Después de la grandilocuencia de Avengers: Infinity War, con su festival de personajes y efectos especiales, además de una trama en donde estaba el mismísimo destino del universo en juego, con Ant-Man and the Wasp, que se estrenó ayer en Chile, pareciera que Marvel intentara responder directamente al efecto abrumador que podía producir su otra cinta, estrenada a fines de abril. Si Infinity War fue la apuesta de superhéroes de mayor escala en la historia, la secuela de Ant-Man (2015) es, en todo sentido, una película mucho más pequeña, más allá de que, literalmente, el poder de sus protagonistas es reducirse a tamaños microscópicos.
En Ant-Man and the Wasp las aspiraciones de Marvel son menores: el ritmo cómico es permanente, pero siempre liviano, casi no hay antagonistas, y los que hay son más ridículos que siniestros, y nunca nada está mucho en juego. La trama, que transcurre antes de los eventos de Infinity War, sigue a Scott Lang (Paul Rudd), que tras Capitán América: Guerra Civil (2016) está bajo arresto domiciliario. Pero a pocos días de cumplir su sentencia, su vida se vuelve a cruzar con la del científico Hank Pym (Michael Douglas) y su hija, Hope (Evangeline Lilly), prófugos de la justicia, mientras buscan entrar al mundo microscópico conocido como el "reino cuántico", donde la madre de Hope, Janet (Michelle Pfeiffer), lleva atrapada por décadas.
Así Lang termina nuevamente en el traje del Hombre Hormiga, mientras que Hope utiliza un nuevo prototipo creado por su padre, el de la Avispa. Pero la misión se empieza a complicar por la presencia de Ghost (Hannah John-Kamen), una villana que busca robar la tecnología de Pym por razones personales, y Sonny Burch (Walton Goggins), un traficante de armas que también se interpone en el camino de los héroes. Todo mientras Lang debe evitar que las autoridades se den cuenta que está incumpliendo su arresto.
Pero que las dimensiones sean menores que las de Infinity War, no significa que Ant-Man and the Wasp no apele a un espectáculo visual, con los poderes de los protagonistas provocando diversos cambios de perspectiva y tamaños, pasando de lo microscópico a lo gigante. "Quisimos ser muy lúdicos con la idea de que las cosas cambian permanentemente de tamaño. Es una dinámica muy interesante, porque se puede jugar con eso tanto en las secuencias de acción como para generar comedia", dice el francés Stéphane Ceretti, supervisor de efectos especiales de la película, y recurrente nombre en las películas de Marvel, siendo nominado al Oscar por su trabajo en Guardianes de la Galaxia (2014) y Doctor Strange (2017).
Justamente, esta última película, uno de los esfuerzos visuales más creativos de Marvel, tiene algunas similitudes con la psicodélica y colorida forma en que la nueva cinta representa el reino cuántico (N. de la r: una de las bromas más inspiradas de la cinta es la cantidad de veces que se repite la palabra "cuántico"). "En Doctor Strange ya explorábamos un mundo tipo Magical mystery tour (se ríe), y en ese sentido esto era algo similar, era ir a un lugar que nadie conoce", dice Ceretti.
Eso sí, hace una distinción entre ambas cintas: "para empezar, Ant-Man... es mucho más una comedia, y nos encargamos que los efectos estuvieran en función de eso. Con Doctor Strange había más énfasis en un mundo mágico. Esta historia transcurre siempre en la Tierra, y queríamos que nunca nada se sintiera tan inverosímil como para que el espectador perdiera la concentración. El desafío ahí era ser más aterrizados, pero también jugar con las posibilidades".
Ant-Man and the Wasp es de paso la película número 20 del llamado Universo Cinematográfico de Marvel, la tercera en menos de seis meses. Según las proyecciones, no alcanzará las cifras de Pantera Negra o de Infinity War. Pero quizás justamente la idea era una película que diera un respiro y bajara las pretensiones de un género que cierra un semestre frenético.