*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Cuando tenía 40 años, el profesor y cientista político Carlos Huneeus, militante democratacristiano, integró el comité técnico del No. Tres años antes había comenzado a hacer encuestas en Chile y s

us resultados fueron algunos de los insumos que empleó la oposición a Pinochet. Una encuesta que él dirigió fue la que estuvo más cerca del resultado que logró el No, aunque no predijo el apoyo que obtuvo el Sí.

Autor de una radiografía exhaustiva del gobierno militar, El régimen de Pinochet, donde escruta sus divisiones internas, el deterioro que experimentó hasta ser derrotado en el plebiscito de 1988 y en las elecciones de 1989, las transformaciones del país en esos 17 años, es crítico desembozado del neoliberalismo, sus partidarios y herederos, pero también de la debilidad que tuvieron algunos de los gobiernos democráticos posteriores para regular más al mercado, cerrar las brechas de desigualdad y modernizar las instituciones. Después del plebiscito partió como profesor visitante en la Universidad de Columbia (Estados Unidos), y al volver se incorporó en la campaña senatorial de Andrés Zaldívar. En democracia fue nombrado por Patricio Aylwin embajador en Alemania y después se ha dedicado a la docencia, a hacer encuestas y a seguir reflexionando sobre la historia política reciente del país.

– ¿Cómo era el trabajo en el comité técnico del No?

– Es divertido que se llamara comité técnico porque que la técnica ayude a los políticos es raro. Fue una comisión que dirigió Enrique Correa, que ahí comienza su carrera política. Se convocó a un grupo de cientistas sociales de todos los partidos, mayoritariamente de izquierda y unos pocos democratacristianos, que nos reuníamos una vez a la semana o a cada 15 días a hacer un análisis de la realidad, a analizar las encuestas. Uno de los insumos eran las encuestas del CERC [Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea], había otros insumos y más de algún sectarismo en eso, en que gente miraba una cosa, y habían otros que trabajaban en lo político electoral de campaña. Después venía el trabajo de la propaganda televisiva.

"Después entrarían estadounidenses, que fue muy divertido. Ellos comenzaron a dar recomendaciones a chilenos que ya sabían todo lo que pasaba. Lo interesante era que se hacían ejercicios de análisis de lo que pasaba, bien técnicos, de sociólogos y economistas. Y Correa hacía un resumen y se lo pasaba o le daba un informe al comité político del No. Hicimos una vez un encuentro en Olmué, un fin de semana, y después seguimos en la campaña presidencial [de Patricio Aylwin, en 1989]. Esa fue una iniciativa que financió la Fundación Ebert, nos reuníamos en su local. Fue un ejercicio bueno, importante. Todos los que estaban ahí siguieron a distintos lados, ya sea en la empresa privada o haciendo consultoras. Estaban Juan Gabriel Valdés que fue embajador, [Ricardo] Solari, Hugo Rivas, Ángel Flisfisch, Claudia Serrano, éramos entre 10 y 12. [Eugenio] Tironi iba también.

– En este comité, ¿hicieron o vieron resultados de focus group? ¿Usaron técnicas cualitativas?

– Los tenían ellos y empezaron muy tardíamente. [Eugenio] Tironi por ahí empezó con otros con la cosa de campañas, de perspectiva de la televisión, ahí fueron menos y se guiaron mucho por focus group. Como digo en el libro La democracia semisoberana, Tironi se dejó influir más por los focus group que por las encuestas, porque él tenía más visiones psicosociales, a mi juicio totalmente equivocadas, y se guio por otras cosas. Ellos contrataron a una norteamericana que vino del aeropuerto, con el apoyo económico de George Soros, estuvo unos dos o tres días y dijo en un informe que los chilenos estaban muertos de miedo, lo que era totalmente falso. Entonces ahí vino una influencia en la campaña de televisión, con un discurso de la alegría, un discurso despolitizado.

– ¿Fue muy crítico de la campaña de televisión?

– No, no fui crítico, estaba muy metido en las encuestas y no había tiempo.

– Qué Pasa publicó los resultados de todas las encuestas, y la del CERC [Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea] aparece como la más cercana al voto real del No: 54,5% y el resultado fue 54,6%. ¿Cómo organizaron esa encuesta?

– Una decisión clave que adoptamos fue cambiar el tipo de muestreo. Hicimos un seminario internacional, a principio de 1988, sobre encuestas en regímenes autoritarios. Vinieron muchos expertos internacionales, vino un francés, un profesor universitario. Yo le expliqué cómo era la muestra nuestra y sonrió. Muy diplomáticamente me dijo: 'Así nosotros lo hacíamos antes, como lo enseña la cátedra'. Fue con mucho respeto, pero con cierta ironía para decirme que las cosas no se hacen así. Cuando hicimos el seminario y expusimos la muestra probabilística, la directora del CIS [Centro de Investigaciones Sociológicas, de España], Rosa Conde, que después fue ministra de Felipe González, me dijo: 'No, ustedes tienen que hacer muestras por cuotas. Te voy a mandar a nuestro muestrólogo para que te haga una muestra y capacite a tu personal'…

– Explique la diferencia entre encuestas por cuotas y probabilística…

– La muestra probabilística es una en la cual se sigue un sistema aleatorio, al azar, en todas las etapas, comienza por sectores, baja a subsectores y llega a viviendas y se sortea en la vivienda, la persona que va ser entrevistada. Eso significa que cuando sale la persona sorteada, y no está en la casa, hay que volver a entrevistarla, y eso pasa especialmente con los hombres menores de 60 años. Como Chile es una sociedad en que la familia está en crisis hace mucho tiempo, en que muchas veces las mujeres viven solas, los hombres no vuelven, y si es que vuelven lo hacen los fines de semana, había un retraso muy grande porque había que volver a encuestar a la persona aparecía sorteada, por tanto solo era el fin de semana y cuando se hacen reemplazos, se altera la aleatoriedad y, con ello, la representatividad de los resultados. Eso hacía que como mínimo nos quitara tres semanas. Y en tres semanas era imposible hacer una encuesta, porque la Constitución establecían que el plebiscito se podría convocar hasta 30 días antes de su realización.

"En la muestra por cuotas, se aplica la aleatoriedad en las dos primeras etapas de la muestra y en la tercera se usan cuotas de edad y género. Se van recorriendo casas aleatoriamente que uno distribuye, por ejemplo, por la avenida Santa Rosa, del número 150 al 400, por el costado impar, las casas terminadas en 25. Eso permite llenar las cuotas en el día. Eso era la forma como la hacían en Europa en aquellos años. Ahora con el teléfono es completamente distinto. Eso significó que nosotros pudimos hacer una encuesta. Empezamos a hacer encuestas durante 1988, y en vez de demorarnos un mes nos demorábamos 2 semanas, 10 días y al final llegamos a esta que la hicimos en solo tres días. La ventaja era que el trabajo de campo lo hacíamos nosotros, no lo subcontratábamos, teníamos un equipo en el CERC. La gente estaba muy motivada. Había un muy buen equipo de campo, que es fundamental, controlado, y que evitaba que se hicieran los fraudes. En seguida, teníamos un buen equipo de computación, eso permitió que se hiciera la encuesta con mucha rapidez y se procesara rápidamente. Eran pocas preguntas, y se llegó a ese resultado. El problema que tuvimos fue con el voto Sí".

– ¿Por qué salió tan poco para el Sí? Solo fue un 20,8% y el Sí sacó en realidad un 43%...

– Lo que pasa es que antes ya había advertido que no había indecisos. Se decía que había indecisos, pero no eran indecisos, era gente que no quería decir por quien votaba. Podíamos haber hecho un recalculo de los que no expresaban la votación y asignarlos de alguna manera entre el Sí y el No, pero no sabía cómo hacerlo. Con el plebiscito, lo importante para nosotros fue que la mitad del voto Sí estaba escondido. Por lo tanto el voto escondido era de derecha, no era del No. Contra lo que se pensaba.

– ¿Había un voto vergonzante? ¿Si alguien votaba por el Sí prefería no decirlo por vergüenza?

– Probablemente por un sentido de derrota. Puede ser. Además, apoyar a Pinochet y lo que él representaba. Pero llega un punto que nosotros hicimos un seminario, hicimos el contacto con colegas de otros países, que nos explicaron como lo hacían ellos, y un argentino que murió, muy notable, Edgardo Catterberg, que fue encuestólogo de Raúl Alfonsín [presidente de Argentina, 1983-1989], me decía: 'Al final hay un punto que tu miras, que ya no es pura matemática y computación sino que también un tema de intuición', y llegamos a eso.

– El Centro de Estudios Públicos estuvo cerca con el No, pero con el Sí les pasó algo parecido al CERC: dio 36% para el Sí…

– Ellos nunca entregaron los resultados. Fue una decisión rara, la depositaron en la notaría, no sé por qué. Probablemente porque eran un centro de estudios de los Chicago Boys, fue creado por ellos. Era un centro de estudios de la derecha, del régimen…

– En la misma publicación de Qué Pasa, Skopus dio 46,1% al No y 55,3% al Sí. Días después Skopus fue preguntado por la prensa, y dijeron que las cifras que ellos entregaron eran correctas, pero las que informó el Ministerio Secretaría General de Gobierno no eran las que ellos les habían entregado. Lo curioso es que esta encuesta daba un porcentaje mayor al 100%, sumando Sí y No daba 101,4% y fue publicado. ¿Cómo fue posible esto?

– Había gente enceguecida, que habían vivido en una burbuja, encerrados entre los amigos de Pinochet. Cuando fui a la embajada de Bonn, me dijeron que el embajador de allá, que era una persona distinguida y que debía cumplir instrucciones, había comprado champagne y todo tipo de elementos para celebrar el triunfo. Hubo mucha manipulación de encuestas, de eso me acuerdo. Parte del juego en una elección de esa naturaleza.

– ¿Qué influencia tenían en aquella época las encuestas? Porque había muchas que decían que ganaba el Sí…

– Hicimos muchas encuestas. Tuvimos una enorme visibilidad en la prensa de oposición. Nos habíamos ganado el respeto de los otros medios y también de los militares. La información nuestra se la mandaba al vicealmirante, que era jefe de gabinete de [José Toribio] Merino. En una o dos oportunidades estuve con dos sociólogos que trabajaban con él y tenían estudios de sociología fuera del país. Teníamos bastante buena acogida. Nuestra encuesta no estaba al mismo nivel que las otras, porque eran más de estudios de mercado, la Universidad de Chile estaba intervenida, por lo que la Escuela de Economía no era la misma de hoy. El ruido de las encuestas que salieron después fue más bien una recopilación que hizo la prensa. Y la nuestra y alguna otra salían harto. El CEP también había salido durante el año, eran dos encuestas al año. Nosotros tuvimos muchas más. Pusimos muchos temas que el CEP no metía.

"El efecto de las encuestas era importante para los activistas, pero no está demostrado científicamente el papel de las encuestas que ayudan o tienden a cambiar la votación, porque quienes leen, los que se informan de las encuestas, son muy pocos. Es muy importante para los dirigentes, pero no creo que la gente haya dejado de pensar que iba a haber manipulación, que no iba a resultar. ¿Por qué el CEP no lo entregó? Porque habría irritado a su partidarios, lo que es una falla grave de la dependencia académica, porque o tu entregas los resultados, haces encuestas para que se conozcan, o no las haces".

– ¿Se planteó el dilema moral de que si su encuesta hubiese dado un resultado favorable al Sí la hubiese dado a conocer?

– Sin duda. Eso lo tuve muchas otras veces: cuando en las elecciones de 1999 no me daba que las elecciones las ganara Lagos en primera vuelta, y que también Bachelet no ganaba en primera vuelta en 2005. Cuando uno hace encuestas o publica todo, o no. Salvo temas que son políticamente muy sensibles, como temas vecinales, homofobia, pocos temas que por responsabilidad política, más que de diferencias políticas, ciertos datos no los entregaba o no los preguntaba. Por ejemplo, la pena de muerte, que lo preguntamos, pero no los difundimos.

– ¿Había incertidumbre sobre la posibilidad que Pinochet respetara el resultado?

– Eso siempre estuvo. Se temía por las experiencias que había sobre la consulta de 1978 y el plebiscito de 1980. En seguida estuvo muy presente, muy cercana, la elección en Filipinas en 1986, que [Ferdinand] Marcos manipuló, y la elección presidencial en México, en julio de 1988, en la cual el PRI [Partido Revolucionario Institucional] se fracturó y fue un candidato de oposición, que era Cuauhtémoc Cárdenas. Durante el escrutinio iban muy parejos o iba ganando Cárdenas por estrecho margen a Carlos Salinas de Gortari, del PRI, sorpresivamente se cayó el sistema de recuento y cuando volvió los cómputos habían avanzado sin computadores, aparecía claramente adelante el candidato del PRI. Se temía que hubiera una situación parecida en Chile y por eso que en el plebiscito el conteo rápido que hubo tenía según entiendo un sistema de respaldo de electricidad propia, autónomo, para prever la posibilidad que hubiese un corte de luz deliberado para manipular los resultados.

– ¿Pensaba que los militares iban a aceptar una derrota?

– Yo lo creía firmemente por la importancia de la legitimidad. Había escrito sobre la experiencia española, en la que uno de los argumentos más consistentes que dio la oposición democrática después del atentado contra [el almirante Luis] Carrero Blanco, que era que había que seguir la legitimidad constitucional y había que mirar al príncipe que iba a ser el sucesor de Franco. Elaborando ese concepto, pensé que en Chile iba a pasar eso, que los militares iban a respetar el triunfo, y después me convencí de que íbamos a ganar –digo íbamos porque estaba muy comprometido en las encuestas–, no solamente por las encuestas, sino porque seguí campañas de Pinochet. A diferencia de otros colegas cientistas sociales, fui a actos de Pinochet, a una ceremonia en la Escuela de Infantería de San Bernardo, en julio de 1988, para ver la efervescencia y popularidad, y después seguí una gira de Pinochet en Puerto Montt…

– ¿Que observó ahí?

– Esperaba mucha efervescencia, gente en las calles, pero no había nada, no pasaba nada. Me formé la impresión por eso, sin ninguna representatividad, que era difícil que tuvieran una capacidad de movilización que permitiera ganar. Incluso, en una oportunidad, a comienzo del 88, llegó a verme Alfred Stepan, un destacado politólogo estadounidense, decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Columbia, que preparaba un libro sobre los militares y la transición. Antes que me sentara, me pregunta: '¿Quién va a ganar el plebiscito?'. Sin vacilar le digo: 'Nosotros'. 'Eso no me lo ha dicho nadie', dijo. 'Eso es problema de ellos', le dije. Seguramente habló con [Edgardo] Boeninger, Genaro [Arriagada], [Andrés] Allamand, gente del No y algunos del Sí. Pero yo estaba convencido que ganábamos nosotros. Seguro recordó esta predicción cuando me invitó dos meses después para ser profesor visitante Tinker, porque Mario Vargas Llosa, que debía serlo, renunció sorpresivamente para ser candidato presidencial en Perú.

– ¿Enfrentó restricciones del régimen por las encuestas?

- No ninguna. Solo una vez detuvieron a un encuestador. Llamé a la comisaría donde estaba detenido, le informé quien era y lo soltaron de inmediato.

– ¿Cómo fue el 5 de octubre para usted?

– Salí sorteado como vocal de mesa en la comuna de La Pintana. Fue muy impresionante toda la ceremonia, la constitución de la mesa, la llegada de los pobladores, el trato de los militares fue muy profesional. Fue un día muy notable, que terminó con el cierre de la mesa y el presidente de mesa se llevó los papeles al lugar que correspondía del servicio electoral. No me acuerdo del resultado en la mesa, pero en La Pintana ganamos lejos. En las comunas populares ganamos lejos, un 60% a 40%, o más. Fue muy amplio el triunfo.

"Después me fui cerca del comando del No. Me acuerdo que en algún momento, cuando ya se había dado el resultado, un poco antes de que lo reconociera [Alberto] Cardemil, después de que [Sergio Onofre] Jarpa fue a Canal 13, que fue un hecho muy importante, me crucé con Ricardo Lagos, cerca del hotel Crowne Plaza. El me abrazó y me dijo: "Te felicito", que fue bien importante para mí, me dio una enorme alegría. Fue el único político que me lo dijo, porque nosotros habíamos dicho dos días antes que ganábamos nosotros, y dimos el resultado 54,6%, pero no dijimos cuanto iba a sacar el Sí, porque había muchos que no respondían, pero ese es el resultado que dijimos. Lo que nosotros dijimos, fue exactamente lo que pasó.

– ¿Qué relación tuvo con la embajada de Estados Unidos?

– El embajador americano, Harry Barnes, tuvo una buena relación conmigo y mi esposa [Marta Lagos], que estaba a cargo de la dirección del trabajo de campo de las encuestas. Nos había invitado a comer después de haber realizado la última encuesta y se me había olvidado por completo. La invitación era a las 19, y a las 19:30 llaman de la embajada a preguntar por nosotros. Llegamos a la casa, le dimos una explicación medio ridícula, y la pregunta de él fue: 'Carlos, ¿quién gana?'. Y le dije: 'Ganamos nosotros. Pero una cosa es lo que dicen las encuestas, otra cosa es lo que hagan las autoridades'.

"Después, no por nosotros sino por otro argumento, en el cual Mónica Jiménez y otros intervinieron, fueron las insinuaciones que vieron, o temores que encontraron con algún tipo de fundamento, de que podía haber una manipulación electoral, lo que llevó a que el Departamento de Estado interviniera, citando a Hernán Felipe Errázuriz [embajador de Chile en Washington, 1984-1988] y le advirtieran de que tuviera mucho cuidado".

– ¿Para financiar las encuestas tenía apoyo de las fundaciones europeas?

– Empezamos con la Fundación Ford [Estados Unidos], con la que hicimos una encuesta universitaria en 1985, una en Santiago en junio de 1986, la primera encuesta de opinión pública fue aprovechando el mundial de fútbol del 86. La primera encuesta nacional fue en 1987, en noviembre, ahí tuvimos una encuesta de 2.400 casos, muy grande. Después seguimos con la cooperación europea, la Comunidad Económica Europea, actual Unión Europea.

- Ellos financiaron la encuesta del plebiscito…

- Sí. La Comisión Europea.

"Pinochet se impuso en que hubiera plebiscito y no elecciones libres"

– En su libro La democracia semisoberana usted plantea que la transición no es solo efecto del plebiscito, sino un proceso que se remonta atrás, y discrepa de una visión elitista de que fue "una raya, un voto" lo que lo resolvió, que los cambios fueron desde abajo hacia arriba y eso lo hace justamente un clivaje, una vuelta de página en la historia chilena…

– Un gran clásico que cito en ese libro argumenta que la transición viene por presiones desde abajo. Llega un punto donde las elites o quienes gobiernan se dan cuenta que la única alternativa sensata para ellos es negociar, transar y avanzar hacia otro régimen. No quieren que sea democrático, pero al final no queda más que eso, y en el caso de Chile, está establecido en la constitución. Entre los actores había unos que habían leído ciencia política, pero que se habían enredado con los conceptos y actores. Yo venía de vuelta, de un mundo en que la política estaba muy encima y he tratado de verla no solo en los conceptos, sino también como la viví directamente. Esto no hubiese sido posible sin una movilización política tan masiva, consistente y fuerte como la que hubo para el plebiscito y que comienza con la primera protesta en mayo del 83, los partidos se reorganizan, regresan los exiliados y hay una movilización política, que si bien es cierto no derriba a Pinochet, como quería la Alianza Democrática, sí plantea la necesidad de que se vuelva a un régimen de partidos y se avance hacia un sistema democrático, en que sea el camino establecido en la constitución del 80 y no a través de una vía rupturista.

– Pero también discrepa de la visión de los partidarios de Pinochet, que sostienen que en realidad se cumplió el itinerario constitucional, se siguieron los pasos previstos por la constitución y que gracias a eso estamos en democracia...

– No, obviamente no es así. Ellos esperaban otra cosa del plebiscito, que Pinochet fuera ratificado, que el presidente fuera Pinochet y no de la Democracia Cristiana, representante de una élite que el régimen consideraba fracasada y responsable del colapso de la democracia. Ahora, efectivamente se cumplió el itinerario, pero llegó a un resultado opuesto al que ellos pensaban, que era la reelección de Pinochet. Lo que es importante es que la oposición, hasta muy tardíamente, lo que quería era elecciones libres, y no el plebiscito. El Presidente Aylwin sostuvo hasta bastante al fina que deberían ser elecciones libres, había un comité por elecciones libres, que presidía Sergio Molina. En lo que sí se impuso Pinochet, y el régimen, es que fuera el plebiscito y no elecciones libres.