Al terminarse este año y enfocar nuestro Anuario en las emociones, recordamos un mensaje que recibimos varias veces en nuestro correo de lectores: ¿por qué solo muestran noticias negativas? Y es que la cobertura noticiosa de este 2020 fue especialmente difícil. Sabemos que muchas veces fue inevitable que el sitio se llenara de notas que generaban miedo, incertidumbre y angustia, pero siempre hicimos nuestro mejor esfuerzo para mantenerlos bien informados y reflejar el drama que estaban viviendo numerosas personas a causa de la pandemia de coronavirus.
Hicimos un memorial de fallecidos en mayo y en agosto publicamos una visualización con todas las muertes del gran Santiago (la que luego actualizamos en octubre), donde es posible dimensionar el impacto de la pandemia en la capital. Esto, entre muchos otros reportajes, crónicas y entrevistas.
Por eso, invitarlos a enviar sus momentos de alegría no fue azaroso. Queríamos dar respuesta a su deseo de “encontrarle el lado bueno” a este duro año. Pero, ¿cómo pedir historias de felicidad en medio de una letal pandemia? Había un poco de pudor en la solicitud y no sabíamos cuál sería su reacción. Hubo críticas, por supuesto, pero la respuesta fue contundente: recibimos alrededor de 100 mensajes entre correos, comentarios en el sitio y nuestras redes sociales.
Leerlos nos emocionó, nos hizo bien, y por ello estamos enormemente agradecidos. Queremos hacer hincapié en que este ejercicio no tiene por objetivo pasar por alto todas las cosas difíciles que estamos viviendo, si no más bien mostrar que a pesar de esas adversidades, los seres humanos tenemos la resiliencia para rescatar lo bueno, para aferrarnos a lo que nos da esperanza. Y de hecho los estudios lo confirman: la gran mayoría de las personas han sentido, no solo emociones negativas, si no que “mixtas”, durante la pandemia.
Esta es una selección de sus historias. Nuevamente, ¡gracias por compartirnos una pedacito de sus vidas este año! Haremos lo posible para actualizar esta nota una vez más antes que se acabe el 2020 (porque sí, seguimos recibiendo mensajes). Los estaremos leyendo en nuestro correo lectores@latercera.com.
Nota: Los mensajes fueron editados para su mayor claridad y mantener una extensión apropiada.
Soy hija de exiliados por lo que nací en Suecia, y me fui a los 7 años a Chile, el esperado regreso para mi familia. Pero siempre me sentí triste, sola, incomprendida. Alegre y sociable, logré tapar esos sentimientos, pero cuando mi alma se encontraba al desnudo, sapos y culebras salían de mi boca. Los odiaba a todos. Odiaba mi vida, me odiaba a mí misma porque no estaba donde quería estar.
Así pasaron los años, amores y viajes. Tengo un hijo de 14 años y he vivido, trabajado y estudiado en Madrid, en Virginia y Florida en EE.UU. El amor y desamor era lo que básicamente me motivaba en todo, en ir y en volver. Siempre con la esperanza de que algún día encontraría mi lugar en el mundo.
Desde agosto que estoy radicada en Suecia con mi hijo. Viviendo mi sueño. Tengo 46 años y por fin me siento en paz, pudiendo respirar y agradecer. Estoy donde quería estar, trabajé y luché por esto de forma consciente los últimos dos años, pero en mi subconsciente siempre estuvo la deuda de volver.
En medio del peor año para la humanidad, por lo menos en mis años de vida, logré salir adelante, proceso que me duró dos años y culmina este 2020. Pero no es que me haya ganado la lotería, no fue suerte. Producto de mi esfuerzo estoy aquí, y eso lo hace invaluable.
Claudia Wladdimiro Quevedo
Por cosas de la vida me fui de Santiago el 24 de febrero de este año, con el corazón roto y ganas de volver a encontrarme. Volví del 13 al 15 de marzo por una capacitación pendiente, sin saber que después de ese día no podría volver a ver a mi familia y amigos durante siete meses, ya que no se podía viajar.
Pero en mi caso, la distancia y la soledad permitieron cargas mis energías, confiar en mí y saber que se puede comenzar de cero, que la vida continua y que a pesar de la distancia, las personas que deben estar en tu vida, siempre permanecerán.
Este año ha sido complicado para muchos, pero lo más importante es que volvimos a nuestra esencia, a la familia, a los valores. Y que dejamos un poco de competir y nos volvimos a reencontrar con la personas, valoramos las cosas que creíamos que eran rutinarias y, por sobre todo, comenzamos a mirar lo que teníamos al lado.
Tengo la fe y esperanza de que todo lo que hemos aprendido este 2020 nos permita comenzar una nueva década con otra mirada y otros valores.
Daniela Sánchez
De todo lo malo siempre hay algo bueno, por lo mismo como jóvenes de Chimbarongo creamos la Fundación Contigo Mejor para entregar ayuda social a vecinos de la comuna. Pudimos entregar más de 12 mil alcoholes gel, 600 cajas de mercadería, becas de conectividad a internet para niños y niñas escolares, además de la instalación de un comedor comunitario que entregó cerca de 4.000 raciones de alimentos durante los 4 meses que estuvo en funcionamiento.
Fue una experiencia enriquecedora en un año complejo donde muchos cercanos se vieron afectados por el coronavirus, pero aun así logramos sacar adelante ayuda social que les permitió a muchas familias pasar de mejor manera la pandemia, conocimos muchas realidades, recibimos apoyo e hicimos muchos amigos con quienes nunca habíamos tenido la oportunidad de compartir.
El 2020 nos ha marcado de una u otra manera a todos y todas, pero a nosotros nos ha entregado la oportunidad de mirar con otra cara la vida, entendiendo que la cabeza piensa donde están los pies y que la vida es más linda en comunidad.
Cristopher A. Sáez Reyes
Nosotros somos un matrimonio, que tiene una pyme. Y un montón de niños. Vivimos en la décima región y trabajamos en Puerto Montt Gracias a Dios, no decretaron cuarentena desde un principio en nuestra ciudad y pudimos seguir trabajando siempre.
Pero lo realmente positivo para mí fue ver que nuestros niños, a pesar de "ir a clases" por zoom, efectivamente se conectaban. Y sin nuestra supervisión.
No son niños pequeños, pero tampoco están en Cuarto Medio. Varios están en plena adolescencia, y teniendo toda la libertad de no unirse a las clases, o de prender el computador, conectarse y meterse a la cama de vuelta, nunca lo hicieron.
Ver a mis niños aprovechando este tiempo es lejos lo mejor que me pasó durante este año
Viviana Mendoza C.
¡Hola! Les cuento que lo mejor de este caótico y mediático 2020 es mi relación actual. En diciembre cumplimos nueve meses de novios, pero nos animamos luego de siete años de una genial amistad y apoyo incondicional. Cuando comenzó el 2020 nos juntábamos como amigos, pero en pandemia algo cambió y nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común y que estar juntos era bacán, podíamos ser nosotros mismos, sin fingir.
Un día me dijo: “oye, tú crees que siendo pareja, resultaría?” A lo que le respondí: “Si, por qué no?”. Lo conversamos y dimos el paso. Y hasta ahora ha sido la mejor decisión. Tenemos muchos planes y proyectos que queremos cumplir y un amor bonito y sano que estoy disfrutando al máximo.
Paula Saavedra
Llevamos 42 años de matrimonio y en marzo tuvimos que ir a la playa para recibir la reparación de nuestro Depto. En ese momento se decretó la cuarentena en Santiago. Mis hijos nos pidieron que nos quedáramos en la playa para ellos poder trasladarse a nuestra casa, ya que viven en depto. y la cuarentena con niños y en un lugar pequeño sería muy duro. Pensamos que esta situación duraría dos semanas, pero no fue así. Y las dos semanas se transformaron en cinco meses.
Nunca habíamos estado en nuestros 42 años de matrimonio todo el día juntos, sin ver a nadie, solo él y yo. Descubrimos un mar de maravillas; nuestras conversaciones, los juegos, los paseos, los silencios y el respeto por el trabajo de cada uno. Renovamos nuestros votos de matrimonio, sabiendo que nuestro éxito como pareja (hasta ahora), se debe al respeto, al cuidado del uno por el otro, al querer que el otro sea feliz.
Esto lo escribo para quienes están pensando en casarse. El matrimonio es una linda aventura y, como toda aventura, tiene momentos de suspenso (la espera de los hijos), momentos de miedo (la crianza), de dolor (la partida de ellos), pero también de grandes alegrías. Es agradable poder sentarse a nuestra edad y ver la obra realizada, sabiendo que pusimos todo para lograrlo, que siempre lo que hicimos fue queriendo hacer lo mejor.
Es muy importante tener una gran vida espiritual, creas en Dios o no. Como dijo un amigo: el matrimonio es como un electrocardiograma; si las pulsaciones están planas es que estás muerto. Tiene que tener muchos altos y bajos para que valga la pena.
Lectora que pidió permanecer anónima.
¡Hola! Les quiero contar mi historia en esta pandemia, que ha sido radical.
Hasta marzo de este año era empresaria del rubro gastronómico (comprenderán que desde marzo estoy en cero), y desde ese momento me enfrenté a lo que buscaba: tiempo. Tiempo forzado lleno de incertidumbre, con libertad reducida y niños a quien guiar.
En pandemia logré un despertar artístico, pinté todos los días. Comencé con figurativos en óleo y terminé con acrílicos abstractos, y ya cuento con más de 100 obras, me han expuesto en galerías virtuales de convocatoria internacional, me han invitado a ferias online y presenciales y he vendido mis obras con envío a distintas regiones de Chile. La experiencia ha sido increíble, ya que el arte me ha sanado esa angustia que todos cargamos y ha liberado mi alma estresada del día a día.
Yenny Utz (https://www.instagram.com/arte.yennyutz/)
No todo el 2020 fue tan malo. Aún puedo morir de risa y amor a la vez...
Como inmigrante venezolana sabemos lo rudo que puede ser vivir con nuestras familias separadas. A mí me tocó estar sin mi esposo por dos años, quien actualmente se encuentra en Estados Unidos por asilo político. Pero ni la pandemia ni el 2020 y ni la mitad del continente pudo alejarnos.
Perdimos el primer boleto aéreo desde Chile en mayo por las razones bien conocidas. Aún así, seguimos insistiendo y en octubre volvimos a comprar pasaje pese que en Santiago aún estaba en fase 2 y el rebrote hacía estragos nuevamente en Florida. Toda una odisea para llegar a abrazar a mi amor verdadero. Lo cómico fue que pasé dos días literalmente haciendo reparación y pintura en la cuerpa para que mi esposo me siguiera viendo linda y mantener vivo el atractivo del amor.
Cabellos teñidos, manicure y mi mejor perfume no sirvió de nada, porque no contemplé que pasaría por tres aeropuertos. Los trámites propios de un vuelo internacional impidieron el abrazo y ese beso tan esperado. En cambio, recibí una caja de chocolates entregadas con guantes y en un dulce: Bienvenida, tienes que bañarte. No lo podía creer.
Pero bueno. Estaba ahí, estábamos juntos. Y hasta aquí llega el cuento para evitar la censura XXX.
Aura Matheus
Queridos amigos de La Tercera: Qué linda la reflexión que nos invitan a realizar. Tienen razón, no todo el 2020 fue malo.
Nos dio la oportunidad de volver a conectar con la familia, de vernos 24/ 7 y darnos cuenta de que es lo más importante en la vida, y que mientras uno esté bien, todos los demás también lo estamos. Que los amigos de verdad se sienten igual de cerca aunque las conversaciones sean por teléfono y por Zoom y que los equipos se afiatan y acompañan a pesar de las distancias físicas.
Nos enseñó que no es necesario recorrer grandes distancias para estar en alguna parte y que la tecnología no es una enemiga, sino que una aliada en estas circunstancias. Aprendimos a vivir el día a día, a no proyectarnos a largo plazo, a improvisar para salir adelante, y a recordar que la creatividad es una herramienta fundamental para asumir cualquier desafío.
A ver y reconocer al otro, a conocer sus necesidades, aprender a escucharlo y a tender la mano siempre cuando sea necesario. A conocernos más nosotros mismos, a darnos cuenta de nuestras propias limitantes, a querernos y aceptarnos a pesar de nuestra propia humanidad.
Y a volver a tener esperanzas, fe. A soñar que cuando esto pase ninguno de nosotros será el mismo, seremos mejores.
Anita Sanhueza Emperiale
Greta llegó un día 30 de diciembre del 2019 a nuestra casa, con un maullido tierno y pidiendo atención desde el primer momento. La rescatamos ese día, pero en realidad, aunque suene cliché, ella nos rescató a nosotros con su personalidad única, su mezcla de ternura y locura.
Llegó marzo y toda la incertidumbre de la pandemia. Encerrarnos en casa para protegernos, teletrabajo y todos los desafíos que esto trajo. Pero ahí estaba ella, la mejor compañera de este año. Es muy difícil de explicar mis sentimientos y agradecimientos a Greta por lo que me entregó, son innumerables las anécdotas y momentos vividos.
Llegó diciembre y una terrible enfermedad me arrebató la mayor alegría de este año, mi Greta se fue al cielo a embellecer todo y a cuidarme desde allá. Eso trato de pensar para consolarme. Gracias por hacer mi año 2020, a pesar de la pandemia, uno de los mejores años de mi vida. Te amo.
Daniela Brisso
Para mí algo esencial fue siempre la amistad, el tener alguien con quien hablar y que te escuche, no por algún vínculo especial de familia (aunque mi familia es lo más esencial que tengo), sino por el cariño y amor mutuo que nace del simple hecho de haber elegido mutuamente el pasar a ser más que desconocidos.
Nunca me destaqué por tener hartos amigos y menos por tener amigos a los cuales pueda acudir en momentos de desesperación. Pero en los últimos años me hice amigos, esos que me quieren incondicionalmente, que no están ahí solo para pedirme un favor o porque pueden sacar un beneficio de mí. Para ser sincero, esos amigos me renovaron las ganas de vivir. Me sacaron de mis pensamientos y de mis momentos más oscuros.
Pero este año, al saber que por la cuarentena ya no los iba a poder ver por un gran tiempo, y siendo mis padres población de riesgo por una mayor cantidad de tiempo aún, eso me destruyó, o eso fue lo que pensé.
Este año, más que ni uno anterior, mis amistades se reforzaron y, a pesar del distanciamiento social y del encierro, nos acercamos más que nunca. Ya no existía una barrera, una dificultad para juntarnos, sino que sobraban las excusas, ya sea a través de una videollamada, por mensajes, por teléfono o por reuniones a través del famoso Zoom, y los cumpleaños, las fiestas, las celebraciones se vieron potenciadas aún más. Nuestras ganas de vernos, de querer estar juntos superó cualquier pensamiento negativo que la cuarentena y el coronavirus pudiera traer.
Es ahora que ya no miro con temor ni con incerteza el futuro, sino que lo veo con ansias y emoción, por poder volver a juntarnos, poder celebrar nuestras amistades, nuestras anécdotas y nuestros recuerdos. En un año donde la mayoría de nosotros nos vamos a quedar con lo negativo, siento que es importante pensar en lo positivo también.
Yo, por lo menos, me quedo con todas mis amistades, mis aprendizajes y mis buenos momentos.
Cristián Hernández Rosselot
Soy esposo de Daniela, de 35, y padre de Joaquín, de 5.
La pandemia me proporcionó una belleza inesperada dentro de la compleja realidad vivida en la comuna de Las Condes, donde vivimos de hace tres años. Por motivos laborales, mi esposa, ejecutiva de un banco, se encuentra aún en calidad de teletrabajo, dado a ser crónica por un cáncer que enfrentamos el año pasado, pero controlado hasta el momento.
Mi hijo no pudo asistir a pre kínder en todo el año, motivo por el cual solo yo me encontré realizando funciones laborales. Sin embargo, mi señora aprovechó la instancia y cursó un instructorado de yoga desde el hogar, todo por Zoom, lo cual significó un cambio 180 grados en el cómo vemos las cosas y, a la vez, impregnando de su luz a nuestros familiares y amigos cercanos.
En lo que a mí respecta, somos agradecidos de la pandemia, ya que a pesar de lamentar pérdidas cercanas, y basados en que todo problema es una oportunidad, aprovechamos de consolidar aún más nuestro matrimonio con todo el tiempo juntos, impregnar a nuestro hijo de nosotros. Y de darnos cuenta de lo verdaderamente importante de nuestro existencia, lo cual es un regalo del universo: ¡el presente!
Cristian Campos Moncada
La verdad que mi historia, sí se puede llamar historia, se refiere a la locura que creo que he vivido en esta pandemia y encierro.
Locura que me ha ayudado mucho a sobreponerme de la soledad. Tengo 76 años y vivo solo. Nunca me ha faltado con quien conversar, ya que converso en voz alta conmigo mismo. Es como si fuera mi otro yo, quien me aconseja, me calma, me da instrucciones y es mi gran amigo. Es una gran compañía y nunca me he sentido solo ni deprimido.
Quizás habría que analizarme en un sillón de psiquiatra, pero para mí ha sido lo mejor. Este año y ha resultado ser la introspección que necesitaba.
¡Viva el encierro!
Jaime Luarte Bianchi
A pesar de todas las vicisitudes de este año, hemos vivido un círculo de amor creado por nuestra Nieta. Ella se llama Aila Saldarriaga, tiene 12 años y vive en La Serena.
Nosotros los abuelos, todos mayores de 65 años, vivimos este año dispersos por el Covid-19. Su abuela paterna vive en Brasil, preparando un Doctorado, el abuelo paterno vive en Lima, en Perú, y nosotros, los abuelos maternos, vivimos en Viña del Mar. Por eso mi nieta creó un grupo para nosotros, que llamó el GIM de los Abuelos.
Vía Zoom nos reúne a todos y nos hace ejercicios dos veces a la semana desde el comienzo de las cuarentenas, hasta hoy. Ha sido una ayuda para nuestro físicos y muy beneficioso para nuestros espíritus podernos mirarnos y compartir con nuestra nieta.
Mirtha Gamboa Acevedo
En mayo todos en mi casa estuvimos contagiados con Covid-19. Mis padres, adultos mayores, mi hijo de 13 años y yo. Por suerte nos tocó débil, en los días en la pandemia estaba muy dura.
Pasé contagiada el Día de la madre y mi cumpleaños.
El Día de la Madre fue los primeros días contagiados, con los síntomas más duros. A pesar de eso, mi hijo me quiso dar una alegría y con los materiales que tenía para el colegio me hizo un estuche que llenó con unos dulces y una carta que decía: “Te quiero mucho, que el Covid no te haga sentir mal”.
Camila Betancourt Sáez
Soy Felipe Matamoros y actualmente me desempeño como ingeniero especialista del área de procesos de una consultora minera.
El 8 de diciembre de 2019 le pedí matrimonio a Fabiola, en ese momento mi polola desde febrero de 2014 (tuvimos 4 años de relación a distancia, ya que ella es boliviana). Desde ese momento, nos pusimos a planear tanto el matrimonio civil (en Chile) como el matrimonio por la iglesia (que sería en Bolivia).
Luego de buscar muchos lugares, nos decidimos por un lugar ubicado en Cochabamba. La fecha iba a ser el 10 de Octubre 2020, aprovechando el feriado del 12 de octubre para que pudieran viajar amigos y familia. El matrimonio civil lo íbamos a celebrar en la casa de mi prima Marta, por lo que pedimos hora para el día sábado 9 de mayo de 2020.
Pero llegó el coronavirus y nos tiró por la borda todos nuestros planes. El día 18 de marzo nos entregaron el departamento en el cual estamos hoy en día viviendo, nos cambiamos de la manera más rápida posible para evitar alguna restricción debido al brote que estaba ocurriendo en Chile en ese momento.
Nos pudimos adaptar muy bien, pero lo que nos preocupaba era que el día 9 de mayo no pudiéramos celebrar nuestro matrimonio. De hecho, no nos preocupábamos del matrimonio por la iglesia en Bolivia, dado que pensábamos que en octubre el virus desaparecería. A finales de abril tuvimos que partir al registro civil de Peñalolén debido a que no decían nada de los matrimonios; ahí nos dieron la pésima noticia de que no nos íbamos a poder casar y que teníamos que elegir una nueva fecha. Con tristeza elegimos el día 22 de julio.
Pasaron las semanas y llegando a julio todavía había incertidumbre de si nos íbamos a poder casar. Llamé al registro civil y me dijeron que no se podría hacer el 22 de julio, ya que no existían los permisos, que intentara llamar en septiembre. Nuestras caras ese día lo decían todo; frustración, no teníamos palabras, hasta que salió en las noticias que sí se podían pedir permisos para matrimonios, por lo que mando un mensaje por WhatsApp a la oficial civil para preguntarle si era cierto. Ella afirmó y volvió nuestra alma al cuerpo, la felicidad.
El 22 de julio me casé con la mujer de mi vida, con la que ahora estamos formando un hogar, partiendo con nuestra gatita Yeye, que llegó a nuestras vidas en abril de este año.
Ahora estamos ad portas de celebrar nuestra primera Navidad juntos, en nuestro hogar lleno de amor y alegrías.
¿Qué pasó con el matrimonio por la iglesia? Tuvimos que posponerlo, pero ahora tenemos nueva fecha y será el día 9 de Octubre de 2021, en donde esperamos que sea el mejor día de nuestras vidas hasta ahora.
No será la mejor historia, pero creo que nuestro 2020 tuvo todo, que fue un excelente año. Tenemos salud, nunca perdimos el trabajo, crecimos aún más como pareja y tenemos la certeza de que seguiremos creciendo juntos.
Felipe Matamoros
Soy Fernanda, soy de la Novena Región y soy mamá soltera. Este 26 de diciembre cumplimos dos años por medio de la adopción. Soy educadora de párvulos, directora de un jardín infantil de fundación Integra, por lo que me encuentro en teletrabajo. Siento que en lo personal el tiempo de pandemia ha sido maravilloso para mí y mi hijo Renato, de 7 años, con quien he podido vincularme y formar el apego que por esta vida tan rápida y loca que llevamos, se hacía imposible.
En este tiempo siento que lo logré conocer, que nos conectamos, que hoy somos un gran equipo. Aprendió a leer y escribir junto a mí en nuestra casa y me siendo realmente orgullosa de él.
Hemos realizado tantas actividades juntos cada día, con cosas muy sencillas, pero significativas, las cuales serán un recuerdo para toda la vida.
María Fernanda Arellano Bustos
Somos pareja desde hace 9 meses, casi justo lo que lleva de pandemia este difícil año. Nos conocimos sin planearlo durante una de las últimas noches del verano pasado, y también, sin saberlo en ese momento, en la última noche que podríamos salir de fiesta.
A los pocos días, el Covid-19 llegaba a Chile y junto a su primera ola, la paralización de la vida cotidiana. En esos días donde nos enfrentamos a algo hasta ahí impensable surgió la magia, la complicidad, la contención y el apoyo mutuo que hicieron posible que a pesar del encierro, nos mantuviéramos unidos por el amor que nos tenemos.
Somos José y Pablo, publicista y neurólogo acompañados de Oliver, un salchicha Cascarrabias, pero adorable. Juntos hemos vivido intensamente estos meses; hoy nos sentimos orgullosos de nosotros y de lo que hasta aquí hemos logrado como familia a pesar de todas las adversidades.
Para lo que venga seguimos con ilusión con toda la voluntad y energía por nuestro proyecto de vida.
José Kaulen C.
Sonó el celular, todos lo escuchábamos y nadie sabía de donde venía. Fue en eso que Franco, mi hijo menor de 4 años, lo encuentra y contesta. Era su abuela, la Yoya. Con la destreza que caracteriza a esa generación, lo puso en alta voz y la abuela, al reconocer quién le había contestado, como toda abuela, se derritió en añuñus. Luego de eso, le pregunta que cuándo la iba ir a ver, a lo que Franco le contesta: “aún no abuela, estamos en pandemia”.
Sorprendida, derretida y chocha por la respuesta, manifestó que Franco, para su corta edad, estaba muy bien informado y claro en los protocolos. Yo, aprovechando la clandestinidad que otorga las llamadas en alta voz, sonreía junto a mi hijo mayor, entendiendo que era pura chochería.
Ella vive sola, no tan lejos de nosotros, a 10 minutos en auto. Al día siguiente, la fuimos a ver. Nos juntamos en el patio del edificio, le llevamos unos panqueques rebosantes de manjar con una lluvia de azúcar flor y un mix de berries hechos salsita arriba, de esos que endulzan cualquier tecito viendo algo de tele.
Dice que le duraron dos días. Yo no le creo, para mí que se los comió todos esa misma tarde. La conozco.
Patricio Aguayo
He querido participar contando una actividad que desarrollé durante los meses de cuarentena. Construí una Casa de Muñecas para mi hija Florencia Narbona Madrid. Eso la hizo olvidarse de estos meses de encierro y contribuyó a que todos en casa pusieran su atención al avance de “la obra”.
El trabajo duró 2 meses y medio, entre mayo y julio de 2020.
Hoy la disfruta mucho e invita a una amiguita vecina.
Roberto Narbona Haschke
El momento felicísimo en mi familia en 2020 fue la llegada de mi perrita Carioca, el 13 de junio, en medio de la cuarentena.
De niña soñaba con tener un perrito (fox terrier, como los que tenían mis abuelos), pero nunca logré convencer a mis papás. De grande, cuando me fui a vivir con mi entonces pololo (hoy marido), Julián, le decía: ¡Tengamos un perritooooo! Pero siempre terminábamos pensando qué iba a estar solo en nuestro departamento, llorando, porque ambos salíamos a trabajar. Después, Julián se independizó y montó su oficina en nuestra casa. Pero entonces me decía que él se iba a llevar todo el trabajo y que no sería justo.
Años de insistencia infructuosa pasaron, hasta que llegamos a la cuarentena de 2020. Estábamos los dos encerrados, trabajando desde nuestro departamento. Me lancé a la carga otra vez. Era el momento perfecto para criar a un perrito y enseñarle para cuando tuviera que quedarse solito. Finalmente, obtuve el sí, previa aceptación de que yo recogería todas las cacas.
Fue así como el 13 de junio recibimos a Carioca, cuando ella tenía 2 meses y medio. Le pusimos así porque hace años, en un viaje al norte de Brasil, estando en una playa preciosa, conocimos a un chico que atendía un quiosquito de caipiriñas, quien tenía la sonrisa más grande que hubiésemos visto. Él nos dijo que era feliz porque era carioca.
Nuestra perrita vino a Santiago desde el valle del Aconcagua, igual que yo. No fue comprada ni adoptada. Fue un regalo que me consiguió la mamá de una amiga. Un regalo que yo había esperado toda mi vida. Mi marido la vio y se enamoró. Como era invierno, cuando la recibimos, ella se le metía a Julián adentro del polerón y ahí se quedaba calientita durante horas. Son compinches y, de hecho, creo que ella lo ama más a él que a mí, pero eso no me importa, porque siento que ella vino a fortalecer los vínculos en nuestra pequeña familia.
Ella ha hecho cambios en mí. Siento que ella hizo que se me abriera un nuevo corazón, al lado del que tenía: el del amor a los animales. Ahora siento que estoy en contacto con los sentimientos de ellos. Siento su amor o su sufrimiento, cosa que antes no me pasaba.
Carioca lleva 6 meses con nosotros y ha sido, por lejos, la mejor noticia del 2020. Probablemente mantenga ese título por varios años. Hoy día si alguien me pregunta qué es la felicidad, es pasear con Julián por el parque y verla jugar con otros perritos.
Virginia Rivas
¡Me encantó su iniciativa!
Sin duda, ha sido un año difícil que nos ha hecho tomar distancia de muchos de nuestros seres queridos. En mi caso tuve que dejar de vivir con mis papás, porque mi papá es de riesgo ,y acostumbrarnos a estar más en la casa. Pero el 2020 también trajo cosas positivas, y que hacen que este año tan duro para todos pase a ser uno de los más importantes de mi vida.
En primer lugar, porque en agosto de este año me pidieron matrimonio. Es la decisión más feliz e importante de mi vida. Y es que la distancia y las cuarentenas nos hicieron reafirmar las ganas que teníamos de estar juntos. ¡Una suerte!
En segundo lugar, fue un año muy especial porque desde marzo vivo con mi hermana, su marido y mi ahijada, que ya tiene 1 año y 2 meses. Llevamos más de 10 meses viviendo juntos y he podido generar una relación tan especial con mi sobrina, que hace que todo este año haya valido la pena.
El 2020 me ha mostrado lo importante que es la familia y la tremenda generosidad de los que me rodean. No me queda más que agradecer porque toda mi familia está sana.
María Jesús Rosende
¿Qué me hizo feliz este 2020? La crianza... el apego que se ha generado con mi hija de 7 años e hijo de 3 años ha sido maravilloso. Antes los veía en promedio 4 horas al día, pero estamos muy pegaditos. También hemos ratificado el amor con mi esposo, ya que hemos superado todas las pruebas de estar juntos casi todo el día y todos los días de este 2020.
Karina Albornoz (https://www.instagram.com/mama_datos/)
Este relato sucede en cuarentena en la comuna de Puente Alto, y estando con suspensión de trabajo.
Un día cualquiera, salí de mi casa ubicada en la población Pedro Lira y escuché una conversación: había una idea de formar una olla común con los vecinos. Pasaron los días y, como si nada, coincido con la organizadora en una verdulería. La miré con mucha atención y escuché lo que ella conversaba. Le dije que si le faltaban manos, estaban las mías disponibles. Ella respondió que desde luego, y que nos juntáramos en la unidad vecinal el día lunes.
Ese día lunes 6 abril lo voy a recordar por siempre. Cuando llegué, ahí estaba la señora Marisol Sepúlveda, que era la creadora y encargada de la olla común. En ese espacio conocí a mujeres de calidad humana que sobrepasa a muchas, sus historias de vida no tienen comparación.
Cocinábamos para 300 vecinos todos los días. Esta olla era solo de donaciones y autosustentable, ya que la municipalidad no nos podía ayudar constantemente, pero eso nunca fue un impedimento para hacer esta gran tarea. Recuerdo que nos sentábamos a desayunar todas juntas. Éramos seis: Marisol, Priscila, Verónica, la Yngrid, Paola 1 y yo, que también me llamo Paola, y quedé como Paola 2.
La forma que todas compartían sus historias de vida, sus frustraciones, fracasos, aciertos, alegrías y logros, me marcaron de por vida. Ellas, mis amigas, todas con sus historias de vida, cada cual más difícil, esforzada. Muchas veces golpeadas por sus maridos o familiares, pero que pese a eso son capaces de hacer sueños realidad.
Uno siempre piensa que lo que ha vivido es lo peor, pero este año me mostró que de verdad mi vida siempre ha sido fácil, ya que pude estudiar, tener una profesión.
Las acompañé hasta el 3 de julio, día que me tuve que retirar ya que me trasladé de región.
Sus anécdotas son mi tesoro más grande. Marisol, una mujer sin igual, muy buena para hacer fiesta; Priscila, un ejemplo de vida, ya que tiene un hijo con capacidades diferentes y todos los días, allí estaba; Verito, con sus dolencias de artrosis y artritis, nunca fallaba; Yngrid, madre de su nieto; Paola1, animalista y muy preocupada de sus hijas y sus perritos.
Les agradezco a ellas todo lo que me hicieron crecer como persona y mujer.
Paola Olivares
Hay cosas super simples que nos hacen felices, como un pajarito que nació en noviembre en mi jardín y se posó sobre mi hombro tras ser rescatado del suelo, cuando se cayó de su nido.
También este año hicimos nuestro primer huerto. Pudimos compartir en familia como nunca, y subimos por primera vez a la cumbre del Manquehuito.
Claudia Barriga
Porque más que una y mil historias vividas buenas o malas, detrás de toda enseñanza en este año 2020 hay una gran esperanza en el ser humano; de revivir su planteamiento, cuán vulnerable y sensible somos ante la naturaleza. Hemos causado grandes cambios en ella y no nos ha convertido en seres invencibles, ni tampoco lo seremos si es que la humanidad aún cree en ello.
El giro de tornillo debe ser aún más profundo y espero que no nos desviemos del camino. Hoy, gracias a la tecnología, podemos ser más reflexivos, no hay tanta impulsividad en la gente. Creamos una tendencia mundial; el hábito de lavarse las manos y la higiene en la manipulación de la cosas.
Quizás esta paranoia la necesitábamos, ya que reflexionamos más de la vida misma, de la naturaleza, de los animales, de la familia, del rol de los adultos mayores, los niños. Apreciamos nuestro entorno, descubrimos nuevos roles, nació un interés por el cuidado que necesita nuestra vida.
Hoy es tiempo de agradecer.
Monique Yacsich
Iniciamos el año escolar de mi hija en medio de un terremoto familiar. Me había separado de mi marido y habíamos pasado de vivir en el campo a la mitad de la ciudad. A pesar de eso, mi hija mayor, Isabel, en aquel entonces con 5 años y 2 meses, estaba feliz de conocer su nuevo colegio. Por razones que todos conocemos, logró ir sólo 8 días a clases. Afortunadamente, en esos días hizo amistad con una chica que venía de Costa Rica que también iniciaba una nueva vida en Chile.
Las clases virtuales y las videollamadas, poco a poco, fueron parte de nuestra rutina con ella y con sus otros dos hermanos, de 3.2 y de 1.6 años. A pesar de que sigo trabajando vía remota, hemos sido capaces de organizarnos en esta locura del encierro. Isabel acaba de pasar a Primero Básico y dentro de los objetivos del curso no está aprender a leer ni a escribir como condición, aunque la mayoría de los niños lo logra en esta etapa. Mi hija, pese a la locura que es trabajar y cumplir bien, las clases virtuales, las tareas de las otras asignaturas y su mini rol de hermana mayor, logró aprender a leer y a mejorar su escritura, que venía ya con ciertos avances.
Cuento esta historia por varias razones. Es fin de año y estamos todos cansados, estamos en la etapa de fatiga del encierro (a pesar de que tuvimos Covid todos en casa en mayo), pero creo que es importante destacar que, como mi hija, hay toda una generación de niños de edades similares que aprendieron esto en sus casas, con padres con poco tiempo y a veces con pocas herramientas y habilidades en torno a la pedagogía y paciencia. Como yo, que estoy a cargo de una familia homoparental.
Estoy infinitamente orgullosa de ella y de lo que nos hemos convertido como familia, pues todos, a pesar de sus edades, han mostrado lo mejor de cada uno. Un verdadero aplauso para nuestros hijos, que han soportado esta locura con la mayor de las resiliencias que haya podido presenciar.
Javiera Moreno Cruz
Mi experiencia ha sido buena. Gracias al toque de queda he podido dormir sin la música y carretes que hacían habitualmente los vecinos. Además, recuperé el sueño del año pasado porque este año no me he tenido que levantar tan temprano para ir a dejar a mi hijo al colegio. Ya no voy al gimnasio y me encanta hacer deporte en mi casa. Con eso ahorro tiempo y plata.
Marcela Nassar
Sin duda, este fue un año difícil. Pero aprendimos a volar sin alas, aprendimos a abrazar con versos y poemas, aprendimos a besar con los ojos.
Sin duda, este fue un año difícil. Pero conocí a personas maravillosas unidas por la tecnología. Mi poesía me unió a versos con corazones que latían en sintonía.
Sin duda, este fue un año difícil. Pero fue el año más hermoso porque me enamoré de mí y de alguien más. Me enamoré de un chico que me bajó las estrellas, de un chico que me sigue regalando la luna cada noche.
Sin duda, este fue un año difícil. Pero también fue un año mágico
Angélica Araya Petit
Todavía no puedo creer que en plena pandemia me titulé con distinción máxima, firmé contrato en mi primera pega, descubrí que quiero hacer de aquí en adelante con mi carrera y me aceptaron en el magíster más difícil de la historia.
Oficial soy la periodista más enana y feliz del 2020.
Mónica Vargas
Esta es la historia de cómo nació “Nandu” un libro que escribimos con mis hijos durante la cuarentena. Es una de las cosas tremendamente positivas de este año.
Como muchas familias, en marzo comenzamos a vivir nuestra cuarentena. Le explicamos a los niños de que se trataba, nos organizamos con algunas reglas y horarios, tareas de la casa, etc. Sin embargo nuestro desafío era mantenerlos entretenidos y alejados de las pantallas. Hicimos una lista de actividades con puzzles, cosas para pintar, cocinar, etc. Pero nos quedaba la sensación de que algo más podíamos hacer, algo con un sentido colectivo, un propósito, con mayor trascendencia.
Fue así que con los niños nos propusimos que, dentro de nuestro horario diario, le dedicaríamos al menos una hora a un “Proyecto Cuarentena”, conversando y explorando las posibilidades de hacer algo juntos en casa, decidimos escribir un cuento colectivamente. Era una idea que nos venía rondando hace un tiempo y este el momento para lanzarse a escribir.
Hicimos una especie de taller "creativo literario" entre todos. Amanda, Colomba y Borja, fueron compartiendo sus ideas, personajes, lugares, etc. Cuando tuvimos todos los elementos que su creatividad arrojaba, apareció la columna vertebral de nuestra historia y comenzamos a escribir. Cada uno fue contribuyendo desde su mirada y en conjunto fuimos dándole forma a la narración. De pronto estábamos inmersos en un mundo de fantasía y comenzamos a viajar a través de nuestra historia. Los personajes comenzaban a cobrar vida y afloraba su personalidad.
Nos metimos en un mundo maravilloso que inventamos entre todos y que nos acompañó durante diez semanas. A ratos se hacía pesado avanzar, discutíamos, pero estábamos tan comprometidos con la historia y la protagonista que no nos podíamos permitir dejarla sola.
Finalmente después de varias semanas escribiendo, nuestro cuento vio la luz. Fue maravilloso verlo terminado y leerlo juntos. Si bien la historia no tiene más pretensiones que entretener a quien la lea, el valor de haberle dado a los niños un sentido de logro, que independiente de las circunstancias se pueden hacer cosas, creo que es algo que les quedará para toda la vida. Será también reflejo de tiempo ganado y no perdido y un lindo aprendizaje para todos.
Hoy “Nandu” está publicado en formato ebook y disponible en las distintas plataformas digitales como Amazon, Libros Patagonia, Google, Apple, etc. Estamos buscando los recursos para poder imprimir algunas copias y ojalá llegar a alguna librería.
Cristian Correa
Tengo mil cosas que agradecer, una de esas es que mi hija mayor se título de Ingeniería en Administración Agroindustrial en la UTEM, después de 4 años de estudios.
Estoy feliz por ella y porque estamos sanos, vivos y juntos.
Susana Ardiles
Soy una mujer, como muchas chilenas, amante de su familia, trabajadora, esposa. Nunca fui mascotera. De hecho, después de muchas negociaciones con mi hija sólo consiguió un erizo de tierra, que siempre está en su casa, no molesta nada y para mí era la mejor mascota, porque ni se siente. Pero de perros y gatos, ni pensarlo.
Llegó la pandemia y con ella el teletrabajo, el quedarse jornadas enteras frente al computador y no salir de la casa. En estas eternas tardes, un gato callejero que siempre andaba por ahí y que le tenía un pánico enorme a los seres humanos, se nos fue acercando.
Si bien es cierto que desde antes le poníamos un poco de comida afuera de nuestra casa y cuando lo veíamos le llamábamos gato Cabezón, porque al ser tan flaco lo era, era sólo eso: un gato flaco y callejero. Sin embargo, el confinamiento hizo lo suyo y Cabezón también, así que se fue ganando de a poco un lugar en nuestra familia y la comida pasó de ser de vez en cuando, a todos los días. Ni no nos dimos cuenta cuando le teníamos una casita afuera de la nuestra para que no se mojara en los días de lluvia y estábamos llamando a la veterinaria para que lo revisara.
Como buen gato callejero, tenía múltiples enfermedades: SIDA gatuno, leucemia y una infección que implicó sacarle todos sus dientes. Pero nada de eso importó. Cabezón cada vez más era parte de nosotros. La veterinaria nos advirtió cuando vio sus exámenes: “este es un viejo gato callejero y enfermo, no sé cuánto puede durar”. Pero a esas alturas, ya habíamos decidido darle la mejor vida posible.
Cabezón nos acompañó alrededor de tres meses antes de irse al paraíso gatuno. Pero de verdad fue lo mejor de la pandemia. A mí me abrió una parte desconocida de mi corazón. Nunca pensé que a los 50 años me iba convertir en “cat lover”.
Se fue con la lluvia de agosto, pero sigue con nosotros a través del palto que plantamos ese día en nuestro patio y en nuestros corazones.
Maruzzella Valdivia Peralta
Ciertamente no ha sido un buen año para todos. Pero la pandemia nos enseñó a valorar cosas que dábamos por sentadas, como una sonrisa, un abrazo. Hasta una mala cara (que entre mascarillas, ya no las vemos), se extraña.
El mensaje corporal es tan valioso que ahora debemos expresar con palabras nuestros sentimientos, para que el mensaje no sea mal interpretado a través de una cámara. En un ambiente de oficina, la pandemia vino a darnos a muchos largas jornadas y a enseñarnos a dirigir equipos remotamente, a buscar un espacio en nuestras casa que sea exclusivo para el trabajo y a generar una burbuja para poder escapar del "trabajo", que en época de pandemia seria cambiar del comedor a la habitación.
También este tiempo me mostró que muchos de mis compañeros de trabajo tenían hijos y que aprendieron a ir al baño. Lo sé porque en reuniones se oía: “Mamá (o Papá), ya hice...”. También descubrimos a las mascotas: en reuniones los pájaros se posan sobre su amo sin avisar en medio de una exposición, “mordiéndolos” (así son los loros), pegando un grito el que es mordido.... sacando risas y generando un rompehielos divertido.
La pandemia nos ayudó en el conocimiento de uno mismo, y la relación con las personas que vivimos, Parejas e hijos con espacio más íntimos por la necesidad de estar presentes y almorzar juntos contándose lo que pasó en la mañana en sus reuniones virtuales de Zoom, Hangouts, Teams, o cualquier plataforma de video.
Marlly Fuentes
Soy restaurador patrimonial y, si bien mi trabajo es apasionante, recuperar inmuebles de carácter patrimonial, historia, arte, etc., es muy restringido e inestable. Tras el 18/oct y el coronavirus, todo se puso muy difícil. Cómo últimos trabajos que tuve fue de restaurador de ornamentos en el palacio Vergara en Viña Del Mar y posteriormente de catastrador de inmuebles patrimoniales en Valparaíso. Estaba cansado de la restauración porque el trabajo es realmente desgastante y en muy poco tiempo tuve el privilegio de hacer muchas funciones en muchas ciudades.
Sin embargo, amo por sobre todo dibujar. Me considero un dibujante empedernido ("ilustrador" se dice hoy) y hace rato quería realizar trabajos nuevos.
Por método del boca en boca, tuve varios encargos particulares que si bien no me hacen rico, me mantuvieron. También pude participar de proyectos de ilustración con temática patrimonial como siempre lo hago y enviar material nuevo a la galería de un amigo en Cerro Alegre que vendió un trabajo muy rápidamente.
Además, aprendí a postular a concursos, buscar otras alternativas de trabajo en mi rubro y espero que prontamente salga algo de restauración, pero con los conocimientos que no poseía tiempo atrás. También pude pagar el diseño y dominio de mi página web para que puedan solicitar encargos que deseo realizar con mis dibujos.
En resumen, me reinventé. Y lo mejor es que fue con algo que amo hacer y siempre desde mi punto de vista personal.
Carlos Cienfuegos (https://www.instagram.com/cacocienfuegosilustracion/)
Estoy muy de acuerdo con ustedes. Dejando todo el dolor y la incertidumbre de lado, este año la pandemia nos dejó varios regalos. Trato de enfocarme en lo sencillo, en lo que no habría podido ser de no haber parado el mundo.
1.- En enero esperaba terminar el año con un nido vacío, pero la pandemia me dio un tiempo extra con mis hijos. Un regalo inesperado.
2.- Llegó a la familia Gordon Lewis, un rodesiano que duró, tamaño cachorro, aproximadamente una semana.
3.- Dejé de teñirme el pelo y acepté mis canas, que son exactamente lo que corresponde a las mujeres de mi edad.
4.- Empecé a comprar de pequeños productores los huevos, las paltas, el pan.
5.- Salí a las calles y parques a hacer lo que hasta ahora hacía encerrada en un gimnasio. Me encantó.
6.- Mis hijos aprendieron a barrer. A barrer bien, que no es lo mismo que pasar la escoba. Una habilidad que les servirá de por vida.
7.- No armaba un rompecabezas desde que tenía 10 años. Fue interesante la obsesión.
Paula Peters
2020, un año de transformación, de cambio de prioridades. ¿Aprendimos todos? Pues no, muchos seguirán ciegos como siempre, pero la mayoría evoluciono para ser mejores. En mi caso, éramos mi hijo y yo, pero en marzo el voló del nido y se fue a vivir con su novia. Luego vino la cuarentena y la suspensión laboral, ¿Qué hacer con tanto tiempo y soledad? No fueron buenos meses. Lloré, lloré y lloré, pero como siempre, me pare, me sacudí y partí.
Los primeros meses, limpie el departamento completo, ordené fotos y álbumes (miles de recuerdos), escribí mi libro de recetas (que aún no termino) boté y regalé muchas de cosas que no usaba y que ya no usaría, acomode mi casa a esta nueva vida. Jugué al bachillerato y ludo en línea con mis hermanos, conversamos por videollamadas, nos acompañamos a pesar de la distancia (Iquique, Los Ángeles y Santiago).
Aprendí nuevas recetas (intercambio con mis hermanas), le envíe cosas deliciosas a mi hijo, a mi hermano, a un amigo y cuñado para su cumpleaños, vendí algunos panes y regalé a vecinos. El día de mi cumpleaños me ofrecieron un regalo y pedí aprender cómo hacer muñecos tejidos a crochet (amigurumis), mi mayor descubrimiento y lo mejor de este 2020. Amé volver a tejer, me compré dos libros, ahora tengo muchas lanas (y quiero más) y hasta pedidos tengo para Navidad.
Amo ver el paso a paso y cuando los termino, es como darles vida y saber que das alegría a otro cuando lo pone en sus manos. El proceso no fue fácil, pero he sido como el ave fénix: ahora medito, como más sano, volví a trabajar, tejo en cuanto dejo de trabajar, trato de caminar o andar en bicicleta, y lo mejor de todo, volví a abrazar a mi familia, sin miedo, con fe.
Claudia Álvarez
Este año 2020 organicé para mi familia unas alianzas, lo pasamos muy bien y unió a todos. Hicimos distintas actividades como el “Describe el color de tu alianza”. Había una alianza roja y una amarilla.
Hubo jurados y yo, que tengo ocho años, era parte del jurado y al mismo tiempo la organizadora. Me encantó.
La alianza Amarilla ganó. Tienen un premio. Es su chocolate favorito y unas chapitas con el número 1. La alianza roja perdió, pero tienen su premio de consuelo, ya que se esforzaron todos.
Cuando se acabe el Covid-19 nos queremos juntar y celebrar.
Antonia Fuenzalida Galindo (8 años)
Había que sacarle lo positivo a este año, marcado por la pandemia y precedido de una revuelta social sin precedente. En medio de tanta incertidumbre, y viendo que las ciudades una a una fueron cayendo en cuarentena, decidí que no me quedaría sentado viendo la televisión para saber cuántos fallecidos había cada día. Había que enfrentar esto de una forma diferente. Entonces pensé que podía reunir a un grupo de amigos, vecinos, ex compañeros de colegio y de universidad y pedirles un aporte en víveres para llevar a una población.
La cosa funcionó tan bien que comenzamos a ir una vez al mes a dejar la ayuda y cada vez se sumó más gente. Si bien no todos podían ayudar todos los meses, se iban relevando unos u otros. Todo fue fluyendo de una gran forma. Un amigo prestaba su camioneta, otro traía sacos de papas del sur, otro manzanas de no sé qué parte y se fue sumando una cadena solidaria. Cuando ya éramos muchos, les dije que si tenían liderazgo organizaran a sus propios grupos y fueran en apoyo de otras poblaciones, en la parte alta de Viña o en Valparaíso, y así lo hicieron.
Este 19 de diciembre hicimos una fiesta navideña con los padres y los 56 niños. Además de la habitual ayuda en alimentos, llevamos a un Viejo Pascuero, pelotas de fútbol para cada niño, cuerdas de saltar, dulces y una función de títeres. Fue maravilloso.
Es cierto, hay un valor humano que siempre emerge cuando vivimos dificultades: la resiliencia. A pesar de todo lo malo, en 2020 compartimos, aprendimos cosas nuevas, hicimos actividades que en un año normal habría sido imposible y descubrimos que la forma de derrotar a la pandemia era con solidaridad.
Christian Lucero
Soy profesora y también mi esposo. Tenemos dos hijos de 21 y 19 años. Desde marzo no pudimos ir a clases al liceo ni ellos a la universidad, y de repente estuvimos todo el día en la misma casa, cada uno encontrando el lugar donde poder seguir un poco nuestras rutinas y trabajo, todos a través de pantallas, pero sagrado juntándonos a almorzar y a cenar los cuatro.
Nos dimos cuenta de que nunca antes habíamos almorzado tantos días juntos. Increíblemente, pasaron tantos años que debíamos llevar nuestras colaciones al liceo y ellos estar bastante tiempo solos. Es por eso que estos momentos se han valorado, aunque sea un plato de algo que no les guste mucho.
Realmente aprovechamos el tiempo; conversamos y reímos tratando de darnos ánimo y de cuidarnos. Si alguien está difícil, otro dice: ¿quién lo nomina? y los demás levantan la mano logrando risas y un cambio de la cara.
Y lo mejor: nos hemos turnado para cocinar. Eso me encanta.
María Eliana Rojas
En mi oficina también quedamos muy pocos, pero hemos creado lazos mas fuertes. Conocí con mas profundidad a personas que antes no nos hablábamos: guardia, recepcionista y personal de aseo, ahora estamos trabajando en equipo y nos alegramos cuando nos volvemos a encontrar otro lunes, sanos y salvos. Creo que nos faltaba una sacudida así de fuerte para derribar egos y orgullos que construimos con paradigmas egoístas y débiles.
Rodrigo Seguel
Efectivamente no todo fue malo, se creció a pasos agigantados en puntualidad y trámites online: reuniones, clases, telemedicina, recetas médicas y para laboratorio. Se abrió un tremendo espectro de aprendizaje a través de la red, desde hacer un pan con masa madre hasta un título universitario (que antes era mal visto hacerlo online).
También se cambió el paradigma de las clases, se vela más por las competencias y conocimiento general que el específico (dejamos al sabelotodo en Google, Youtube). En lo personal, me he vuelto adicto a los diarios impresos online y al Kindle.
Este año no me resfrié (con o sin vacuna seguiré usando mascarilla), pude conocer a los vecinos, participar en compras colectivas, preocuparme de la gente mayor (creo que ya tengo título de senior-sitter) y, de paso, aprendí a la fuerza a trabajar y a hacer deporte en casa sin morir en el intento.
Emilio Becker
Trabajo vinculada a los jóvenes y sus orquestas. Este año viví la experiencia de un concurso de percusión con instrumentos no convencionales y tuve la feliz posibilidad de ver por Zoom a los niños y jóvenes inventar instrumentos de tarros, tubos de pvc, el cuerpo, una silla, botellas y muchos otros para tocar música.
¡Y hubo felices ganadores! De Punta Arenas, Biobío, Coquimbo, Santiago, la Araucanía....vi jóvenes felices con sus baquetas de premio, con sus diplomas. Muchas sonrisas y mucha felicidad. Es un momento que recordaré como de completa alegría, en el más difícil año de vida.
María Paz Díaz