Hace pocos años en Santiago, la escena honguística comestible se reducía al champiñón París y las callampas secas, de cultivo por cierto. Después hizo su entrada el ostra, más adelante el shiitake, y punto. Pero alto ahí, que en esta temporada otoñal y producto de una serie de iniciativas que unen conocimiento, recolectores, comercialización y curiosidad, la canasta de hongos se amplió. Una explosión que hace convertirse en duendes aunque sea por una sentada. Un cambio de actitud y costumbre para un alimento con mucho más valor que su mismo sabor. Entréguese a este reino que ahora incluye hasta trufas chilenas.
Por Raquel Telias Producción Isabel M. Carrasco Fotos Alejandra González
3 jul 2017 03:03 PM