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Al tenis llegué por rehabilitación. Tuve un accidente en el año 2008, sufrí una caída de altura y eso me provocó una paraplejia.

Entré a Teletón y empecé con kinesiología, terapia ocupacional y talleres deportivos, dentro de los que estaba el tenis. Ahí comencé a jugar. Al principio el objetivo era netamente aprender a mover la silla de ruedas, porque tenía que enfrentarme a andar en ella y hasta ese entonces no tenía idea cómo. De a poco me empezó a gustar cada vez más, me enganchaba cada vez más e iba todos los miércoles a ese taller.

Cuando competí en mi primer torneo, dije: “Por aquí va la cosa”. Me gustaba mucho más que un hobby y ahí comencé a dedicarme al deporte.

Antes del accidente no practicaba ningún deporte. De hecho, era muy mala. En las clases de educación física era “matada”, me escondía para no hacer la clase, hacía tres abdominales...muy mala. En algún momento, como taller extraprogramático, hice básquetbol y eso me gustaba harto, pero sólo para pasarla bien.

El tenis fue una salvación para mí, por todo lo que me estaba pasando física y psicológicamente tras el accidente. Fue un golpe psicológico muy fuerte para mí y para mi familia. El deporte fue como una vía de escape, me sacó de todas esas cosas que me estaban pasando e incluso, con la condición en la que estaba, me estaba permitiendo pasarla bien, disfrutar.

Conocí a otros deportistas que se dedicaban profesionalmente al tenis y ellos competían como si nada. En ese momento me di cuenta que la discapacidad, por lo menos en otras personas, no era un obstáculo y eso me dio la inspiración de que no tenía por qué serlo para mí.

El tenis me ponía desafíos constantemente, que podrían parecer súper chiquititos, pero que significaban mucho para mí. Hasta el día de hoy, que pareciera que sé jugar mejor, sigo teniendo desafíos en cada entrenamiento, en cada competencia a la que voy.

Soy muy estricta, pero también hay que dar espacios a disfrutar de lo que uno hace, porque si no no tiene ningún sentido y todo se pone muy tedioso, muy aburrido.

Hay un déficit muy grande en la parte inicial de la carrera de los deportistas, en la etapa de desarrollo. Nadie los apoya en esa etapa, solamente tienen los aportes de las familias, pero si la familia no cuenta con los recursos, el deportista llega hasta ahí. Eso me da mucha rabia y creo que todavía necesitamos hacer un cambio ahí. Si bien hemos reconocido a los deportistas paralímpicos, si queremos que haya una mayor cantidad de talentos, que se logren más medallas o mejores resultados, tiene que haber un apoyo significativo desde la base.