Daniel Riveros (29) estaba en una junta con sus amigos de colegio cuando escuchó por la radio que había desmanes en el metro Elisa Correa, en Puente Alto. Inmediatamente pensó en su mamá, Myriam Pizarro (54), dueña de la tienda de ropa reciclada Bossanova, ubicada dentro del supermercado Mayorista 10 de Concha y Toro, a menos de 100 metros de la estación. La llamó, pero ella ya sabía lo que estaba pasando.
A Myriam Pizarro le apasiona el reciclaje y el vestuario. Como es hija de modista, desde niña se rodeó de telas e ideó diseños. Asegura que nunca ha ido a un mall por ropa, porque prefiere comprarla usada, arreglarla y adornarla a su gusto. Esta pasión la llevó a instalar la tienda en Puente Alto, donde vive actualmente, pues sentía que las prendas que llegaban a su comuna no eran tan lindas como las que veía en otras. Asegura que su proyecto cumple un rol emocional, puesto que le ayuda a lidiar con su depresión endógena.
El sábado 19 de octubre, Pizarro decidió irse antes de lo presupuestado del trabajo, por los disturbios que había en el sector de Elisa Correa. Caminó por 15 minutos, hasta llegar a su casa. Alrededor de las 20 horas, su hija Valeria (18) le gritó cuando vio en su celular que estaban entrando al supermercado donde ella tenía su tienda. Pizarro se resignó a esperar al día siguiente para ver su local y evaluar los daños del negocio que inició en 2016.
El sábado 19 de octubre, alrededor de las 20 horas, la hija de Myriam Pizarro le gritó cuando vio en su celular que estaban entrando al supermercado donde ella tenía su tienda
El domingo se levantó temprano. Llegó en compañía de sus hijos a la entrada del supermercado. Vio la farmacia y la peluquería sin sus respectivos productos. Evidentemente habían sido saqueadas. Caminó hasta su tienda y descubrió que no fue robada, sino incendiada. Nadie se lo quiso decir antes. Pérdida total de su único sustento. Y el único local quemado de todo el supermercado Mayorista 10. La ruptura de una cañería sobre el local Bossanova evitó que el fuego se expandiera al resto del recinto.
La familia avalúa la pérdida del local en 7 millones de pesos y es uno de los 6.791 negocios que hasta la semana pasada habían sufrido saqueos, incendios o desmanes, según el catastro nacional realizado por el Ministerio de Economía. Además, Myriam Pizarro perdió un estimado de 2 millones en ropa guardada en bodega, alguna comprada hace apenas una semana antes del incendio. Sus hijos, Valeria y Daniel, comenzaron a tomar fotos de la tienda esa misma mañana. Una de estas imágenes (foto de abajo), de la reacción de Pizarro dentro de su tienda, fue la que escogieron para pedir ayuda a través de redes sociales.
La campaña partió con la intención de que motivara a familiares y amigos a ayudarla. Redactaron un texto que comenzaba con unas disculpas por crear la publicación con fines personales en el contexto del estallido social. En el post se pide un aporte con lo que esté al alcance de quien vea la publicación. "Somos los hijos poh, y necesitábamos hacerlo. Entonces sacamos esa foto y la publicamos", justifica Daniel Riveros. Para los tres fue una sorpresa el resultado: la imagen ha superado los 18 mil likes en Instagram desde su publicación, el 20 de octubre.
Aunque no le gusta usar redes sociales, Myriam Pizarro agradece que el post de su hijo se haya viralizado. Lo que más le han donado ha sido ropa, para que ella pueda volver a vender. La masificación de la campaña llegó al punto en que la familia había recibido tanta ropa, que fue capaz de donar prendas a otras tiendas que las necesitaran. Daniel Riveros revela que pudieron regalar una bolsa llena de ropa de guagua al primer hombre que los ayudó, como forma de retribución, pues, cuando él fue a donar polerones a la casa de Pizarro, les contó que próximamente tendrá un hijo. A la emprendedora le parece increíble que la gente esté dispuesta a ayudarla sin siquiera conocerla; solo confiando en el post que difundieron sus hijos.
Gracias a la campaña, que aún sigue, la familia logró organizar una venta de ropa reciclada que recaudó alrededor de un millón de pesos
Gracias a la campaña, que aún sigue (el correo de contacto es myriamp.oficial@gmail.com), la familia logró organizar una venta de ropa reciclada que recaudó alrededor de un millón de pesos. Esto, debido a que un grupo de personas, que según Riveros prefieren mantener su identidad protegida, le ofreció una propiedad en Vitacura para ordenar y vender las prendas, además de prestarles colgadores y ayudarlos a planchar. Tras la venta, le llegó más donación de ropa y el 80% está separada, según categorías, para poder venderla próximamente. Sin embargo, Pizarro no tiene un lugar para hacerlo, pues en su casa no hay suficiente espacio. Como opciones, baraja arrendar un local durante un fin de semana para ofrecerla.
El cariño que sentía Myriam Pizarro por su negocio era tan grande que, incluso, ha fantaseado con la mercancía que perdió mientras duerme. "En un primer momento no me acordaba de lo que habían quemado, pero después empecé a soñar con el vestido calypso, el vestido hindú... Eso me causó mucha pena". Aunque fue un golpe duro, asegura que en ningún minuto ha sentido rabia. Su hijo Daniel Riveros, incluso, pide no ensuciar las demandas del estallido social con lo sucedido a su familia. "Enojarte con el mundo no te deja crecer. Tienes que reinventarte, tomar la solidaridad de la gente y salir adelante", propone la dueña de la tienda Bossanova.
Mi casa es tu casa
A Janett Torres, dueña de las perfumerías Jocy-Cat, le saquearon sus dos locales. El 20 de octubre, y a plena luz del día, robaron y destruyeron los dos supermercados donde ella vendía desde hace cuatro años: el Tottus de Peñaflor y el de Talagante. Los saqueadores no dejaron una botella de perfume. Entre los dos locales, la empresaria avalúa las pérdidas en 60 millones de pesos.
Otro de los afectados, y que también tenía un puesto dentro del supermercado Tottus de Peñaflor, es Gino Cerrutti (foto principal). Dueño de un bazar que fue completamente saqueado y destruido, es nieto de Carlo Cerrutti, quien, hace 73 años, fundó una tienda construida de adobe que lleva por nombre su apellido de origen italiano. Nació como una librería y juguetería, pero se transformó en la primera multitienda de Peñaflor, en los años 50. En los tiempos en que la zapatería Bata experimentaba su auge, cuando tuvo más de 5.000 trabajadores, eso se tradujo en el apogeo de la tienda Cerrutti. "Cuando comenzó a decaer la fábrica, también lo hizo la tienda. Quedamos con muchas deudas y con mucha plata en la calle que hasta no hemos podido cobrar", reconoce Gino Cerrutti.
El alcalde de la comuna, Nibaldo Meza (DC), confirma que la tienda mantenía una deuda por concepto de patente de alrededor de 14 millones de pesos. El monto que acumuló la familia provocó que la municipalidad de Peñaflor clausurara el recinto en 2016. Gino Cerrutti optó por no continuar con el negocio familiar que heredó y dedicarse a sus bazares dentro de Tottus, por lo que la tienda estuvo sin ningún uso por tres años. Sin embargo, al igual que a Torres, los saqueos lo dejaron sin local para vender por un periodo aún indeterminado.
El estallido social hizo que las historias de Janett Torres y Gino Cerrutti se unieran. Desde la Cámara de Comercio de la comuna llamaron a los locatarios afectados a una reunión en la municipalidad para determinar qué se podía hacer. A Cerrutti le ofrecieron funcionar en su antigua tienda familiar. Pero él, inmediatamente, pensó que el tamaño del recinto, de 240 m², era suficiente para acoger a los nueve comerciantes afectados. Propuso la idea ante la Cámara y el jefe de Desarrollo Económico de la municipalidad, y se llegó a un acuerdo.
A Cerrutti le ofrecieron funcionar en su antigua tienda familiar. Pero él, inmediatamente, pensó que el tamaño del recinto, de 240 m², era suficiente para acoger a los nueve comerciantes afectados
El alcalde Meza accedió a través de un decreto alcaldicio a la reapertura del lugar como local comercial para los nueve afectados y autorizó el traslado temporal de los comerciantes a este espacio ubicado en 21 de Mayo 4536, en Peñaflor. Su funcionamiento durará hasta el total restablecimiento de los locales originales en que ellos estaban establecidos, lo que no significa que la deuda quede perdonada. Cuando los locatarios sean reubicados, Cerrutti espera arrendar el recinto.
Entre los comerciantes de Tottus hicieron un grupo de WhatsApp. En él, Cerrutti les informó sobre la posibilidad de vender en su tienda sin ningún costo, pues todos ellos contaban con sus patentes comerciales al día. "Me he sentido bien acogida, un poquito más confiada de poder seguir adelante", dice Janett Torres, mientras vende sus perfumes al ritmo de "Estrechez de corazón", de Los Prisioneros. Cerrutti cree que la reapertura del local, que hoy atiende en compañía de sus hijos, ha generado sentimientos de nostalgia en la comuna. "Doy fe de que mi papá y mi tío siempre tuvieron la mejor disposición para entregar ayuda a los que la necesitaran. Por eso la gente en Peñaflor nos quiere harto", asegura.
Los humildes de Quillota
La madrugada del martes 29 de octubre fue compleja en Quillota, Valparaíso. Tres incendios ocurrieron simultáneamente, tras una seguidilla de barricadas. Un Easy, un Scotiabank y la Feria Modelo del parque Aconcagua fueron los tres puntos que movilizaron a los bomberos de la comuna. En esta última, 14 puestos construidos de lona, madera y láminas de metal fueron totalmente consumidos por las llamas. El siniestro desintegró la mercadería y la estructura del lugar de trabajo de los feriantes que esperaban vender durante el último fin de semana largo de 2019.
El fuego comenzó pasada la medianoche del martes. Humberto Sandoval, jubilado de 66 años y uno de los comerciantes afectados, vio el fuego desde su casa, a dos cuadras de la feria. Pero llegó cuando nada se podía hacer. Se quedó en el lugar hasta las 4:00 am, con sus compañeros, para evitar que prendieran fuego a más módulos. El hombre, que ha trabajado en la feria desde 1999, tenía tres, el 151, 152 y 153. Todos fueron consumidos por el fuego. Lo que más lamenta es la quema de sus máquinas para vender helados y bebidas. Sandoval avalúa sus pérdidas en 600 mil pesos.
Humberto Sandoval, que ha trabajado desde 1999 en la Feria Modelo del parque Aconcagua, en Quillota, tenía tres puestos. Todos fueron consumidos por el fuego
Aunque no existen cámaras de seguridad en el recinto, el alcalde de la comuna, Luis Mella (DC), insiste en que el hecho fue premeditado. "Estamos absolutamente convencidos de que fue intencional. Esto se produjo debido a que la gente de la barricada actuó violentamente", asegura. Sin embargo, el alcalde rescata que la desgracia provocó inmediatas reacciones de ayuda. "Al darse cuenta de que le quemaron el puesto a los más humildes de Quillota, hubo una respuesta tremenda de toda la comunidad", comenta el edil.
Durante la mañana del martes 29, desde la alcaldía de Quillota, comuna en que el 55,5% de los habitantes vive con menos de 165 mil pesos al mes, según el CIDEP de la Universidad de Valparaíso, anunciaron una campaña para reunir fondos y abrieron un listado de materiales para que todos puedan ayudar. La municipalidad recibió ofertas de empresarios y de vecinos, mientras que otros ayudaron directamente a los feriantes. La comunidad organizó bingos, actividades artísticas y rifas para ayudar.
La meta del alcalde es reunir cinco millones de pesos para financiar la reconstrucción de los 14 puestos, con mejores materiales que los anteriores. Además, planea postular a los feriantes, incluso a los que no fueron perjudicados, al Programa de Mejoramiento Urbano de la Subsecretaría de Desarrollo Regional, para reconstruir toda la feria del Parque Aconcagua.
Hoy, a poco más de una semana del incendio, los puestos de los afectados son fácilmente reconocibles, pues la municipalidad, en conjunto con donaciones de privados, les presta toldos azules a los comerciantes mientras se concreta la construcción de los nuevos puestos. Sandoval embolsa porotos que le fueron donados sobre el negro concreto que evidencia el paso de las llamas. Aún rodeado de los escombros de los que fueron sus puestos, el feriante ofrece a los quillotanos los productos que le quedaron. Vende miel, artículos de ferretería, repuestos para bicicletas y legumbres, además de los juguetes que no se derritieron. Aún rodeado de los escombros de los que fueron sus puestos, a 20 metros de piezas de bicicleta quemada, grita a otro de los locatarios afectados: "¡Súbale el volumen!", mientras continúa echando los porotos en bolsas.