Creo en Dios y rezo desde muy chico. Estudié en el Luis Campino, por lo mismo, mi lado espiritual está muy desarrollado. Era de los que pasaban el verano de misionero, lo que me ayudó a conocer todo Chile, y todos los sábados iba a hacer catecismo a la población José María Caro. Ahí tuve ahijados y amigos que conservo hasta hoy. Me gustaba eso de que me invitaran a tomar oncecita y que nos tratáramos como iguales sin importar las clases sociales. Hoy, no soy de ir a misa, porque con los católicos me he llevado desilusiones espantosas: algunos van a pelar y cahuinear. Sin embargo, sigo siendo muy creyente de Dios y del Cristo que se sacrificó por todos nosotros.
A los 12 años sufrí un abuso sexual. Fue en un paseo familiar en el Cajón del Maipo, donde, como todo cabro chico, estaba sentado con las patas abiertas frente al río, y una niña de unos 19 años se me acercó. Me sacó el traje de baño, se subió arriba mío y me violó. Los niños que se dieron cuenta se preocuparon, y como me vieron asustado se pusieron a gritar. Sin entender nada, agarré mi traje de baño y me metí corriendo al río junto a mi primo, que iba siguiendo mis pasos. Me asusté mucho y nunca entendí lo que pasaba hasta que, de vuelta a Santiago, mis hermanos me dijeron que era degenerado. Ahí, mi papá paró el auto y les dijo: ¿No se dan cuenta de que éste no tiene idea qué es lo que hizo?
La muerte de mi nonna fue la primera verdad dolorosa que tuve que aceptar en mi vida. Hasta el día de hoy me da pena recordar a mi abuela por parte de papá. Cuando falleció, yo era veinteañero. Con ella tenía una relación muy buena, porque pasé mucho tiempo de mi infancia y juventud a su lado. Nunca fue conflictiva, nunca hizo preguntas de más, como el típico "cuándo se va a casar, mijito". Ella jamás me puso en esa encrucijada. Era puro amor. En sus últimos días vi su deterioro. Al final, lo único que yo quería era que se muriera y que Dios se la llevara, porque no merecía pasarlo así de mal.
Cuando le conté a mi mamá que era homosexual me mandó al psicólogo. Me dijo: cásate con quien sea, pero cásate, o te van a hacer la vida imposible. Cada vez que tenía un problema me acordaba de esa frase, porque tenía razón. Profesionalmente, siempre te tratan de joder por ese lado, nunca porque eres mal periodista, un mal trabajador o eres flojo, sino que porque eres homosexual o "maricón", como le gusta decir a la gente. También pasa que muchos creen que tengo intenciones con ellos por mi orientación o que cualquier roce que puedo tener con alguien es porque soy gay. Es triste eso, porque deja ver mucha ignorancia.
El mayor peligro para un comentarista de cine es decir que una cosa es buena sólo por hacer relaciones públicas. La gente no es tonta, y a la larga se dan cuenta de que lo que están haciendo es opinar bien de algo para que le sigan dando entradas. La gente puede tener un gusto distinto al mío, pero ellos saben que no estoy haciendo relaciones públicas y que si le puse un uno a algo es porque lo encuentro malo. Poner una mala nota es difícil, porque tienes que justificarlo y para eso hay que entender de qué estás hablando, cosa que pocos pueden hacer en este rubro. Para mí sería mucho más fácil encontrarlo todo bueno, pero no sería verdad.
La farándula es lo más democrático que hay en este país. Nadie se salva de ella. Es algo positivo, porque todo el mundo sabe que si hace algo malo va a salir en televisión, no importando si es la Presidenta o si es un ministro. Los que se las dan de periodistas muy serios por dedicarse a la política nunca se atreven a preguntar y no le dicen nunca en la cara a la Presidenta las cosas que le deberían decir o preguntar. Todos tienen ese maldito respeto que no es respeto, sino que miedo.
El momento más lindo de mi vida fue cuando conocí a Patricio, mi pareja. Un amigo que era de la misma población de donde vivía él me lo presentó cuando le conté que me había impresionado su facha. Me gustó inmediatamente. Era muy artesanal, andaba con un gorrito de lana y me venía a pedir ayuda en un tema de psicología que yo dominaba, porque antes de Periodismo había estudiado Psicología. Le dije que podía ayudarlo, pero también le advertí que me gustaba. El, en cambio, me dijo que no sentía nada por mí, hasta que, sin imaginarlo, se enamoró. Antes de cumplir un año como pareja, a Pato lo echaron de la casa por homosexual y nos fuimos a vivir juntos hasta hoy. El tiempo es increíble: ya han pasado casi 35 años de felicidad.
Me gustaría morir antes de los 80. Después, la vida se transforma en un deterioro máximo. Si tengo dolores ahora que tengo 69 y me cuesta caminar, en 10 años más voy a estar mucho peor. Tampoco me operaría algo para verme mejor. Mi meta es envejecer digno y natural. Uno, como fue joven, tiene que ser viejo como esté y no andar tratando de salvar el paso de los años, que es algo que hay que asumir como lo inevitable.
Los doctores creen que soy un milagro. Después del accidente que tuve en abril del año pasado me tuvieron que rehacer el brazo izquierdo y operarme de la columna. Las dos cosas las hicieron al mismo tiempo. En un inicio pensaron que me iba a morir. Después de haber salido del coma inducido, mi diagnóstico era quedar cuadrapléjico. Lo que más me costó fue volver a trabajar, porque yo nunca estoy con libretas y todo me lo aprendo de memoria, pero con el golpe que sufrí, mis neuronas se esfuerzan el triple por hacer algo que antes era mucho más rápido. De todas formas, me niego al uso de tarjetas y torpedos.
Me voy a retirar de la televisión cuando dé la hora y me ponga gagá, no antes. La mayoría de los que han pasado por SQP terminan jodiendo por los egos y porque se creen el cuento; porque sienten que son más importantes al ser famosillos y por tener 97 mil seguidores en redes sociales -y que no son seguidores, son ociosos-. A mí no me ha pasado eso y, por lo mismo, he podido decidir cuándo salir de la TV.