La transmisión televisiva del grupo de inmigrantes haitianos embarcando un avión que los llevaría de vuelta a su isla era la cobertura del fracaso del proyecto de cientos de seres humanos que en algún momento tuvieron la esperanza de mejorar su futuro, pero que acorralados por la desesperación, preferían volver. Exhibir de ese modo su frustración me pareció una crueldad innecesaria, una puesta en escena que tenía un entusiasmo perverso. El país al que habían llegado escapando de la miseria los despedía y anunciaba que el viaje de retorno era un gesto "humanitario". Uno de ellos resumió en una frase su paso por Chile: "Yo vine buscando vida, pero aquí no hay vida". La conclusión la hacía un inmigrante del país más pobre del hemisferio occidental.
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El chileno no es cruel, es solidario. El problema es que la solidaridad aquí se entiende como un gesto cercano a la caridad y emparentado con la condescendencia. Un ritual anual o mensual bien difundido que nos recuerde a nosotros mismos lo generosos que somos con quienes viven en la dificultad o el desamparo. Valoramos más la lástima que el respeto.
Óscar Contardo
3 mar 2018 02:57 PM
A través de este programa, los funcionarios aprenderán parte de esta lengua en modalidad e-learning, además de recibir información de la cultura de ese país.
Yanara Moya
23 feb 2018 08:40 PM