“Ya nos acostumbramos a que cada vecino se preocupe sólo de su metro cuadrado, nadie se mete en nada. Nadie se organiza, en muchos casos porque no sabes en lo que anda la persona del lado. Lo único que tenemos en común es el teléfono del Plan Cuadrante (de Carabineros). Y pese a que hay hartas balaceras y tiran fuegos artificiales a cada rato, nadie se mete, por miedo”, asegura Clara, quien por más de 30 años ha vivido en la población Santo Tomás, de la comuna de La Pintana.
La ruptura del tejido social en este sector, al igual que dentro de cientos de villas y poblaciones del país, ha facilitado que grupos de delincuentes y, en especial, de narcotráfico, se tomen los espacios comunes. “Cuesta denunciar porque todos se conocen. Y más cuesta denunciar por el miedo que te da, porque todos saben que estas personas son vengativas y nadie quiere poner en peligro a su familia”, advierte.
El barrio que hoy habita Clara y sus nietos es también un sector que concentra diversas causas penales y es foco de interés para la Fiscalía Sur por las redes y constante proliferación de investigaciones a causa de la ausencia del Estado, lo que ha permitido el avance de este tipo de bandas para convertir sectores vulnerables y carentes de servicios básicos, en verdaderos centros de operaciones dentro del Gran Santiago.
¿Qué tan profundo se ha extendido el fenómeno y cuáles son las áreas en que los traficantes se han enquistado en la capital? El equipo de Investigación y Datos de La Tercera analizó las 730 causas por infracción a la Ley de Drogas tramitadas por la Corte de Apelaciones de San Miguel y la Corte de Apelaciones de Santiago en 2020 y el primer trimestre de 2021. Ambos tribunales concentran la totalidad de la jurisdicción de la Región Metropolitana.
Al estudiar cada uno de los casos, La Tercera identificó las direcciones y puntos específicos en que la policía detectó actividad relacionada al narcotráfico. Así, afloraron desde esquinas en que operan microtraficantes hasta verdaderos centros de operaciones, desde los cuales se coordinan acciones que incluyen la internación de drogas “duras” desde el extranjero.
En total se detectaron 66 territorios de venta en vía pública, 695 casas que se ocupan como puntos de venta o de acopio de narcóticos, así como 53 residencias que se utilizan como laboratorios o invernaderos. El levantamiento de información también reveló que existieron 167 zonas en que imputados fueron sorprendidos transportando o internando narcóticos. Esto arroja un total de 981 puntos dentro de la Región Metropolitana que han sido tomados por narcotraficantes para concretar sus negocios.
El levantamiento también reveló la existencia de 34 casos en que el tráfico se concretó desde las cárceles de Santiago o Colina. Gran parte de estas causas fueron intentos de internación de droga, la que luego sería vendida al interior de los recintos penitenciarios.
La revisión en detalle de los delitos cometidos en barrios capitalinos, mostró que el microtráfico es uno de los principales problemas que aquejan a los vecinos (473 casos), seguido por la presencia de clanes narco de mayor magnitud (373 causas). Este fenómeno delictual, como explican expertos, se le asocia la tenencia de armas, problema que en los barrios de la Región Metropolitana muestra una presencia importante (229 causas).
Con la información recopilada, se asignó la coordenada a las 981 direcciones detectadas para visualizarla en un mapa que revelara el avance del narco en la Región Metropolitana. El estudio expuso que, si bien el fenómeno se encuentra extendido a prácticamente toda la ciudad, existen 16 zonas críticas.
La aparición de estos puntos también evidencia otro fenómeno. Cada vez que una casa-narco es allanada, en las semanas siguientes una nueva residencia en la zona es acondicionada para ocupar el lugar que dejó el punto “desactivado”. Según expertos en el área penal, este es uno de los efectos que dejaría la política de persecución enfocada en el “narco-fusible”, es decir, las indagatorias centradas en el último eslabón de la cadena, que no escalan hasta los líderes de las agrupaciones de traficantes.
El detalle de cada uno de los puntos identificados se encuentra disponible en el sitio web de La Tercera.
Las 16 “zonas rojas”
Entre las zonas que registran el mayor número de causas e incautaciones vinculadas al narcotráfico, se encuentra el cuadrante conformado por la Ruta 5 Sur, Autopista General Velásquez, Autopista Vespucio Sur y la Autopista del Sol. Se trata de un área compartida por las comunas Pedro Aguirre Cerda y Lo Espejo. En el corazón de esta zona existe un pasaje en el cual siete casas han sido allanadas, encontrándose droga en el interior.
Otra zona crítica que aparece con el mapeo se encuentra en General Velásquez con la Alameda, cerca de los terminales de buses en Estación Central. La mayor parte de estas corresponden a detenidos que fueron sorprendidos tomando locomoción en dirección al sur y que tendrían escondido algún tipo de narcótico entre sus pertenencias.
El aeropuerto de Santiago es otro punto que concentra denuncias. Se trata de ciudadanos extranjeros que han sido sorprendidos intentando ingresar a Chile con drogas sintéticas. Se dio el caso, incluso, de una mujer que venía de Europa con una estatua en cuyo interior había pastillas de éxtasis.
A nivel penitenciario, los recintos que concentran los principales operativos son la ex Penitenciaría, Santiago 1, la cárcel de mujeres de San Joaquín y los penales de San Miguel y Puente Alto. El mapeo, además, evidencia otra realidad: la existencia de cluster que atraviesan más de una población o villa, así como otros que se encuentran radicados en un sector en específico.
De esta manera, el registro arroja la existencia de una zona caliente que incluye la Villa El Almendral, Villa La Juanita y Bajos de Mena, en Puente Alto. Los límites están dados por la Autopista Vespucio Sur y Santa Rosa.
El fenómeno se repite en el área que abarca la Población Santo Tomás, Villa La Ópera y Villa Concierto, que compete a las comunas de La Pintana y Puente Alto. La Ruta 79 pareciera partir en área en dos, pero esto no es una barrera que detenga a este fenómeno.
Y cuando se trata de problemas focalizados, la problemática se manifiesta con mayor fuerza en las poblaciones La Legua de San Joaquín, Carol Urzúa de Puente Alto, La Pincoya de Huechuraba, Valle de la Luna de Quilicura y San Gregorio de La Granja.
Respecto a los laboratorios y lugares de plantación de marihuana, el levantamiento de información arroja que esta ocurre con mayor frecuencia en la zona rural de la Región Metropolitana, o bien en las cercanías de los pueblos satélites al Gran Santiago. Las bandas se abastecen en estos lugares para luego vender en la capital.
No solo calles estrechas
Los barrios tomados por el narco repiten ciertos patrones, que incluyen aspectos tanto urbanísticos como de cohesión social.
Luis Eduardo Bresciani, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica y experto en temas de Vivienda y Urbanismo, explica que “una de las condiciones que ha favorecido históricamente la aparición del narcotráfico es justamente algo que se percibe en estos barrios: cierto grado de homogeneidad, segregación social, falta de diversidad social, es un barrio que se caracteriza por viviendas construidas por el Estado hace muchas décadas. Terrenos alejados de los servicios, por lo tanto, han ido concentrando altos niveles de vulnerabilidad, de pobreza y eso, en términos sociales, siempre es un espacio propicio para que aparezcan estas formas de no Estado, como es el narcotráfico”, indica el experto.
Según Bresciani, otro elemento que contribuye es la ruptura de las redes entre los vecinos. En el fondo, cada uno se preocupa de su metro cuadrado y desaparecen los espacios de convivencia. Esto lleva consigo la pérdida de liderazgos y las autoridades locales se encuentran sin interlocutores.
Transacción a las 11:00 AM
Y cuando no hay tejidos sociales, emerge la figura del vecino narco. En la población Carol Urzúa de Puente Alto, un día de semana a las 11.00 de la mañana, pudimos observar una transacción de droga. Un furgón blanco se detuvo en plena calle, salió un hombre desde uno de los pasajes, entrega un papelillo a cambio de un billete, y cada uno siguió su camino. Pocos minutos atrás había pasado un carro de Carabineros, pero esto no fue un desincentivo.
A escasos metros de esta transacción un hombre mayor acepta conversar unos minutos con La Tercera con reserva de su nombre. En esta zona, explica, estar alejados de polémicas es un asunto de supervivencia. “De que han pasado cosas en la población, sí, todo el mundo lo sabe. Tuvimos a una cuadra de acá los cinco muertos en las máquinas de juegos, y fue por la droga”, cuenta.
La presencia del narcotráfico se siente, especialmente, durante las noches. “Los fuegos artificiales son casi todas las semanas. De 23.00 a 1.00 de la mañana. Y ninguna policía viene. Han bajado los disparos, eso sí. Como que los fuegos artificiales ocuparon ese lugar”, agrega el vecino.
Pero no fue siempre así. “Aquí se terminó el club de fútbol que teníamos y se terminó todo el contacto que había entre las personas. Era el Deportivo Carol Urzúa, teníamos buenos jugadores y buenos infantiles. Pero por problemas que había con otros sectores, como La Esperanza, se terminó el fútbol y aumentó fuerte la droga”. Luego dice:”ahí también se acabó el tema vecinal. Nosotros nos veíamos siempre porque arrendábamos una sede. Nadie prestó ropa, de un plumazo nos eliminaron. Y yo le digo que una de las causales fue eso. Esto pasó hace como 12 años, y fue por una simple pelea en que un loco tiró unos balazos en la cancha. Estábamos peleando el campeonato en el complejo y nos echaron de la rama. Ahora los niños no tienen donde jugar. Ahora cada uno vive en su espacio”.
La esquina de Elqui con Coyhaique, en Puente Alto, es una zona rodeada por puntos de venta de narcóticos. Ahí, un hombre de tercera edad se encuentra sentado en la entrada de su casa. Está tras unas rejas, pues -dice- mejor estar prevenido. “Yo llevo viviendo acá desde el año 1986, pero la cosa se ha ido poniendo peor”, asegura.
“Eso de los fuegos artificiales pasa a cada rato. Y en el día pasan varios tipos a comprar allá dentro”, dice.
El otro camino
Para urbanistas y expertos en seguridad, una de las maneras más efectivas para recuperar los espacios tomados por el narco es crear redes entre los vecinos e incrementar la comunicación con las autoridades. Este es el camino que han tomado los residentes de los sectores Bellas Artes y Parque Forestal, en el centro de Santiago. Ambos sitios, revela el mapa, registran detenciones ligadas al tráfico de drogas.
Francisco Javier González, presidente de la Junta de Vecinos de Bellas Artes, cuenta que “tenemos una comisión exclusiva para ver el tema de la seguridad, con vecinos que conocen el tema y han trabajado en la prevención del delito. Tratamos de buscar soluciones amigables, no a la violencia de ninguna índole, pero sí al diálogo”.
“Hay vecinos que venden sustancias. Es una problemática. Tratamos de denunciar de buena forma para que el edificio completo tenga bienestar. Acá no hay casas, son solo edificios”, cuenta.
A pocas cuadras está la Junta de Vecinos del Parque Forestal. Héctor Vergara, su presidente, explica que “tenemos una buena coordinación con Carabineros, PDI, y ahora con seguridad municipal, para tratar de mantener a raya el problema. Sin lugar a dudas no se soluciona del día a la noche”.
Respecto al narcotráfico, Vergara identifica dos problemas: primero, la normalización, en que se ve a consumidores y traficantes en plena calle, y segundo es “la cercanía de Bellavista, que es una zona de carrete más pesado al nuestro. Es un pasillo en nuestro barrio y eso nos afecta”.
¿Es posible revertir barrios tomados por narcos y evitar el nacimiento de nuevas zonas problemáticas? Luis Eduardo Bresciani cree que sí: “Entre distintos actores políticos hay una coincidencia de que la construcción de mejores barrios no es solamente un problema sectorial, de un ministerio, sino que un problema que tiene efectos fuertes sobre muchas otras políticas sociales”.
Y esto, la nueva figura de los gobernadores puede jugar un rol central: “El tema de la ciudad es esencialmente territorial. Y ahí las autoridades que gobiernan territorios son fundamentales para unir la construcción de infraestructura, generar equidad en la inversión pública, mejorar viviendas y planificar”, señala Bresciani. Agrega que “para integrar todas estas herramientas que tiene el Estado, que hoy están dispersas, los únicos que pueden lograr estas articulaciones son las autoridades que están en los territorios. En las grandes ciudades, son los gobernadores, y en las ciudades intermedias y pequeñas, son los alcaldes”. El docente dice, además, que “lo importante es tanto la infraestructura como la comunidad que se crea después de eso”.
Policías y colegios
Entre quienes mejor conocen las realidades locales están los alcaldes. Y en esto, aseguran los expertos, las dificultades son transversales a cualquier color político.
En Lo Espejo, la alcaldesa Javiera Reyes (PC), recientemente asumida, relata que un problema con que se encontró es la baja dotación policial asignada a la comuna. A esto se suman contratiempos de gestión interna. “Al llegar, tuvimos que empezar desde cero. Aún con los preocupantes índices de homicidios y otros delitos en Lo Espejo, no existía una planificación ni menos un trabajo previo. De hecho, durante 2020 el Consejo de Seguridad Comunal no sesionó en ninguna oportunidad, aún cuando la ley exige que al menos se celebre una vez por trimestre”, dice.
La primera medida que tomarán será transformar el área de seguridad en una dirección. Luego, se hará un diagnóstico de los problemas locales y se buscarán los mejores programas a implementar.
Germán Codina (RN) reelecto alcalde de Puente Alto, dice que el narcotráfico se debe abordar desde dos líneas de trabajo. La primera es la “prevención social temprana”, que incluye la extensión horaria en los colegios. La segunda está relacionada con mejorar las condiciones de seguridad, como la iluminación. “Estamos operando con un teléfono de seguridad municipal. Además, instalamos tres módulos de seguridad en un plan piloto, para tener en el territorio equipos municipales monitoreando las cámaras de cada sector y coordinando la presencia de las camionetas y motos de seguridad, y el primer día el primer módulo recibió seis impactos de bala”, cuenta el alcalde.
Actualmente, en la Región Metropolitana se encuentran operativos cerca de 14 mil carabineros, de los cuales alrededor de un cuarto se encuentran destinados a la zona sur de la capital. A nivel general y con registros de 2019, existe un policía cada 537 habitantes. En Lo Espejo, por ejemplo, existe un informado cada 157 personas, cifra que difiere a la de Puente Alto, en que hay 831 habitantes por cada funcionario. La comuna que tiene la mayor dotación es Santiago, con más de dos mil carabineros, aunque desde la institución han indicado que esto obedece al alto número de población flotante.
Desde la Subsecretaría de Prevención del Delito, en tanto, indican que la institución “ejecuta actualmente, en 34 barrios, el programa nacional Barrios Prioritarios. Pronto serán incorporados otros tres. Agregan que se trata de áreas con “altos índices de microtráfico, consumo de drogas, presencia de bandas organizadas y violencia intrafamiliar, entre otros delitos, y también problemas sociales y urbanísticos, con una importante segregación de estos territorios y déficit de infraestructura barrial. Por ello, uno de los objetivos del programa es llevar de vuelta al Estado a territorios donde ha estado ausente por muchos años y trabajar para reconstruir confianzas y, así, nuestro tejido social”.
Señalan, además, que en esta iniciativa “los vecinos son esenciales” y que por eso en cada barrio sesionan periódicamente mesas barriales o comunitarias, en las que participan de forma permanente unos 500 dirigentes vecinales.