, el de Arley.

Vi su competencia. Fue muy buena. Yo sabía que Arley, obvio, iba a sacar el oro, pero me alegré porque sé por lo que pasó, todo el sacrificio. Tener que dejar a la familia en Cuba es duro. Sé que ha pasado mucho y qué bueno que ahora todos los resultados se estén dando.

¿Una historia similar a la suya?

Sí, claro. Porque lo he vivido, sé lo que se siente. Y al verlo reflejado en otro, digo: "Coño, no estoy solo; hay otros pasando lo que yo".

¿Su familia sigue en Cuba?

Mi familia sigue allá. Quiero traérmelos a Chile a vivir, pero antes quiero tener estabilidad para poder ofrecérsela a ellos.

La meta de o ros que se marcó Chile se va a superar.

He estado al tanto del medallero. Brasil y Colombia están ya muy inalcanzables, pero podemos mejorar el quinto lugar en Santiago.

¿Sus metas a futuro?

El mayor logro que puede tener un atleta es ser campeón olímpico. Si eres campeón olímpico, eres el mejor. Y ese es mi sueño. Y si logro entrenar con personas que me exijan mi 100% creo que voy a llegar bien a los Juegos. Y ahí va estar una medalla.