*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.
A comienzos de los 80, Jorge Arancibia -ex comandante en jefe de la Armada y ex senador- fue edecán de Augusto Pinochet. Su cercanía marcó a fuego no solo su mirada del régimen, sino también su carrera.
Partidario de la continuidad del gobierno militar pero más aún -y tal como se planteaba en la pregunta del plebiscito- de la permanencia de su exjefe por 8 años más en La Moneda, asegura que, si la elección fuera hoy, repetiría el voto.
¿En qué funciones estaba ese 5 de octubre de 1988 y cómo vivió esa jornada en lo laboral?
Yo estaba en ese momento en el Estado Mayor General de la Armada, era Capitán de Navío, en mi último año en ese grado, y era el jefe del departamento de Logística General. Estaba trabajando normalmente en mi oficina, no fue un día libre, yo al menos no lo tuve libre, y estuve hasta tarde en la oficina. Me quedé esperando, sino los últimos resultados, al menos la tendencia.
¿Cómo se manejaban las labores propias de las fuerzas armadas durante el plebiscito con el tema de la prescindencia?
A nosotros nos corresponde todo el control de los locales, donde estamos desplegados. Eso es un aporte a la función republicana, pero con prescindencia. Nunca, y se lo digo en los muchos años que estuve en la Marina, teniendo postura política, nunca hacemos de eso una orientación ya sea del mando a los oficiales o de los oficiales a nuestros cuadros permanentes. Eso está en el ADN nuestro.
¿Aun cuando en ese momento estaba mezclada la institucionalidad con la política?
Sí, pero con la Marina en una participación muy marginal. Yo recuerdo con mucha claridad cuando el Almirante Merino, en los comienzos del gobierno militar, cuando estaba todo el mundo expectante y viendo cómo se iba a participar en esta tremenda responsabilidad, él dijo: "la Marina a sus buques y sus cuarteles. El que va a actuar en política soy yo". Él asumió ese rol de participación política y se llevó a un grupo de asesores a trabajar con él. El tema económico fue uno de los que enfrentó con particular entusiasmo. Pero la Marina en general estuvimos al margen del acontecer político. Yo en mi carrera, aparte de haber sido Edecán del General Pinochet durante tres años – 80, 81 y 82 – nunca más estuve en un espacio político. El resto fue todo profesional institucional.
¿Esa experiencia como Edecán de Pinochet lo marcó en términos de la definición política que se tomaba en el plebiscito de 1988?
Indudablemente. Yo era un ferviente partidario de apoyar la idea de la continuación. Yo era partidario del Sí. Y podría hablar mucho y muy extenso de qué significó esa experiencia para mí. En cuanto a lo profesional, en lo personal, a la relación con el General Pinochet al conocerlo más íntimamente, fue algo que me marcó de por vida. Me enseñó muchas cosas.
¿Y sentía usted que era la persona adecuada para continuar?
Yo creía que sí. Porque el país ya había salido de su peor momento en lo económico, que fue por ahí por el año 82, 83, e íbamos en un franco proceso de crecimiento. Veía con mucha satisfacción como el país iba mejorando, se iba potenciando, estaba ordenado. Me gustaba mucho lo que yo veía y yo era un firme adherente al Sí.
Tomando esta misma perspectiva histórica, si hoy hubiese un plebiscito similar, ¿Habría más dudas en torno a si votar Sí o No?
No, yo creo que no porque mi adhesión a la figura del General Pinochet era y sigue siendo una muy potente. Yo creo que fue una persona que Chile algún día lo va a reconocer como el autor de las grandes transformaciones. Y no voy a hacer un análisis político más complejo pero Chile llegó a un quiebre el año 73. Se quebró y hubo que reconstruirlo. En esa reconstrucción creo que el gobierno de las Fuerzas Armadas y del General Pinochet en particular, fue fundamental. Si no hubiera hecho eso, no sé en qué proceso estaríamos ahora. Yo creo que fue fundamental para la historia de Chile, cuando se mire con perspectiva de tiempo, ese proceso. Con los costos que tuvo y con las dificultades que enfrentó, le cambió el destino al país. Y eso me hace a mí ser muy fiel a eso.
¿Cómo vivió el día después del plebiscito?
Fue un golpe para los que queríamos que esto continuara, pero ciertamente había un año de plazo en que había que definir cómo se iba a resolver esto en una elección presidencial. Iba a seguir gobernando el general Pinochet con la estructura que había. Más impactante fue cuando triunfó el presidente Aylwin porque ahí sí que ya se producía el cambio.
¿Había un convencimiento de que se ganaba el plebiscito?
Sí, yo creía que sí. Yo voté que sí. Pero como no estaba en la cosa política, yo estaba en mi mundo, en mis actividades, muy ocupado en lo que estaba haciendo, no tenía una visión de cómo se manejaba el resto de las cosas. Yo sí estuve en el plebiscito del 80. Ahí yo era edecán. Y en el plebiscito del 80 yo me moví al lado del presidente de la república por todo Chile. Nos recorríamos Chile entero. Yo conocí este país como no lo había conocido nunca. En los pueblos, en la ciudades, reunido con gente. Cuando tú ves eso que yo vi en el año 80, independiente que se diga que no habían actas, que no había esto o lo otro, la adhesión popular que yo veía ahí me llevaba a la convicción de que el plebiscito del 80 iba a aprobar la constitución y lo que se estaba planteando. El 88 estaba encerrado en otro espacio, dedicado a algo específico y muy demandante.
Y en un entorno institucional proclive a la continuidad…
Desde luego. Pero individualmente. A lo mejor había alguien dentro del equipo mío que pudiera estar por el No pero era poco probable. Me atrevería a decir que lo que nosotros compartíamos era una voluntad de que esto continuase.
¿Conversó usted con el general Pinochet después del plebiscito?
No. Había una diferencia muy grande de grados. Pero yo quedé con una muy buena relación con él, que fue lo que me llevó a ser Jefe de Estado Mayor de la Defensa (1992), yo siempre lo quise mucho en lo personal, lo conocí como persona y se conquistó mi adhesión sin límites, sin consideraciones.