Cambió el brillo de una destacadísima carrera internacional como fotógrafo, por el polvo seco y la soledad de un pueblo perdido en el Valle del Limarí. Mucho antes de su muerte, Sergio Larraín Echeñique ya se había transformado en un mito viviente. Aquí, se descifra algo del enigma.
Rosario Mena
3 mar 2012 10:05 AM