Me llaman para que escriba sobre Daniela, me cuentan que es una de las mujeres que ha resultado más votada por su impacto e importancia en nuestra cultura. Me preguntan si creo que tiene que ver con que los tiempos han cambiado, con el talento de Daniela en particular y si es que me pone feliz. Rememoro en un instante la explosión de felicidad del día que ganaron el Óscar, la emoción de la visita a La Moneda, donde tuve el honor de acompañarlos. Recuerdo la claridad y verdad de Daniela, una mujer muy joven, al hablar con el país esa noche. Rememoro cómo ha conquistado al público de Chile y el mundo en varios escenarios y en los conversatorios después de cada función de su película. La he visto una y otra vez: cómo la aplauden, cómo la admiran, cómo Daniela hilvana ideas precisas, agudas, inteligentes y amorosas. Daniela rutilante, Daniela fantástica, Daniela que ha logrado conquistar a todo un país, Chile, uno de los más conservadores del mundo.

Un poco de contexto: nuestro país fue uno de los últimos del mundo en tener ley de divorcio, uno de los últimos en acceder a una mínima ley de aborto y ahora, a la fuerza, gracias a Daniela y Una mujer fantástica, una ley de identidad de género.

Otros datos: más del 90% de las historias que vemos en la pantalla de cine y de televisión son escritas, dirigidas y protagonizadas por hombres cisgéneros heterosexuales. Lo mismo pasa con la publicidad. A pesar de ser las mujeres las que toman el 80% de las decisiones de compra, ser el 50% de los espectadores cinematográficos y ser más de la mitad de los habitantes del mundo, el relato desde lo masculino es lo hegemónico. Hace siglos, hace milenios. Tanto así que hemos creído que esa es la única manera de sentir, de vivir y de amar. Todo lo demás es invisible, no existe.

Y lo último, nada de menor, los adolescentes LGTBQI son los con más altas tasas de suicidios; dentro de esa sigla, la T de Trans, tiene aún más problemas para conseguir trabajo, más posibilidades de morir de forma violenta y otra serie de trabas que la sociedad les va imponiendo por ser quienes son.

Y en este contexto emerge Una mujer fantástica, y a la cabeza Daniela. Es ya un acto radical existir. Entonces, Sebastián Lelio y su equipo deciden contarnos una historia de amor, nos muestran a una mujer con la que todos podemos empatizar, una mujer chilena; resiliente, fiera, fuerte, digna, que es capaz de triunfar a pesar de la adversidad, porque se tiene, por sobre todas las cosas, a ella misma. Marina (la protagonista de la película) y sobre todo Daniela, es una mujer libre.

Un relato que parece tan simple genera un maremoto. Pone el foco en alguien a quien nunca habíamos mirado, y cuando vemos a ese ser humano, entendemos que Marina es también nosotros.

Con eso basta, parece poco, pero lo es todo. El arte y el talento avasallador se filtran hasta las capas más profundas de nuestra sociedad, nadie puede negar la importancia de Daniela, ni siquiera un Presidente que no tiene ningún interés de gobernar para las minorías.

Pero ahí llega ella, con su garbo, con su don de la palabra, que roza muchas veces la poesía, una cruda y hermosa, llena de rabia y amor. Daniela encarna la lucha. Solo ser quien es y dar la cara es un acto de tremenda valentía, y ella lo hace con toda la gracia del mundo y todos caemos rendidos a sus pies.

Rebeldía, resistencia y amor es su mantra, y para mí es quien Daniela es: una rebelde, que ha resistido todo lo que la vida le ha mandado pero siempre desde el amor.

El mundo está cambiando, están ingresando otras perspectivas, nuevas miradas, estamos todos aprendiendo a ver desde otro lugar. Desde lo femenino, desde las minorías, con nuevas percepciones y relatos. En los más de 100 años del cine no se ha contado una historia como la de Una mujer fantástica. El trabajo de Lelio y de todo su equipo nos ha regalado a Daniela, y me emociona profundamente que hoy nuestro Chile sea capaz de apreciarla y celebrarla. Gracias, querida mujer fantástica. Vamos por un Chile mejor, a tu lado estamos siempre.