No hay que morir para transformarse en un fantasma. Los vemos todos los días, o más que verlos, los percibimos. Porque pocas veces se le mira a los ojos a alguien que ofrece un servicio. Puede ser la cajera de un supermercado, el hombre que limpia las ventanas de un edificio en Sanhattan, colgado en las alturas, o la nana de la casa. A veces también, cuando eres un allegado, dejas de tener una presencia física tangible. No podemos hacernos los tontos: la ciudad está llena de seres invisibles.
Juan Cruz Giraldo y Collage: Ignacia Errázuriz
25 abr 2024 09:51 AM