En 1961, Luis Valdés Quevedo, habitante de Catillo, un pueblo de casas bajas y olor a leña en la comuna de Parral, escribió en el diario colombiano El Campesino un anuncio: "Chileno quisiera entablar comunicación con algún colombiano". El resultado fue un intercambio epistolar que duró 40 años con Hernán Aguilar, un agricultor que vivía en medio de las guerrillas. Hoy ninguno puede recordar cómo fue su amistad a la distancia: el colombiano tiene alzhéimer y el chileno murió hace más de una década. Pero sí queda la voz de quienes los conocieron y, claro, algunas de sus cartas para reconstituir esta historia.