El arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí, tomó la palabra frente a cientos de personas, incluyendo el Presidente Gabriel Boric, su gabinete y a las principales autoridades civiles, eclesiásticas y militares presentes en la Catedral de Santiago en el tradicional Te Deum ecuménico.
Una parte de su discurso se destacó sobre el resto. “Siempre, y cuando el bien de las personas se vea amenazado, alzaremos la voz por todos aquellos que no tienen voz, desde los niños no deseados en el vientre de sus madres hasta los ancianos descartados que dan su último suspiro”, sostuvo.
Había expectación por si la Iglesia mostraba sus reparos frente al proyecto de aborto legal que el Mandatario anunció en su Cuenta Pública, ya que en el pasado hubo juicios del cuerpo eclesiástico respecto a la llamada agenda valórica tanto de Michelle Bachelet como de Sebastián Piñera.
En la mañana el jefe de Estado había sido consultado por la prensa por esta posibilidad. “Chile es un país laico. (...), por lo tanto, todas las opiniones son válidas. Nosotros las respetamos. (...) Pero las decisiones del gobierno y de la sociedad son independientes de ello”, respondió.
Chomalí, además, llamó a un acuerdo nacional en temas de seguridad e indicó que “la corrupción se ha enseñoreado en lugares que debiesen ser intachables”.
Una ceremonia con historia
Te Deum significa ‘A ti, Dios’ en latín. De acuerdo con Lucrecia Enríquez, doctora en Historia y académica de la Universidad Católica, es un himno de acción de gracias de origen medieval propio de la Iglesia. “En la América española se acostumbraba a cantarlo al finalizar las misas que se celebraban por motivos como el fin de una epidemia, el nacimiento de un hijo o hija del rey, la jura de un monarca o una victoria militar”, aclara.
Enríquez, quien es especialista en historia colonial y del siglo XIX, explica que “a partir del colapso de la Monarquía española, las juntas de gobierno que se formaron en América fueron legitimadas por medio de una jura y de un Te Deum solemne en las catedrales”.
El director de la Escuela de Humanidades de la Universidad San Sebastián, Sergio Salas, también precisa que el Te Deum no es la misa en sí, sino que corresponde al cántico de agradecimiento a Dios.
En Chile actualmente se realizan estas ceremonias en la mayoría de las diócesis, pero la más conocida es la que se efectúa en la Catedral de Santiago de forma -casi- ininterrumpida cada 18 de septiembre desde 1811, cuando José Miguel Carrera la motivó a propósito del primer aniversario de la Junta Nacional de Gobierno.
“Se traspasó, por tanto, esta tradición monárquica a la república como parte de un acto legitimador de la nueva autoridad que se juraba”, comenta Enríquez.
Lo que convierte a la rogativa capitalina en la principal del país es la presencia de los tres poderes del Estado: por protocolo acude el Mandatario y su gabinete, los presidentes de la Cámara y del Senado y la máxima autoridad de la Corte Suprema. También van las tres ramas de las Fuerzas Armadas, personalidades de la sociedad civil y de las distintas comunidades religiosas.
Fue en el gobierno de Salvador Allende, en 1971, que comenzó a invitarse a otros cultos a participar. Desde entonces han asistido judíos, musulmanes y cristianos ortodoxos y protestantes. Con esto, la liturgia adquirió el carácter de ecuménica, que significa ‘universal’.
A partir de 1975 se lleva a cabo también el Te Deum evangélico. Por lo general, la homilía de ese credo se realiza el domingo anterior al 18 de septiembre y la de este año se llevó a cabo en la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, en San Bernardo.
Abusos en la iglesia y agenda valórica
En 2018 por primera vez el evento no fue encabezado por la máxima autoridad eclesiástica del país. El entonces arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, se restó de la ceremonia en medio de una fuerte presión judicial en su contra por acusaciones de encubrimiento en casos de abuso sexual en la Iglesia.
“Nuestra Iglesia de Chile vive un tiempo de purificación quizás como nunca antes en su historia. Creemos que hablar desde esta precariedad, sin pretender negarla o esconderla, es también nuestro aporte” expresó en la oportunidad Benito Rodríguez, sacerdote que debió encargarse de la homilía.
Mientras se desarrollaba la ceremonia hubo bulladas manifestaciones fuera de la Catedral en contra de la Ley de Identidad de Género que avanzaba en el Congreso y que finalmente fue promulgada por el Presidente Sebastián Piñera.
La llamada agenda valórica también se hizo presente con la entonces Presidenta Michelle Bachelet. En el Te Deum evangélico de 2017 le gritaron ‘asesina’ por la despenalización del aborto en tres causales, además de enfrentar críticas por el proyecto de matrimonio igualitario, lo que causó la molestia del Ejecutivo.
En 2021 se produjo una desavenencia entre el arzobispo Celestino Aós y Piñera por sus declaraciones opuestas sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Al respecto, el académico de la USS opina que “las tensiones que existen entre las fuerzas políticas y religiosas han existido y seguirán existiendo siempre”.
Otras salidas de libreto
En el pasado otros hechos rompieron la homogeneidad de la ceremonia. Por ejemplo, hace cien años el acto religioso no se llevó a cabo porque la catedral sufrió un grave incendio la noche del 17 de septiembre de 1924. Además, seis días antes el presidente Arturo Alessandri Palma había partido al exilio y la junta militar que tomó el poder, encabezada por Luis Altamirano, acordó no realizar ninguna celebración pública.
Ocho años después, en 1932, el Te Deum se realizó sin la presencia del Mandatario debido a una nueva crisis institucional. El Presidente provisional era Bartolomé Blanche, quien estuvo en el poder solo 19 días antes de renunciar. El arzobispo de Santiago de esa época, Horacio Campillo, de todas formas envió a su vicario general a La Moneda a presentar respetos en su nombre.
La primera ocasión en que la ceremonia no se realizó en la Catedral fue durante las Fiestas Patrias de 1973. La Junta Militar encabezada por Augusto Pinochet exigió al cardenal Raúl Silva Henríquez que la liturgia se hiciera en un lugar que diera garantías de seguridad, por lo que se llevó a cabo en la Iglesia de la Gratitud Nacional ubicada en la Alameda.
Ese 18 de septiembre, apenas una semana después del derrocamiento de Salvador Allende, el expresidente Eduardo Frei Montalva se negó a saludar a los comandantes en jefe de las FF. AA. en la ceremonia, según relata su hija Carmen Frei en su libro ‘Magnicidio’.