*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.
¿Qué recuerda del 5 de octubre?
En lo personal tenía la idea de que ese día podría haber un desmán, por lo que el 4 de octubre mandé a mis hijas a la casa de un amigo y esa noche alojamos con mi mujer en el hotel Crowne Plaza casi al frente del comando del No. Estando ahí se produce el apagón y existían muchos rumores de que el comando podía ser asaltado. Nosotros, teníamos tres sistemas computacionales alternativos por si nos fallaba el de la calle Lastarria, por lo que estábamos preparados para que ocurriera algo extraño y la mejor prueba es que si yo hubiese estado tan tranquilo me habría quedado en mi casa alojando con mis hijas. Al día siguiente fui a votar temprano. Me sorprendió mucho la cantidad de gente en las filas. Me encontré con un par de tipos agresivos que me gritaban en la cara "¡Vas a perder! Tienes en la cara la derrota" y bueno, uno en ese momento lo único que quería es que esto funcionara en forma correcta por lo que ni les contesté. Pero me impresionó la disciplina, el orden, el respeto. Quiero destacar también el profesionalismo de las Fuerzas Armadas, porque si en algún lugar de votación un solo militar hubiera disparado hacia el techo, la gente hubiera salido huyendo. En cambio, fue como un reencuentro con las mejores tradiciones de Chile. Me emociona mucho.
¿En qué lugar votó?
En el Parque Arauco. Ahí estaba inscrito. Acuérdate que esto no fue el plebiscito del 80 donde no habían inscripciones ni registros electorales, aquí habían inscripciones y registros electorales y tú votabas donde te correspondía.
Por eso mismo, ¿cómo se convence a la población de que debían que inscribirse en los registros electorales?
Nosotros hicimos el trabajo de inscripción para ser o tratar de ser honestos. El comando del No es una parte, pero esto venía de mucho antes. Fue un proceso de muchos años, de formación, de reencuentros socialistas y demócratas cristianos y con gran un apoyo de la Iglesia Católica. Hoy que la Iglesia está en dificultades hay que recordar lo que fue el Cardenal Silva Henríquez, el Cardenal Fresno, los obispos. Con ese cuadro ya armado, cuando empezamos con el comando del No nos propusimos tres tares tareas fundamentales: la inscripción electoral; más voto no, y un mayor control electoral y, creo que fue muy clave que lo definiéramos de una manera tan sencilla, no eran veinte, eran tres.
La inscripción electoral fue un proceso que partió en medio de un escepticismo muy grande porque el primer inscrito fue, como todos sabemos, Augusto Pinochet en la mesa número 1 y naturalmente la gente nos decía "Así que esta es la cosa que ustedes quieren... cuéntenos otra". Pero ahí hubo cosas notables, la gente se fue inscribiendo, se fue inscribiendo y creando consciencia. Me acuerdo por ejemplo, que al principio eran más los demócrata cristianos, después empezó el mundo de los socialistas y el PPD. Un aporte fundamental fue el que hizo la Tencha Bussi. Cuando la autorizaron a volver, en el comando del No le pedimos a Sergio Bitar y a Luis Maira que fueran a hablar con ella a Buenos Aires y le dijeran que para nosotros era muy importante que llamara a inscribirse en los registros electorales porque ella era la cara más visible, más amable del allendismo. La Tencha fue notable. Se bajó del avión y lo primero que hace es el llamado, lo que permitió que los partidarios de Salvador Allende se sumaran de inmediato.
Los más difíciles fueron los del Partido Comunista, pero finalmente dos meses antes del plebiscito, muy tardíamente, llamaron también a votar. Por tanto fue un proceso largo que debió cumplirse paso a paso. No sacábamos nada con inscribir a la gente si después no iban a votar, esa fue la segunda etapa. La tercera era una contabilización muy cuidadosa de los votos. Las tres fueron, en esencia, nuestro camino.
¿En algún instante pensó que Pinochet no iba a ser candidato?
No existía ninguna posibilidad de tener un candidato de consenso, pero que Pinochet fuera el candidato era lo mejor que nos podía pasar. Si ponían una cara nueva, distinta, habría sido más complicado. Por eso mismo, cuando mi amigo Andrés Allamand decía que se la jugaran por otra cara, yo encontraba que su gesto era muy noble, pero lo más probable es que no lograran el resultado porque nosotros siempre preferimos dar la lucha en contra de un gobernante desgastado después de 16 años.
En el comando queríamos una elección competitiva en la que tuviéramos un solo candidato, pero en ese momento -hay que pensar que éramos 17 partidos- habría sido muy difícil ponerse de acuerdo. Teníamos un comité técnico con mucha gente y pensábamos que lo mejor que nos podía pasar es que el problema fuera Pinochet y que nuestro candidato fuera su rechazo.
Pinochet y su gente, muy torpemente, hicieron las dos cosas que nosotros ya habíamos analizado fríamente como el mejor escenario: que él fuera candidato y que la alternativa no fuera un nombre, sino una palabra: No.
¿Qué diseño tenían ustedes ante la posibilidad no menor de un autogol o un desconocimiento de los resultados? ¿Cuál era el plan B como comando del No?
Hay una cosa que es media compleja de explicar, yo te decía que esto consistía en inscribir a la gente, en lograr que votaran No y en controlar los puntos. En este tercer objetivo, nosotros hicimos algo que aprendimos mirando distintos fraudes electorales en el mundo y es que los fraudes electorales se hacen sobre cifras globales.
Cuando el gobierno nos invitó a una sala llena de computadores que ellos mismos manejaban y nos dicen: van a obtener x votos en la comuna x. Fuimos tajantes y les respondimos que no nos interesaba.
De hecho, no mandamos gente al edificio Diego Portales. Nosotros queríamos resultados mesa por mesa y en consecuencia, cuando dos días antes del plebiscito me llama el general Zincke para decirme "yo creo que usted es un demócrata, pero está acompañado de personas que no lo son – General, estamos en la misma, le dije yo - por lo que tengo la seguridad de que si nosotros ganamos ustedes van a desconocer el resultado,". Mi respuesta fue tajante: "mire general, hemos creado un sistema que es imposible que desconozcamos un triunfo si ustedes ganan. Es muy sencillo, nosotros no les vamos a dar un resultado de 40% de los votos en Huechuraba ni de 54% en Estación Central, le vamos a traer resultados de la mesa número 34 de mujeres en Huechuraba, y de la 20 de hombres en Chacabuco y como tenemos derecho a tener apoderados en todas las mesas de votación, vamos a traer actas firmadas, entonces cuando usted me diga: señor Arriagada cuál es su resultado y yo le respondo el número del 40% en Huechuraba, le estoy mintiendo".
Esa misma conversación la tuvo Gutenberg Martínez con la Fuerza Aérea y nuestra gente con la Armada y con Carabineros. La premisa era: vamos a hacer llegar resultados mesa por mesa con apoderados en cada una. Andrés Allamand nunca creyó que íbamos a ser capaces de tener 13 mil apoderados. La UDI fue el único partido que no quiso recibir el resultado mesa por mesa. Tuvimos 5 apoderados por mesa, uno de la DC, del PPD, del PH, del PR y esas actas las trasladamos a través de distintos medios a las centrales de acopio que había en cada comuna y cada comuna mandaba esta información a nivel provincial y de Santiago. En consecuencia no tenía sentido que fuéramos al Diego Portales porque en el edificio nos iban a dar datos generales y nosotros queríamos los de cada mesa, que además, venían todos firmados, lo que avaló un espíritu democrático. Eso fue clave.
No quiero posar de héroe ni de valiente, pero para personas como yo, el haber comprometido a más de 70 u 80 observadores internacionales de primer rango como Kennedy, Adolfo Suárez, que tenían conciencia del sistema que estábamos implementando, fue fundamental para impedir que el gobierno dijera que todo había sido un error. Eso habría sido un desastre.
Finalmente, cuando Matthei reconoce, ya era claro que habíamos ganado. Pero si Pinochet hubiera pegado el mangazo sobre la mesa, el gobierno habría tenido un panorama horrible, porque no se puede llegar y decir que "jugamos a que ganamos, nos dijeron que perdimos y nos fuimos a la casa". Eso era imposible, era subestimar la dosis de decencia que hay en todo ser humano. Por tanto, Pinochet no tenía otra alternativa que reconocer.
Pero fue a regañadientes…
Fue a regañadientes por una razón. Unos cuatro días antes del plebiscito nos invitaron a un cóctel en la embajada norteamericana donde estaba la esposa de Mick Jagger, Kennedy, Adolfo Suárez. En el jardín me esperaba el presidente del Instituto del Partido Republicano para decirme que en la encuesta del Centro de Estudios Públicos, aparecemos como ganadores por un millón de votos. ¿Le puedo pedir un favor?, le respondí, no la de a conocer. ¡Qué jefe de campaña más extraño!, me responde. No, le dije, están convencidos de que van a ganar y si usted llega y les muestra a través de una encuesta que van a perder podemos tener una reacción muy desagradable. Quedaron muy complicados. Al día siguiente me llamó y me dice que por protocolo la encuesta financiada por ellos deben darla a conocer antes del día de la elección por tanto, debía salir publicada el día 4, pero por una especial deferencia hacia ustedes, la vamos a difundir el día 5 de octubre en la mañana en Nueva York y con eso vamos a haber cumplido con nuestro protocolo y además, vamos a cumplir con la demanda que usted nos ha hecho. Nosotros siempre jugamos a la idea de que el entorno de Pinochet creía que ganaba y que la confianza de que ganaba era funcional.
¿Cómo fue ese incidente en que se suspendió la franja el 12 de septiembre, en donde salía el juez René García hablando de la tortura? ¿Provocó un mini terremoto en el comando?
No provocó un terremoto, pero lo que pasó fue que a esa altura era claro que nosotros habíamos ganado la franja. Quien la miraba decía "esto es fantástico" y fue un hecho mundial. Por el otro lado, la cosa era mediocre, entonces si ellos pateaban la mesa para que se cayera todo, era difícil dejarla caer porque habría dado lugar a otro escenario. Yo creo que el gobierno de Pinochet nunca se imaginó que íbamos a hacer la franja que hicimos, pero tal cual como venían las cosas, nos subestimaron y no hay nada peor que subestimar al adversario. Ellos debieran haber precavido que estos tipos éramos de cuidado. En cambio, nos miraron en menos.
¿Cómo fue la decisión en la que usted intervino sobre lo que estaban planificando un grupo de políticos que estaban pensando en otro tipo de franjas? ¿Fue un "golpe en la mesa"?
Si claro, fue, pero voy a ser bien franco. Cuando nosotros empezamos este comité técnico, con una cantidad de intelectuales, sociólogos, analistas de encuestas, publicistas, políticos, descubrimos que el tema central era que el gobierno creía que nos íbamos a instalar en Santiago con una mesa de escritorio, un vaso de agua y con un político tras otro hablando, y eso era la destrucción total. En cambio, dijimos, esto es más complicado. Ellos iban a hacer su campaña a través de los alcaldes, hay que acordarse que todos los alcaldes eran nombrados por el régimen militar, y que prácticamente todos los gobernadores e intendentes eran militares, entonces decidieron hacer el trabajo que hacen las alcaldías en su franja.
Nosotros dijimos no, si vamos a estar preocupados de cómo salimos en la página C3 de El Mercurio o de hacer conferencias de prensa lateras de cuatro políticos discutiendo, estamos liquidados. Entonces fuimos directamente a las bases y frente a cada alcalde creamos un comando comunal, generamos un contra poder con la gente y se empezaron a meter políticos, dirigentes sindicales y cuando llegó la franja del No decidimos armar una cosa mucho más fuerte con los intelectuales, los artistas. Y en eso tengo responsabilidad, si tú miras la franja hablaron muchos dirigentes políticos, el único que no habló fui yo, porque el que cuida la mermelada no puede cucharearla, ¿cómo imponías respeto? Entonces dije: hay que reducir la participación de los dirigentes políticos. ¿En favor de quién? En favor de la cantidad de artistas, de intelectuales, de gente, de jóvenes. Y fue un gran acierto. Además, fue hecho con finura y estéticamente muy bien. Los intelectuales pintando, los artistas de televisión. Creo que tuvo un sentido de proporción y de realismo perfecto.
¿Ustedes se percataron con los errores de la franja del Sí con la exmujer de Ricardo Lagos?
Eso fue una ordinariez y una cosa inaceptable. Ellos decidieron contestar nuestra franja y nosotros nunca contestamos la de ellos. Teníamos nuestro propio objetivo y nada nos separó de eso. Cuando armaron estas cosas, de los incendios, del desorden, no los tomamos en cuenta. Y fue una decisión razonable porque, si no hubiésemos terminado en una lucha de dos odios: el odio de ellos a esta cosa horrible que venía con las quemas de buses y nosotros, con el odio contra las militares. En la franja tocamos a Pinochet, pero nunca tocamos a las Fuerzas Armadas. Poca gente fue nuestro objetivo.
Sin embargo, se decía que la franja hablaba más de economía que de Derechos Humanos.
Eso es interesante, cuando partimos, incluso un año antes que se creara el comando del No, formamos tres comités de elecciones libres, uno de personalidades, que dirigía Sergio Molina, uno de la izquierda, que comandaba Ricardo Lagos y otro de la Alianza Democrática con Andrés Zaldívar, y ellos tres me nombraron secretario ejecutivo.
Lo que fuimos descubriendo es que la gente quería un mensaje que no fuera de odio, entonces trajimos unos encuestadores increíbles, e hicimos encuestas. Fuimos los primeros en Chile en hacer focus group. Estos nos indicaron que lo que la gente tenía era miedo, una falta de dignidad y de seguridad y que sobre esa base debíamos trabajar. Al preguntar por las prioridades, la respuesta era mejores salarios. El tema de los derechos humanos quedaba muy abajo porque se asociaba a una crueldad, a una memoria de terror que la hacía distanciarse. Por tanto nuestro criterio fue que no podíamos abandonarlos, pero había que darle una cara amable, no de odio. Teníamos dos alternativas: una era mostrar una cárcel, con gritos, ruidos, llantos, lo que revivía la idea de la indignación, del atropello y la otra era tratarlos de forma positiva. Ahí hay algo que a mí siempre me emociona cuando lo cuento, lo de Carlos Caszely. El futbolista sentado, hablando de la crueldad del régimen y de repente aparece una señora y dice: esta es mi madre, mi madre fue detenida y le pasaron cosas horribles. Me acuerdo de la gente llorando frente a la televisión porque fue un esfuerzo de recuperación. Nuestros primeros focus señalaban que los DD.HH eran poco importantes pero a medida que fuimos mostrando el tema se fueron haciendo cada vez más importante.
Respecto al papel del PC, ¿cuál es su valoración a 30 años de eso? ¿Qué fue lo que lo hizo cambiar el año 88 y decidió llamar a votar?
El Partido Comunista bajo Allende fue el partido más moderado de la UP y estaban en contra del extremismo. Pero después del golpe militar perdieron la brújula y entonces bruscamente -mientras los socialistas empezaron a caminar hacia una un acuerdo que fue la Alianza Democrática, el Nacional, la alianza con la DC y el comando con el No- el PC empezó a caminar curiosamente en el sentido equivocado. Plantearon la lucha armada, se metieron en un conjunto de atentados brutales y terminaron en el contrabando de armas más grande que se haya hecho sobre una nación democrática y luego con el atentado de Pinochet. Entonces más de allá de que uno pueda juzgar estos hechos en términos morales fue una estrategia profundamente equivocada y cuando nosotros señalamos que el camino era el plebiscito y el comando por el No, el Partido Comunista fue el último en sumarse. Yo tengo que ser honrado con ellos en el sentido de que al final lo hicieron, pero la verdad es que el PC se sumó a la hora undécima.
Puedo decir algo más, en el tiempo de las grandes marchas en Santiago, que no tienen que ver con el comando por el No ni con la franja, sino con cientos de miles de personas, nosotros, los comités de elecciones libres y las juventudes del PS, PC Y DC, decidimos que esas marchas tenían que tener un orden, que no podían haber encapuchados ni tipos haciendo destrucciones y ahí con el PC hicimos un buen pacto para llegar y sacar de nuestras marchas a los extremistas que ensuciaban las manifestaciones. En ese sentido yo creo que el PC colaboró con la DC con el PS, incluso en los últimos 7 meses también lo hizo el MIR.
¿Hay algún personaje que la historia haya olvidado?
Creo que fuimos poco deferentes con Patricio Bañados. Antes de ir a buscar a Patricio, fueron muchos los que nos dijeron que no, entonces cuando le propusimos ser la cara de la franja, había que pensar bien qué podíamos perder. Y él fue notable. Y no hemos sido lo suficiente agradecidos con todo lo que arriesgó.
Pero el gran olvidado es el militante base. El que armó los comandos comunales, el que salió a las marchas, el que hizo el puerta a puerta, el que recibió la crítica de su amigo, de su mujer, al que le decían "¿Te vas a meter en esto, imagínate si perdemos, qué va ser de ti?". Ellos y ellas fueron los grandes actores, no los generales que recibieron medallas y honores.
¿Cómo ha cambiado Chile en estos últimos 30 años? ¿Cuál es el cambio que visualiza más fuerte?
El inicio de la transición y los 25 años siguientes son el periodo más brillante desde el punto de vista del desarrollo económico, social y político que Chile ha tenido en un siglo. Desgraciadamente, la gente que hizo eso nunca lo defendió como se merecía y este último tiempo ha terminado como un periodo más bien mediocre, de compromisos inaceptables y eso es, a mi parecer, un gigantesco error. Mira los datos: crecimiento económico, reducción de la pobreza, respeto a los derechos humanos, encarcelamiento de generales. Si comparamos, por ejemplo, con la dictadura en Brasil que terminó en el año 1985 y que tuvieron una comisión de verdad y reconciliación recién el año 2014. Nosotros, en cambio, terminamos con la dictadura el 89, 90 y la comisión de Verdad y Reconciliación fue el año 1993. En consecuencia, creo fue un periodo realmente glorioso desde el punto de vista de sus resultados. Sin embargo, me impresiona -y lo decía muy bien un filósofo de derecha- que un grupo de gente honorable que hizo las cosas tan bien, no haya tenido ni el coraje ni la paciencia para defender su trabajo.