Luis Miguel es de los artistas que no toca los camarines de los lugares donde se presenta, llega directamente al escenario y al término se sube a su vehículo sin tener contacto alguno con la gente de los recintos por donde pasa. Durante años su imagen estuvo llena de misterio, de hermetismo, casi una divinidad inalcanzable, porque siempre evitó el contacto con sus seguidores y cercó de modo casi infranqueable su vida privada ante la prensa.

Pero este año todo cambió. Comenzó a transmitirse su serie biográfica de Netflix y la historia lo mostró frágil, humano, sometido a sufrimientos familiares que de alguna manera podían explicar un carácter tan complejo y retorcido. Por eso, ahora verlo en vivo es prácticamente ver a otro Luis Miguel, bajo un contexto absolutamente diferente: así al menos ha sido en la colosal gira mexicana que partió el pasado fin de semana en Guadalajara y que el martes 2 inició una tanda de 31 recitales en el Auditorio Nacional de Ciudad de México. Y así lo será en febrero próximo, cuando se presente en el Festival de Viña del Mar, arribo para el que ya tiene un acuerdo, por lo que su fichaje se anunciará en los próximos días.

Bien en simpatía y voz

Igual la pregunta cae lógica: ahora puede que el mundo vea con otros ojos a "Micky", ¿pero él cambió realmente? ¿Es otro artista tras el golpe a la cátedra de Netflix?

En lo inmediato, antes de cualquier análisis, el cantante ha decidido abandonar ese perfil de astro inalcanzable para volverse más humano. Y eso se está viendo en cada uno de sus shows de la gira ¡México por siempre!, donde estrecha manos, besa a algunas fans, aparece en lugares públicos y convive -aunque de lejos- con los presentes. En cercanía y empatía, tiene un punto a favor, va 1 a 0 arriba.

¿Y en lo artístico? Puede que sea el mejor Luis Miguel de los últimos 10 años. Aún tiene una gran voz, que cuando está descansada suele lucir por su potencia y calidad. Verlo en Guadalajara, en el inicio del recorrido, fue apreciar tales cualidades. Pero las reseñas de esta semana en Ciudad de México han sido menos elogiosas: se le nota más cansado, desentonando y sin fuerza. Pareciera declamar las letras en lugar de cantarlas, pero eso no parece importarle a la gente, que lo aplaude casi sin respiros (aunque muchas críticas invadieron las redes sociales).

De alguna manera, cuando actúa después de varios shows, ya con un recorrido más exigente en el cuerpo, su calidad decae. Su condición física es mejor que hace unos años, hace ejercicio y mantiene su peso, eso se observa y se exhibe en sus característicos movimientos y bailes. Él sabe aún cómo provocar a sus seguidores, con una simple mirada o un movimiento de caderas que transforma en anzuelo para los chillidos de sus fans.

El espectáculo está dividido en un segmento de baladas y otra de mariachis, que suele ser el más ovacionado. No olvida los temas que le dieron éxito al inicio de su carrera, como Decídete, Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul, La incondicional o Cuando calienta el sol, pero también Por debajo de la mesa, Un hombre busca una mujer, Amante del amor, Suave y Entrégate.

Por lo demás, la serie lo acercó a las nuevas generaciones, lo que le ha permitido ampliar el rango de edades de sus fans, que ya van de los 10 hasta los 60 años: hasta hace poco, sus recitales sólo eran un desfile de incondicionales que habían crecido con él, con escasísimo público más joven.

Por ello, tal parece que vuelve a respirar y sentirse confiado, ante una carrera que se tambaleó entre 2014 y 2017 por sus problemas económicos y sus giras sin resultado en las taquillas. Por más intentos que hizo por acabar con su carrera, lo mejor de Luis Miguel es que volvió a la cima. Vive la gloria ya lejos de su declive, donde abandonaba los conciertos a las tres canciones o se notaban mucho sus kilos extras.

Luis Miguel no resurge de sus cenizas, no es un Ave Fénix. Sólo toma el lugar que le corresponde, porque nunca llegó a inmolarse, a hundirse del todo. Ahora, toma un segundo aire, y dependerá de él que aproveche el momento para reivindicarse con su público y tomar las riendas de su carrera, ya en plena adultez de su existencia.

Raphael también se acerca a Viña

Es un clásico de la cartelera chilena. Pasa por el país con una alta frecuencia y siempre demuestra una estatura que casi no ha sufrido mermas considerables con el paso del tiempo: histrionismo casi teatral, una voz que aún equilibra potencia y melodía, una sola presencia que ya resume parte de lo mejor del cancionero romántico de España. Con ese recorrido, Raphael siempre ha estado en la lista de posibles para cantar durante febrero en el Festival de Viña. De hecho, los organizadores de la cita, a cargo de TVN y Canal 13, han sondeado su presencia para la edición 2019 del espectáculo y han realizado gestiones para abrochar su retorno, luego de su exitoso paso de 2014. Según distintas fuentes, el español está dentro de las prioridades para la próxima fiesta veraniega, por lo que también podría integrar los inminentes anuncios.