Todos pensaron que era parte del show. Que esa noche del 10 de octubre de 1965, Óscar Antonio Arriagada Ángel, entonces de 27 años, estaba siendo particularmente histriónico con su canción más conocida, El twist del esqueleto, grabada siete meses antes. Y que los espasmos, los tiritones y la mirada perdida en el techo del Teatro Caupolicán era como una suerte de parodia de esos viejos dibujos animados donde se podía ver el esqueleto del que recibía una repentina descarga eléctrica. Pero no, el guitarrista nacido en Andacollo efectivamente se estaba electrocutando en vivo y en directo y tuvo que venir René Donoso, el bajista de su banda Los Dixon, a desconectar el cable de su Fender Stratocaster de 1963 (que se la había comprado a Fernando Subercaseaux, de Los Diablos Azules, y que años después se la vendería a Álvaro Henríquez) para que el hombre dejara de convulsionar y se derrumbara en el piso.

Muchos imaginaron lo peor. Se escucharon llantos y gritos. Estaba su madre y su mujer de entonces entre el público. Un funcionario del recinto avaló el peor diagnóstico con el clásico gesto de la mano que "corta" el cuello: "el Negro Arriagada se murió". Hasta que de repente entre la multitud, así como irrumpen los héroes de película, apareció el teniente Martínez, de la Sexta Comisaría de Santiago Centro y encargado de seguridad del Caupolicán, que se abrió paso hasta el escenario para sacarle la lengua de la tráquea y hacerle respiración boca a boca. El hombre empezó a reaccionar.

"Esa fue una de las diez veces que casi me voy cortado", acredita Arriagada, hoy de 79 años -cumple 80 el 6 de julio-, y con una memoria prodigiosa para recordar fechas y circunstancias de sus muchas "tragedias", entre aluviones, terremotos y accidentes automovilísticos. "Me han pasado muchas cosas, pero aquí estoy, soy un sobreviviente y el esqueleto todavía funciona", explica este hijo de minero nacido en la localidad de Chepiquilla y que pasó tres años tocando boleros con el Trío Maracaibo antes de meterse en la guitarra eléctrica después de escuchar a los guitarristas estadounidenses Al Caiola y Chet Atkins y dar con el mayor éxito de su carrera.

"Fue el 4 de marzo de 1965", recuerda con precisión. "Estábamos grabando en los estudios de la EMI en el centro de Santiago, los que estaban en la calle San Antonio, y nuestra misión era acompañar a un músico llamado Basilio que venía de Concepción. Habían puras figuras en el estudio; Valentín Trujillo en piano, Iván Cazabón en el contrabajo, Arturo Giolito, en batería. La cosa es que este hombre dice que tiene que salir a hacer un trámite, en plena grabación, y nos quedamos solos en el estudio mirándonos las caras. Yo empecé a tocar algo que había preparado con René Calderón para la Gloria Benavides, una melodía medio jazzera para que le sirviera como continuidad entre canción y canción. Y todos me pidieron que siguiera tocando. En 40 minutos estaba lista, con letra y todo, y el productor Rubén Nouzeilles apareció en el estudio para decirme que tenía que grabar un disco entero como solista con canciones como ésa. Cuando llegó el tal Basilio se enfureció, pero así nací como 'Oscar Arriagada' y Los Dixon".

Show 007

La canción que llegó a vender 380 mil copias en el formato de singles de 45 pulgadas, fue el primer éxito en una carrera de ocho discos y extensas ruedas de presentaciones por el país que Arriagada produjo entre 1965 y 1972 con el nombre de "Show 007". "Fueron 72 giras, de dos meses cada una, y más de 200 eventos en el Caupolicán", dice sobre eventos donde confluyeron artistas como José Alfredo Fuentes y Los Panchos. "Fue una época maravillosa", recuerda el guitarrista. "Salas llenas, llegando a lugares donde no había habido música en vivo en años, un sueño que quiero revivir", explica que este hombre que este viernes, con una nueva versión de Los Dixon, vuelve a los escenarios con un show en la Sala SCD del Mall Plaza Egaña, en lo que pretende ser el despegue de una nueva gira del "Show 007".

"Hay talento y ganas, en la SCD van a poder ver algo de lo que me gustaría llevar a regiones nuevamente", explica un hombre que también fue mánager de nombres como Pachuco y la Cubanacán, Adrián y los Dados Negros y Alegría, con Américo, y que contó su historia en la biografía llamada Cabras, Minas… y Música!! (2016), editada por la SCD. Sin saber, eso sí, que todavía faltaban capítulos por escribir.