Durante las casi dos horas que dura Ocean's 8: Las estafadoras, el director Gary Ross intenta hacer su mejor imitación de Steven Soderbergh. Quizás el realizador pueda usar el eufemismo "homenaje" al momento de definir el estilo que intentó darle a la película, un reboot femenino de la "trilogía Ocean" -La gran estafa (2001), La nueva gran estafa (2004) y Ahora son 13 (2007)-, pero si no fuera porque el mismo Soderbergh, quien dirigió las tres cintas anteriores, se mantiene como productor de esta nueva versión, el cineasta de Traffic podría demandar por plagio.
Ross toma la fórmula que transformó a la primera cinta, protagonizada por George Clooney y Brad Pitt, en una trama que si bien difícilmente alcanza niveles de clásico cinéfilo, es tremendamente entretenida, y que generó después dos algo olvidables, pero aún pasables secuelas. En Ocean's 8 están presentes los planos rápidos, la pantalla dividida, el humor seco, la música estilosa y tomas que hacen ver a su elenco lleno de gente bonita y cool aún más bonita y cool (fórmula que el mismo Soderbergh volvió a replicar con encanto en la agradable Logan lucky de 2017, disponible en Netflix). Lo que Ross no tiene es frescura en esa misma fórmula.
El director de Los juegos del hambre se preocupa de ser tan reverencial hacia la película original, que termina hasta calcando la trama y las motivaciones de su protagonista. Si en la primera, Danny Ocean (Clooney), un estafador recién salido de la cárcel reunía a un grupo de criminales para realizar un complejo robo a casinos de Las Vegas propiedad del hombre que le quitó a su mujer, aquí es la hermana de Ocean, Debbie (Sandra Bullock), quien, recién salida de prisión, hace lo mismo para robarse un collar y así vengarse de la ex pareja que la mandó a la cárcel.
Para suerte de Ross y compañía, lo que no ha perdido la saga con su nueva entrega, que está desde hoy en los cines, es el carisma de su elenco protagónico, que eclipsa el hecho de que la historia y su dirección tienen poco nuevo que decir.
Una mirada (casi) femenina
Debbie Ocean sale en libertad condicional tras cinco años en una cárcel en Nueva York, e inmediatamente deja en claro que la necesidad de estafar y engañar gente al parecer es algo genético en su familia. A todo esto, Danny Ocean está muerto, aunque su hermana menor deja en claro varias veces que, conociendo su naturaleza, no le consta que sea verdad.
Sin perder el tiempo, la protagonista reúne a su propio grupo de cómplices, todas interpretadas por grandes estrellas: su socia Lou (Cate Blanchett), la joyera Amita (Mindy Kaling), la hacker Nine Ball (Rihanna), la diseñadora Rose Weil (Helena Bonham Carter), la ladrona Constance (la rapera Awkwafina), y la retirada Tammy (Sarah Paulson). El plan incluye a una octava e involuntaria cómplice: la narcisista actriz Daphne Kluger (Anne Hathaway), a quien manipulan para que pida prestado un millonario collar de diamantes, el cual pretenden robar cuando la celebridad asista a la glamorosa gala del museo MET en Nueva York, instancia que de paso da lugar a una decena de cameos, desde la editora de la revista Vogue Anna Wintour hasta Kim Kardashian.
Si bien no todos los personajes reciben el mismo nivel de atención (Rihanna, por ejemplo, está en varias escenas, pero nunca se le otorga un momento que haga memorable su presencia en la película), la jerarquía del elenco logra, por lo menos, justificar la decisión de centrar esta nueva versión de la saga sólo en mujeres. Bullock hace olvidar a Clooney como una mente maestra con todo siempre bajo control, incluso cuando a ratos, evidentemente, no todo sale como estaba planeado. Pero sus principales fortalezas vienen de los papeles más secundarios: Helena Bonham Carter brilla como una angustiada diseñadora llena de deudas que se une al plan para saldarlas, y que se sale del molde de sus siempre serenas compañeras, y, sobre todo, Anne Hathaway, quien en la frívola Kluger encuentra su mejor interpretación en años.
Pero así como sus actrices mantienen constantemente la historia en el ámbito de lo "entretenido", sin llegar a ser una joya, también son la cara visible de otro problema del reboot. Cuando se suponía que la nueva entrega de la saga iniciaría su propia historia y le daría un giro femenino a la muy masculina trilogía original (principalmente porque Clooney le dijo a Soderbergh que prefería no volver a interpretar su papel), se especuló sobre qué tanto la película sería una respuesta a los tiempos en Hollywood, con crecientes protestas por la falta de representación de las mujeres.
La respuesta es: no mucho. Si se toma como un ejemplo de diversidad y representación, la cinta es un inapelable triunfo: no sólo la historia es sacada adelante gracias a las ocho mujeres que la protagonizan, sino que también vienen de un variopinto de trasfondos y personalidades, un fiel reflejo de una ciudad multicultural como Nueva York. Pero la historia fue creada, coescrita y dirigida por un hombre, Ross, quien poco toma en cuenta la chance de mandar un mensaje sobre el poder de postergada mirada femenina en Hollywood. Fuera de un par de chistes ocasionales, y la sororidad natural que se da entre los personajes, la historia podría haber sido protagonizada por Clooney y compañía, y poco habría variado la trama. Eso hace que, a pesar de su encanto y un resultado final competente, Ocean's 8 no deje de sentirse como una oportunidad perdida.