Dos fotos. Una de marzo de 2015 y otra de casi un año antes, mayo de 2014. Sólo eso es lo que hoy se encuentra en el Instagram de Ana Tijoux (41), sin actualización alguna en torno a una de las agendas más activas e inquietas de la música local. "Borré todas mis fotos de Instagram. Estoy en esa lucha interna. Me chateé de verme, dije 'qué agotadora esa niña'".
¿Qué fue lo que más le aburrió?
No me acuerdo, pero creo que la necesidad de vaciar un poco. No es nada muy rebelde, un día dije "ya, chao". También quería ver qué pasaba si salía de ahí. Y también el tiempo es muy restringido, me cuestionaba si a la hora de que me saliera de las redes en verdad iba a tener más tiempo para mí. Y no, para nada. Uno está atrapado, tengo mis propias contradicciones, también pongo una foto y busco el filtro. A veces paso mucho tiempo mirando la vida y la historia de gente que no me importa, eso es lo peor. Es una adicción, de seguro las redes sociales están creando nuevas patologías en la raza humana.
La relación entre Tijoux y las redes digitales es puro tira y afloja: aunque usa Twitter, hoy su gran tema es cómo sobrevivir en una plataforma subordinada a la inmediatez, la exposición y las opiniones lapidarias.
"Leo poco lo que dicen de mí, pero sí leí cuando hice un video con mi hija sobre la ley de aborto y las tres causales, y los comentarios eran impresionantes, por lo bajo era que tenía que dar mi hija en adopción, que cerrara las piernas. Pero me dio risa, me sentí como en la Edad Media, en la plaza pública. He pensado caleta en dejar Twitter. Todo está hecho para no pensar, para alienar. Supuestamente estamos en una era donde hay más acceso a educarse, pero nunca ha habido canciones pop tan misóginas como ahora. Estamos en un retroceso, en un 2018 que hablas de modernidad, pero ser negro todavía es tema. ¿Cuánto hemos avanzado como sociedad? Todavía hay barcos de inmigrantes que se ahogan porque hay gente de quinta categoría. Es un racismo intrínseco. ¿En qué se diferencia de la era de la esclavitud?".
En su discurso, parte de esa reflexión la vincula a la masiva llegada de inmigrantes al país: "Esta ola de gente que llega han realzado lo más lindo y lo más feo de Chile. Hay chilenos muy solidarios, pero también está lo retrógrado, el miedo al otro, que es el mismo racismo de otras partes del mundo".
¿Le sigue gustando vivir acá? ¿Nunca pensó en radicarse fuera?
Me dan ganas de irme afuera un rato, no lo había pensado, pero ahora me están dando ganas. Pero un año, dos años. Me dan ganas de mirar un poquito al otro lado de la Cordillera. Pero no me he pegado el salto, porque están mis papás acá, mi gente. Con todas las contradicciones de este Chile, hay un montón de cosas que amo profundamente.
Y es posible que ese amor se fortalezca en 2019, cuando La Cumbre, el evento de música chilena más masivo del país y que se hará el 12 de enero en el Club Hípico, le entregue el premio Ícono del Rock, tal como ya lo hizo con Jorge González, Álvaro Henríquez y Los Jaivas. "Estoy muy agradecida, fue inesperado. Creo que todos estamos a la altura, todos los músicos y colegas. Es un gran honor".
El cartel de La Cumbre será paritario. ¿Le parece que otros festivales deberían hacer lo mismo?
¡Qué bueno, por fin! Me parece muy sano, porque hay muchas colegas que merecen mostrar su trabajo. Sería muy bello que llegara el minuto en que algo así se normalizara, en que no fuera tema ni fuera llamativo.
¿Cómo ve el trato a las mujeres en los grandes festivales chilenos?
Hay de todo, sería muy mentiroso de mi parte hacerte una caricatura. Te encuentras siempre con productores machistas y con otros bacanes. No te voy a mentir, si igual hay un machismo intrínseco y general en la vida y en la música. Si uno (en estos festivales) se pone a exigir cosas, uno es la complicada; hay un prejuicio, si una es mina y pone una condición clara, si sabe lo que quiere, es como: "Ay, es complicado trabajar con esta loca". Alguna gente sigue funcionando con las definiciones de 'la histérica', 'la bruja', la no sé cuánto. Pero hay de todo.
A propósito de festivales, ¿la han invitado alguna vez a Viña?
Hace muchos años me invitaron y estaba en conversaciones, pero me ofrecieron algo nada que ver. Me habían ofrecido para la apertura y era como disfrazarme arriba del escenario. Todos los festivales son importantes, mientras no me pidan hacer cosas que no soy. Yo encantada voy. Pero no me hagan hacer esa cosa de la alfombra roja, estaría muy incómoda (se ríe). Yo quiero ir a tocar ahí. Si me invitan para ser yo y no ser otra persona, yo feliz.
Es casi imposible profetizar una fecha para el debut de Tijoux en la Quinta Vergara. Pero ella misma establece plazos para algo mucho más concreto: su nuevo álbum, el sucesor de Vengo (2014), con salida estimada para mayo. Y también fija definiciones: serán canciones inclinadas hacia los sintetizadores. "Lo que más quiero es que salga en mayo, espero cumplir con mi autodictadura (se ríe). Es un álbum súper honesto con lo que me está pasando, quizás todo lo que hemos hablado. Viene con hartos sintetizadores, aunque odio la palabra electrónica, porque es tan amplia. Pero es un poco cómo me siento en este minuto y cómo me siento musicalmente. Nunca he hecho un disco parecido al otro".
¿Y qué momentos de su vida reflejarían los sintetizadores?
Qué buena pregunta. Llamo a mi psicólogo y te cuento (se ríe). Creo que es el disco más estético que he hecho, lo encuentro muy interesante en términos incluso políticos. Me cuesta definir cómo se traspasa eso a la música, pero lo veo como un álbum muy elegante, actual, más moderno, pero con cuestionamientos y contradicciones. Y mis propias contradicciones. Hoy me estoy cuestionando muchas cosas conmigo, por lo que el disco está bien hacia adentro.