"¡Álvaro Henríquez! Gloria nacional y global". Hasta antes que el vocalista de Café Tacvba, Rubén Albarrán, pronunciara esas palabras, los fanáticos que llegaron la noche del domingo al Gran Arena Monticello no parecían convencerse que el tipo al que tenían en frente era realmente el líder de Los Tres. El mismo que a comienzos de este año, en su último concierto junto al grupo penquista, en Calle Larga, debió actuar sentado, visiblemente deteriorado por los síntomas de un daño hepático que en los meses siguientes empeoraría hasta llegar a "condiciones extremadamente graves", según detalló su equipo médico. Y que en mayo pasado ingresó a la Clínica Las Condes para someterse a un trasplante de hígado, al que llegó como prioridad nacional.

Desde entonces, Henríquez se mantuvo alejado de la luz pública y en estricto proceso de recuperación, solo interrumpido por una entrevista radial en la que comentó que le "picaban los dedos por tocar". Una meta que el músico y su equipo fijaron para septiembre, con la idea de que se sume al show de Los Tres en la Yein Fonda "en la medida de sus posibilidades", de acuerdo a lo aclarado por su entorno, y con la autorización de los especialistas que lo tratan.

De ahí la sorpresa de quienes asistieron al concierto del domingo, que en medio de la incredulidad y el cuchicheo generalizado levantaron de inmediato sus celulares ante la aparición de Henríquez, mientras los protagonistas de la noche interpretaban Déjate caer, el clásico de Los Tres que hace años incorporaron a su propia discografía y a su repertorio habitual en los escenarios chilenos. La misma que tocaron un día antes, en su recital en Concepción, con Roberto "Titae" Lindl, bajista de la banda penquista, como invitado estelar.

Quienes estuvieron en el backstage del Gran Arena Monticello cuentan que lo que terminó siendo una postal histórica fue en realidad algo espontáneo, fuera de todo libreto y motivado por la amistad de años entre el cantautor local y sus colegas mexicanos. Enterados del complejo año que vivió Henríquez y con el fin de ponerse al día, iniciaron los contactos para reunirse en algún momento con el músico durante su paso por Chile, por lo que la producción del evento hizo las gestiones para que éste los fuera a ver a los camarines y se quedara luego viendo el concierto.

Así, pasadas las 20.30, el autor de La espada y la pared llegó al casino de San Francisco de Mostazal acompañado de su manager e ingresó por una entrada preferencial a los camarines del arena. Allí se reunió con Albarrán y los otros tres integrantes del conjunto, con los que en algún momento pactó que esa noche sería la escogida para su reaparición, por lo que incluso habría pedido que le fueran a buscar su guitarra roja regalona, la que no traía cuando llegó al recinto. De ahí, una sola "pasada" de Déjate caer entre todos fue suficiente ensayo antes del show.

Menos de dos horas después, y cuando los mexicanos ya llevaban 60 minutos en escena, un breve silencio y la aparición de un asistente técnico -que instaló un micrófono de pedestal detrás del bajista Enrique Rangel- dieron las primeras señales de lo que sería la introducción al invitado de honor, que había estado viendo el recital desde un costado del escenario. Visiblemente más delgado y dando muestras de que sus problemas de salud no afectaron su voz, el músico apareció tocando su guitarra para cantar la segunda estrofa de Déjate caer.

"Mira el cielo ceder / y a la tierra después / vuelve a creer / la sangre es amarilla, déjate caer", entonó Henríquez ante los gritos de la gente, para luego salir del escenario entre una ovación y sin emitir comentarios, abandonando de inmediato el casino. Una reaparición breve y sorpresiva que, tal como la letra de su canción, insta a los seguidores de Los Tres a volver a creer.