"Yo no tengo chistes, así que ni lo esperen". Sonaba a una provocación, y a una de esas frases que condenan al ostracismo a los humoristas en el histórico reducto difícil que ha sido el Festival de Viña. Y lo decía Alejandra Azcárate, una figura inmensamente popular en Colombia, pero que en Chile era prácticamente una desconocida que se subía a la Quinta Vergara en teoría a hacer humor.

Pero lo que vino en la siguiente hora fue una clase de técnica y precisión. Aunque estaba nerviosa -y se largaría a llorar al recibir las Gaviotas de Plata y de Oro-, Azcárate no se detuvo en ningún minuto y no dio espacio a las pifias. Claro: la ayudó un público de Viña que le dio espacio para partir en unos minutos iniciales en que no se entendía muy bien la lógica de la rutina. Pero con dicción impecable, un extraordinario uso del lenguaje y una gestualidad que fue creciendo a medida que ganaba confianza, la comediante borró las críticas por la timidez inicial y logró una sólida presentación.

En una noche colombiana que había comenzado con el triunfo de Carlos Vives, Azcárate logró convertirse en una de las gratas sorpresas del Festival, ratificando además que al humor de ese país le va bien en el Festival, tras el triunfo el año pasado de Carlos "Mono" Sánchez en el mismo escenario.

Y tras llevarse el doble galardón -al igual que todos los artistas de esta edición, excepto Jenny Cavallo, que sólo se quedó con la Gaviota de Plata-, Azcárate transfirió a Sergio Freire la responsabilidad de cerrar el domingo un segundo año en que los humoristas salgan airosos del Festival de Viña del Mar.