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Es distinto la presencia militar en asuntos puntuales, como una emergencia o crisis, que de manera permanente. El riesgo de militarizar la sociedad tiene riesgos profundos para la democracia, algo que sabe con mucho dolor la izquierda en Chile, que pagó altos costos después del golpe militar de 1973 y que al alcalde Vodanovic pareciera no importarle.
"La Democracia Cristiana se va a convertir en un incordio en este gobierno. Buena parte de sus ex militantes e incluso varios activos fueron importantes en la campaña del Rechazo y lograron herir de muerte a la nueva Constitución".
Probablemente al final del período, también los empresarios terminen amando a Boric y le reconozcan que fue capaz de apostar por el realismo y la renuncia de sus antiguas posiciones frenteamplistas. Cabe preguntarse cuál es el camino que lleva a Boric a ser amado, o al menos respetado, en el tiempo.
Todos los datos muestran que es altamente probable que voten más de 10 millones de personas en el acto plebiscitario. De ser así, habría al menos 1,8 millones de personas que nunca han participado en una contienda electoral, y cuyo comportamiento es bastante difícil de predecir.
¿Qué explica ese exceso de piel delicada ante la expresión de la ministra sobre golpes en la cabeza? Nadie lo tomó como un diagnóstico médico, sino que salieron en masa los diputados a victimizarse y provocarle un daño mortal al gobierno. Más allá de los cálculos políticos, hay en la personalidad de la doctora una cierta tendencia al desparpajo que molesta en el mundo político.
La falta de seguridad pública es una amenaza real a la democracia. Si bien no tenemos el nivel de delitos que padecen otros países latinoamericanos, es fuera de toda duda que vivimos una escalada, una policía sin los niveles de apoyo anterior como reconoció el propio general director, mayor poder de fuego de las bandas delictuales; y señales incipientes de la existencia de grupos criminales que actúan con impunidad en zonas donde el Estado no puede entrar.
El país en la situación que vive necesita una centroderecha democrática que haga una oposición responsable, y no lo que se ha visto en el Congreso, donde opositores buscan llamar la atención con polémicas absurdas, o poniendo velas en churrascos para burlarse del Presidente.
El fin del Senado no marcará ni más ni menos puntos en la decisión de las personas en plebiscito de salida. Ha generado mucha más pasión y discusiones entre incumbentes que otras decisiones polémicas del organismo constitucional. Cabe preguntarse, entonces, por qué tanta preocupación por el Senado, y cuál es el sistema político que están dibujando los convencionales. Curiosamente ambas preguntas están relacionadas.