Intuyo que debe existir algún vínculo entre las condiciones de vida de los profesores y los paupérrimos avances en educación en nuestro país, con los magros resultados en habilidades lectoras y matemáticas de los chilenos o con el estancamiento en los índices de desarrollo. Sospecho, también, que debe haber una conexión entre la pauperización romántica de la profesión docente -el profesor es más virtuoso mientras peor malvive, mientras más dificultades enfrenta- con el escaso interés en la investigación y la desconfianza que nos provoca como sociedad cualquier señal de creatividad.