El 10 de mayo, Fernando Zampedri se encaminaba hacia el vestuario de Universidad Católica en San Carlos de Apoquindo. No iba conforme el delantero argentino, quien en su primera campaña con el equipo de la franja ya se había ganado con creces un cupo en el equipo estudiantil. Había convertido 20 goles en 32 duelos, una cifra que le había permitido consagrarse como el goleador del torneo. En esa condición, el atacante formado en Rosario Central se pensaba inamovible, pero Gustavo Poyet, quien entonces dirigía a los cruzados, había optado por dejarlo en la banca en el encuentro frente a Unión La Calera. El trasandino aceptó la decisión a regañadientes. Y, aunque ingresó en los últimos minutos del choque, en reemplazo de Diego Valencia, quien había anotado dos tantos, en el trayecto hacia el vestuario exteriorizó su decepción.
“Déjame ir, estoy re’ caliente”, se le escuchó decir al ex atacante canalla cuando el charrúa se le acercó. “Ándate a tu casa. Dale. Chao”, le respondió el estratega, quien ya por esos días empezaba a ser cuestionado por los fanáticos cruzados, quienes no se sentían interpretados por el estilo que intentaba imponer en los estudiantiles. Les habían ilusionado con una propuesta mucho más vertical, en función del origen europeo de la carrera del entrenador, pero la UC era más bien un equipo lento y predecible.
Tres meses pasaron entre ese tenso diálogo y la salida del entrenador, quien había reemplazado a Ariel Holan, el estratega que había confiado en Zampedri para que se trasformara en la referencia ofensiva estudiantil. En Argentina, el Toro había tenido una errática trayectoria, forjada principalmente en equipos del Ascenso, aunque con el salto al equipo de Arroyito como el principal hito. Con el uruguayo en la banca, el transandino marcó nueve tantos en el torneo local, a los que agregó otros dos en la Copa Libertadores y uno más en la Copa Chile.
La partida de Poyet, y principalmente la asunción de Cristian Paulucci, terminó transformándose en el impulso para que el Toro mostrara su mejor versión. De hecho, cuando parecía que Colo Colo se encaminaba decididamente a la obtención de la corona, muchas veces fue el centrodelantero quien se las ingenió para mantener la esperanza. Los 14 goles desde que se produjo el cambio de mando en San Carlos de Apoquindo demuestran la importancia que adquirió de la mano del Pelado Termo, un técnico mucho más cercano con sus dirigidos, cuyo estilo generó inmediato respaldo en el plantel estudiantil, y que dejó atrás una gestión como la del uruguayo en la que incluso se produjeron roces entre los jugadores y el staff que lo apoyaba en sus funciones.
Histórico
Zampedri se echó sobre la espalda la responsabilidad de traducir en goles el despertar estudiantil en la segunda rueda. Y, probablemente sin proponérselo, una parte de la historia que los cruzados aspiraban a escribir y en algún momento habían perdido la esperanza de conseguirlo. Su productividad lo convierte, por ejemplo, en el primer jugador de la UC que se transforma en el máximo goleador en dos torneos largos consecutivos y, además, lo pone a tiro de alcanzar la proeza de Rubén Martínez, trigoleador entre 1989 y 1991, en un torneo con Cobresal y en los dos siguientes con Colo Colo.
Con números en la mano y con el respaldo que le da su destacado rol en la historia del equipo de Las Condes, Osvaldo Hurtado no vacila en ungirlo como un delantero histórico. “Voy a hablar de la historia reciente, porque es la que más conozco y porque no quiero faltarle el respeto a la anterior. Y ahí, sin dudas, Zampedri ya está, como Almada, el Beto Acosta o yo. Católica se demoró mucho en tener un goleador de Primera. Yo fui el primero y la gracia es que todos mis goles fueron de jugada. Sí, Zampedri está en ese lote”, enfatiza.
Luego, entra en un análisis más técnico. “Es fuerte, encarador, trabaja harto en el partido, no solo espera el rebote. Siempre está en la búsqueda. Ha aparecido en los momentos clave y eso le da tranquilidad al equipo, porque sabe que en cualquier momento la puede embocar. Me gusta su capacidad goleadora, tiene remate sorpresivo y su potencia. Se ubica en el segundo palo para cabecear. Su sentido de ubicación es buenísimo, más cuando está en el área. Se mueve para que le llegue la pelota. Eso es parte del conocimiento con sus compañeros, que le sacan partido”, desmenuza Arica.
El exdelantero, campeón en 1984 y 1987 con los de la franja, resalta también la personalidad del entrerriano. “Tiene liderazgo. Lo vi en ese arranque cuando estaba con Poyet, pero lo principal es que transmite mucho con su forma de jugar. Va a todas, pelea. Le pegan y pega. Por así decirlo, en algo que es muy propio de la posición, se lleva todos ‘los premiados’, pero sigue insistiendo. Y contagia. No necesita gritar mucho dentro de la cancha para que sus compañeros lo sigan. Con su forma de jugar genera ese respaldo. Es fuerte, tiene buen cabezazo, buen remate y tira chilenas. Como cruzado, lo único que puedo esperar es que se quede por un buen rato más”, puntualiza.