Había trabajado en teatro y participado en una serie italiana de Netflix, pero su nombre era desconocido para la mayor parte del mundo. Con el estreno de la elogiada película de Paolo Sorrentino y su premio en el Festival de Venecia, el intérprete de 22 años apareció en el radar para instalarse entre los talentos más promisorios del momento. Vulnerable y apasionado, su despliegue en pantalla le augura un gran futuro, aunque se toma con calma las comparaciones. “Soy una persona diferente y no soy tan bueno como Timothée Chalamet”, ha dicho.