El purpurado australiano, inculpado por la policía de su país, es el prefecto a cargo de la delicada tarea de sanear y ordenar las finanzas vaticanas. Ahora dejó sus funciones para preparar su defensa. Sus detractores lo acusan por sus actos como sacerdote y obispo y por apoyar a un religioso condenado luego por pedofilia. El cardenal calificó los cargos de "falsos".
Pedro Schwarze
29 jun 2017 07:44 PM