Esa frase no la pronunció Francisco Dittborn, sino que la escribió. Porque su enfermedad degenerativa, la ELA, partió por robarle el habla a este empresario. Pero él no baja la guardia. Hoy gasta sus días en el nuevo Museo Taller, un espacio dedicado a la carpintería que armó para transmitir su amor por ese oficio.
Patricio de la Paz
28 jul 2017 07:09 PM