La escena es ésta: un lunes por la madrugada, una multitud corea, voz en cuello, temas que son como himnos para una generación, de un género musical que, pese a que algunos lo miran en menos, ya se ha instalado como parte inamovible de las vidas de los latinoamericanos.
Porque si el Festival de Viña es una fiesta, que el cierre estuviera a cargo de Zion y Lennox sonó como algo coherente. La dupla reggaetonera encendió a una Quinta Vergara a la que no le importó la hora, y que respondió animadamente a la batería de éxitos que se despachó la banda.
Es cierto: el público de la noche final fue más entusiasta que el de las jornadas previas. Se había notado en la fuerza con que pidieron las Gaviotas para Sergio Freire y Augusto Schuster, pero de todas formas impresiona la energía que guardaron para el momento final, donde nadie parecía cansado y la Gaviota de Oro se exigió con ganas.
Así, el show final sirvió como recordatorio de la fuerza que continúa teniendo el reggaetón, que siempre tiene un lugar privilegiado en las últimas ediciones del certamen.