Claro que no da lo mismo es el título de la última canción que lanzó Alberto Plaza. Una crítica a las letras hipersexualizadas de cierta música urbana, donde al ritmo del reggaetón le asegura a su hija menor que "no necesita Gasolina" ni "ser feliz entre cuatro". Claro que no da lo mismo es también el nombre de su primer libro, y el resultado de su diagnóstico de la sociedad chilena. Uno no muy alentador. Porque para el músico de 56 años, uno de los cantautores nacionales más exitosos de las últimas décadas, los tiempos que corren son de degradación, un concepto que repite en diversos pasajes de su debut editorial y en esta entrevista, la primera que concede antes del lanzamiento de este jueves 22.

"Quería poner mi mirada en temas un poco más álgidos o controversiales. Y lo hago con valentía y sin ningún temor, porque cuando uno ve que algo puede ser mejorado tiene que hacer algo al respecto", asegura Plaza, quien en el último año, desde que comenzó a enviar una serie de cartas a la prensa nacional desde Estados Unidos -donde vive hace más de una década-, ha hecho más noticia por sus opiniones que por su música, con críticas a destinatarios múltiples que no se ajustan a lo políticamente correcto ni a la imagen del trovador humanista y conciliador que cultivó desde los años 80.

En ese sentido, el autor de Que cante la vida defiende el derecho a la libre expresión y a cambiar de mirada. "Pienso muy diferente a cuando tenía 20 años y no tengo problema en decirlo [...] ahora me rebelo ante otras cosas", aclara en el libro al momento de explicar una metamorfosis ("una evolución", asegura él) en la que mucho tiene que ver su descubrimiento de la Cienciología y su admiración por la sociedad estadounidense, que en diversos pasajes toma como modelo a seguir para un Chile que sigue desde la distancia pero con atención hace 16 años.

"Lo que busco es instalar un debate, una reflexión, que pueda ser serenamente analizada o rebatida", dice el cantautor, que en casi 200 páginas repasa su propia biografía para exponer puntos de vista sobre temas tan diversos como el fútbol, los impuestos y el sistema educacional chileno. Y así como se encuentran sabrosas anécdotas de su carrera, como su velada con Diego Maradona en Cali (quien hizo de su canción Amigo su himno personal durante su rehabilitación en Cuba) o el arpegio de Milagro de abril que el prestigioso guitarrista Tim Pierce no fue capaz de interpretar, también dispara contra lo que considera el feminismo extremo, la "policía de la conciencia" de las redes sociales y el mal uso del lenguaje entre los relatores deportivos y ciertos artistas pop, entre otros.

En el relato, además, el músico da detalles iluminadores de su vida y de ciertas decisiones artísticas que explican el camino que ha elegido seguir. Entre ellos, una depresión que lo afectó en el apogeo de su carrera y que lo llevó al "error" de recurrir a la psiquiatría -otro blanco de sus dardos en el libro-, como también su decisión de rechazar un contrato millonario como compositor para Emilio Estefan en Miami en pos de continuar su trabajo como solista. "La música popular está experimentando una involución, está volviendo a sus formas más primitivas. Yo estoy viendo al gordo baboso de la compañía discográfica diciéndole al artista que tiene que hacer una canción con más sexo, porque eso le gusta a la gente", ejemplifica.

¿No le preocupa que las opiniones que expresa en este libro puedan terminar afectando su carrera musical?

Yo sé que mis pensamientos no son muy populares en algunos círculos, pero en otros sí. Estoy plenamente consciente que decir estas cosas va a tener un impacto en mí y estoy preparado para eso, porque no engancho con quienes me atacan sin argumentos. Pero no estoy dispuesto a quedarme callado sólo por los termocéfalos que no permiten que los otros hablen.

¿Quiénes cree que son los que pueden tener ese tipo de reacción?

Los que perciben que yo soy de extrema derecha. Gente que quizás pensaba que yo era de extrema izquierda y que eso distraiga su atención. Pero ese pensamiento proviene sólo de un lado, porque nadie se cuestiona o se extraña que haya artistas de izquierda que participen en marchas, que sean diputados incluso. Nadie se espanta, no debería ser un impedimento.

¿Se definiría como una persona de derecha? ¿Dónde se sitúa políticamente hoy?

Lo que pasa es que no tengo intención de situarme en algún punto en particular sólo porque la gente necesite verme ahí. Simplemente tengo pensamientos críticos respecto a la izquierda y a la derecha, repruebo los crímenes que se puedan cometer en cualquier dictadura. Yo me siento una persona de centro, capaz de mirar con serenidad y equilibrio hacia los dos lados.