Nadie advirtió mucho su presencia. El pasado domingo, alrededor de las 18 horas, Liam Gallagher (45) llegó al sector de backstage del Parque O'Higgins en completo silencio, casi con el propósito de pasar inadvertido en las horas previas a su debut en Lollapalooza Chile. Todo un desafío para el integrante de uno de los grupos que transformó la sobreexposición en su mejor negocio y en contrapunto con algunos de sus colegas que se paseaban a esa misma hora tras bambalinas, siempre dispuestos a conversar un par de palabras o a mirar parte de los shows que agitaban el evento capitalino.
En el caso del británico, la razón era elocuente. Desde su presentación de principios de mes en París, el artista enfrenta una infección al pecho que ha afectado notoriamente su garganta, según el mismo ha reconocido en redes sociales. De hecho, en Buenos Aires, en la escala previa a Santiago, ya había dado muestras de una voz aún en rodaje, lo que lo obligó a pedir disculpas al público de ese país por la forma en que cantó.
O sea, Gallagher ya venía dañado. Fueron los antecedentes que precipitaron unos de los episodios más bochornosos e inesperados en el historial del festival en Santiago: tras saltar a escena, sólo interpretó cuatro de las trece canciones estipuladas en el listado de canciones que le entregó a la producción local. Luego de bajarse del escenario, y ante la silbatina generalizada, el cantante también volvió a ocupar su twitter para explicar el traspié, esta vez en voz de sus representantes: "A Liam le diagnosticaron una infección en los senos paranasales, las orejas y la nariz después de un espectáculo en Europa hace unas semanas, lo que le provocó una infección en el pecho", informa el comunicado, agregando que la abortada presentación se podría reprogramar en un tiempo cercano.
Al hotel
Mientras en el parque la audiencia seguía pidiendo su regreso al escenario -y también coreando el nombre de su hermano Noel como pequeña venganza-, el músico y su staff le informaban a Lotus, los productores locales, los motivos de su determinación. El detalle es clave: casi la mayoría de los contratos entre una productora y una artista poseen una cláusula que establece que si el show es cancelado por la enfermedad de su protagonista, igual se le debe pagar la totalidad de la tarifa acordada. O sea, se toma como una suerte de "imprevisto" y se lo exime de cualquier responsabilidad, tal como se puntualiza en caso que una presentación se vea suspendida por un factor climático, un terremoto o alguna reacción de descontrol de parte del público.
Distinto hubiese sido si Gallagher hubiera suspendido su performance por algún berrinche personal. Ahí habría estado obligado a indemnizar a quienes lo contrataron. No hay cifras concretas en torno al monto que Lollapalooza desembolsó por la voz de Wonderwall, pero algunas estimaciones de la industria lo sitúan entre US$200 mil a US$400 mil.
Después de hablar con los promotores nacionales, partió raudo hacia el hotel Ritz Carlton de Las Condes, donde estuvo recluido este lunes durante gran parte del día.
Aunque el inglés llegó enfermo desde la capital argentina, no hubo tiempo ni atención para advertir su delicado estado de salud. Los personeros de Lotus estaban demasiado ocupados con la reprogramación de horarios y escenarios que debió enfrentar la cita tras los problemas de vuelos que provocó una tormenta en Buenos Aires durante el fin de semana.
El miércoles, el menor de los Gallagher tiene otro desafío de fuste cuando se presente en Sao Paulo, en otro capítulo de su accidentado y comentado recorrido por el sur del planeta.