La potente ola ingresó por la parte de atrás del escenario arrastrando los instrumentos musicales, equipos y a los mismos integrantes del grupo "Seventeen". Fuente: Twitter/@SkyAlertMx
Sofía Solar
23 dic 2018 09:10 AM
La potente ola ingresó por la parte de atrás del escenario arrastrando los instrumentos musicales, equipos y a los mismos integrantes del grupo "Seventeen". Fuente: Twitter/@SkyAlertMx
Irma Zepeda Ortiz (83) nació en Vallenar pero apenas cumplió 21 y pudo trabajar se instaló en Limache a hacer clases. A los 23 se casó un con compañero de trabajo con el que lleva 58 años de matrimonio. Es mamá de tres y abuela de cinco. Aunque está jubilada, cuando se presenta dice: "Soy profesora de artes". Es que las artes, y sobre todo los niños, han sido su gran pasión. "He tenido muchos dolores", dice aludiendo a la parálisis que la dejó sorda del lado izquierdo, "pero cuando hay amor, el dolor desaparece".
En las imágenes además se puede ver al menor M.P.C. arrodillado y maniatado en el minuto de su detención.
El también subsecretario de Hacienda, Francisco Moreno, se refirió a la visita de Boric y Orsini a Palma Salamanca y aseguró que jugaron un rol de "groupie de banda de rock".
Al alcanzar el nivel 40 su personaje dejó de morir a pesar de sus incontables intentos.
A los 84 años de edad, falleció el empresario que le arrendó una oficina a Nintendo e inmortalizó su nombre para siempre.
Cerca de $600 mil puede costarle los servicios básicos de una funeraria, pero si quiere puede pagar más de $5 millones por la versión premium, con vehículos, cafetería y hasta coro lírico si quiere estar seguro que lo van a llorar. A eso se suman los gastos en sepultación, los derechos de sepultación y la mantención de la tumba, ítemes que superan los siete dígitos, y de los que puede zafar si opta por ser cremado. Acá, los números de la muerte en este Halloween.
El helicóptero se estrelló el sábado luego de despegar del King Power Stadium, con el dueño del club de fútbol a bordo y otras cuatro personas. Fuente: YouTube/Jonathan Justiniano
Después de casi 70 años de matrimonio, Hilda Pizarro y Harald Broschek murieron juntos, solo con horas de diferencia. En la misa de despedida, los dos ataúdes, exactamente iguales, estuvieron uno al lado del otro. Los novios volvieron a encontrarse en el altar de una iglesia atiborrada en flores, despedidos con un concierto de violín de fondo.
Los restos del artista fueron exhumados en mayo de 2015, con el fin de lograr esclarecer los factores que rodean su fallecimiento. Sin embargo, todavía no se ha llegado a una conclusión. Sin embargo, el 8 de septiembre de 2017 la Corte de Apelaciones de San Miguel ordenó revocar la resolución que declaró cerrado el sumario (del 28 de junio de ese año) y reabrir el expediente que caratuló el deceso del artista como un suicidio.
Quince extraños, cinco botellas de vino y dos horas de conversación para abordar un solo tema: la muerte. Esa es la ecuación de los Cafés de la Muerte en Chile, una iniciativa que nació en Londres hace siete años y que ha crecido exponencialmente en el mundo. La idea es hablar con desconocidos de lo que pocas veces se habla: el fin de la vida. ¿El resultado de estos encuentros? Siempre inesperado.
Mi abuelo materno se suicidó a los 47 años, cuando yo ni siquiera había nacido. Mi papá se quitó la vida a los 46, cuando yo recién había cumplido 18 años. Ahora tengo 37, y me preparo para entrar a los 40, una década que ninguno de los hombres de mi familia ha sobrevivido. Aunque no tengo ninguna intención de perpetuar esta tradición familiar, los entiendo. Más que elegir morir, me parece que con sus muertes ellos tomaron una decisión de vida. Y yo, por mi parte, voy a tomar otra.
El ingeniero civil Mauricio Riquelme ha pasado los últimos 30 días hospitalizado combatiendo un cáncer en estadio avanzado, del que sabe que no se va a recuperar. Sin embargo, no le tiene miedo a la muerte. Si hay algo que aprendió durante este tiempo ha sido aceptar cuando las cosas ya no están en sus manos. Aquí, lo que ha reflexionado sobre el tiempo que le queda y la vida que vivió.
Pasó un año y cuatro meses desde que le diagnosticaron un cáncer avanzado a mi mamá y el día en que se murió. Ella dejó todo escrito en un cuaderno: las canciones, las flores y el tipo de cajón que quería para su funeral. Íbamos a ir a París pero ese viaje quedó pendiente. Tuve sus cenizas por años guardadas en una bolsa Ziploc, en mi clóset, hasta que después de dos años decidí comprarme un pasaje y partir.