Sus entrevistas son contadas excepciones, por lo que cada una de ellas suele ser un acontecimiento. Una de las últimas, para la BBC 6 en junio pasado, fue particularmente reveladora. Allí, Thom Yorke recordó su juventud, explicó cómo un concierto de Siouxsie and the Banshees lo motivó a convertirse en artista y contó que escribió "30 o 40 versiones distintas" de Paranoid android para el célebre Ok computer (1997). "Siempre fui el loco del grupo", dijo al ser consultado por la relación con sus compañeros de banda, "pero ahora creo que los contagié a todos".

Las palabras del líder de Radiohead son, en cierta forma, la confesión de una personalidad tan compleja como enigmática, cuyo carácter obsesivo ha permeado al conjunto y marcado los pasos de su carrera desde el comienzo, cuando eran sólo un grupo de amigos de una escuela de hombres de Oxford, inspirados por R.E.M. y Talking Heads. El mismo quinteto que con el tiempo se volvió el nombre más vanguardista e indescifrable del rock de este siglo -si es que aún se puede considerar rock lo suyo- y que hoy está de vuelta para dar su mayor concierto en el país, esta noche en el Estadio Nacional.

A casi una década de su debut local, los seguidores chilenos de Radiohead han tenido esta semana la inusual oportunidad de aproximarse al hermético círculo de los británicos. No por nada, la única biografía formal que se ha escrito del vocalista -firmada por el periodista inglés Trevor Baker en 2009- fue sin acceso a él ni a sus compañeros de grupo. Un carácter impredecible forjado a partir de una infancia difícil, en la que Yorke vivió varios cambios de domicilio y se sometió sin éxito a cinco intervenciones para corregir una parálisis en su ojo izquierdo, dejándole un párpado caído como marca registrada de su mediático rostro. A esto se sumó un accidente automovilístico en su juventud -del que hay referencias en temas como Airbag y Killer cars- y su tendencia a la autodestrucción tras el primer éxito de la banda, Creep, lo que decantó en una personalidad introvertida y atípica, al menos para los cánones de un rockstar.

Lo último no sólo se ha traducido en la siempre sorprendente música del quinteto, sino además en la relación de éste con la industria y los conductos regulares de difusión. Famosas son las "anti-campañas" de marketing que han acompañado los lanzamientos de Radiohead -al menos tras Hail to the thief (2003)- y su autoexilio de las multinacionales- como también los trabajos individuales del cantante, casi todos anunciados sólo días antes de su salida al mercado.

La tendencia comenzó a acrecentarse con In rainbows, el LP de 2007 con el que Yorke y los suyos volvieron a darle la espalda a los códigos de la industria, masificando el sistema "paga lo que quieras", con el que los usuarios pudieron adquirir el álbum incluso pagando cero peso. La movida, que motivó críticas de otros artistas como Lily Allen y Kim Gordon, fue tan rupturista como la que el cantante protagonizó hace cuatro años, lanzando su segundo álbum solista (Tomorrow's modern boxes) con una críptica campaña en redes sociales y, en principio, sólo disponible en el servicio BitTorrent.

Y si antes su blanco fueron las compañías discográficas, en los últimos años han sido servicios de streaming como Spotify -en el que Radiohead reapareció en 2016 tras tres años fuera del sistema- y YouTube, que en su opinión "roba arte como los nazis en la Segunda Guerra Mundial", según declaró al diario italiano La Repubblica en 2015.

Precisamente en Italia fue el último recital de Radiohead, en agosto pasado, claro que con un show en el que sólo el guitarrista Jonny Greenwood acompañó a Yorke, y de carácter benéfico para las víctimas del terremoto de ese país. Allí apareció el lado humanitario del frontman, siempre presente en causas ligadas a los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente y movimientos anti-bélicos. También, en batallas más impopulares, como la que iniciaron al tocar en Tel-Aviv en julio pasado, pese a la petición de colegas como Roger Waters y su llamado al boicot cultural a Israel.

"Es realmente molesto que artistas que admiro no nos crean capaces de tomar una decisión moral por nuestra cuenta", retrucó el siempre díscolo líder de los ingleses, quien en diversas ocasiones se ha definido como un tipo "de pocos amigos".