Durante mucho tiempo, expertos asumieron que las cruces grabadas en abundancia en las paredes de la iglesia más sagrada del cristianismo eran grafitis, pero pueden ser obra de albañiles medievales a quienes los peregrinos les pagaron para tallarlas. Venerada como el lugar de la crucifixión y el entierro de Jesús, la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén suele estar repleta de fieles y clérigos, lo que ha dificultado estudios en su interior, pero renovaciones en 2018 en una de sus capillas dieron a la Autoridad de Antigüedades de Israel y al Colegio Académico Hadassah de Jerusalén una oportunidad.