Un grupo de veinticuatro mujeres mapuche pehuenche de Alto Biobío descubrió que sus peleros “ojito de perdiz”, esos que hacían desde siempre para abrigar y acolchar la montura de los caballos, no solo tenían un valor patrimonial único, sino que con ellos podían acercar su aislada comunidad al resto de Chile y generar una fuente de ingresos que les diera mayor autonomía. Aquí, cómo lo lograron.
Por: Antonia Cordero / Fotos: Ly González y Daniela Castillo
4 oct 2024 09:25 AM