Arturo Zúñiga, subsecretario de Redes Asistenciales: “Hubo quienes querían que falláramos en esta pandemia”

Arturo Zuñiga
Subsecretario de Redes Asistenciales Arturo Zuñiga.

La autoridad de salud resiente que durante la crisis sanitaria -más que pensar en los contagiados- un sector esperaba errores del gobierno. “Los enfermos son de derecha e izquierda”, remata.


“¿Te acuerdas del nombre de algún subsecretario de Redes?”, preguntó Arturo Zúñiga (37) a su esposa, Luz Errázuriz, hace poco más de un año, cuando ésta le manifestaba sus aprensiones a que se sumara al gabinete de Sebastián Piñera por la alta exposición pública que implicaba una decisión de esa naturaleza. Hoy, el subsecretario sonríe al recordar la historia: la pandemia terminó por dinamitar el bajo perfil del que disfrutaron sus antecesores y su aparición diaria en televisión se hizo costumbre. Ya, antes del Covid-19, fue el estallido social -”de un nivel de violencia que nunca había visto en mi vida”- lo que convenció a Zúñiga de que el desafío que asumió en julio de 2019 no iba a ser, definitivamente, como lo había imaginado.

¿La pandemia ha sido una oportunidad para el gobierno para retomar la gestión puesta en cuestión tras la crisis social?

Creo que en los temas necesarios para enfrentar una pandemia de estas características tener a un Presidente como Sebastián Piñera ayuda muchísimo. Él ya dio cuenta en su gobierno anterior de cómo una buena administración reconstruye un país de forma eficiente, dio cuenta de cómo un rescate de mineros se hace de forma adecuada, y ahora, nuevamente, ha dado cuenta de que tener una persona con sus características da cuenta de que a ninguna persona le haya faltado un ventilador.

Sin embargo, la salida del exministro Jaime Mañalich fue leída como el fracaso de la estrategia sanitaria...

Sobre la estrategia sanitaria, me quedo con que nunca ha faltado un ventilador. Se hizo un trabajo que se diseñó con muy poca información, pero que se ha cumplido a cabalidad. Eso ha permitido que la promesa de que a nadie le falte un respirador se haya cumplido hasta el momento.

¿Y sobre otros aspectos, más allá de la gestión de la red?

Aún no hay que hacer la evaluación, y lo que sucede en Chile no se puede comparar con lo que pasó en España o en Italia, porque hay muchas variables diferentes de este virus. Y tampoco nos podemos comparar con otros países de Latinoamérica, porque ¿quién hace tantos test como nosotros? Nadie.

Mañalich en mayo dijo que “la falta de confianza recíproca”, a propósito del estallido social, hizo difícil el manejo de la pandemia. ¿Lo comparte?

Es una opinión respetable, pero es difícil de demostrarlo. Tendría que haber un estudio para saber si afectó lo que nosotros tratamos de comunicar día a día, que no llegó a todas las personas por igual. Es bien difícil decirlo.

¿Se justificó el cambio de ministro?

No me corresponde opinar sobre una decisión del Presidente, pero creo que tomamos lo mejor de Mañalich para un período que era muy difícil. Cuando aún había pocos contagios en el mundo, él tomó la decisión de trabajar como si esto fuera una pandemia y lo hizo porque tiene la experiencia de ser el ministro de Salud que más ha estado en el cargo desde el regreso a la democracia.

¿Ayudó a “descomprimir” el ambiente?

Para esta segunda parte de la pandemia, el Presidente se decidió por el doctor Enrique Paris y él tiene cualidades que obviamente Mañalich no tiene, y Mañalich tiene cualidades que el ministro Paris no tiene. Estábamos también en los días peak, si mal no recuerdo, a los dos días empezaron a bajar los contagios y había mucha incertidumbre. El ministro Paris ha servido para un período distinto de la pandemia, donde ha permeado muy bien a la ciudadanía. Yo creo que todos nos hemos dado cuenta de la diferencia entre ambos ministros.

¿Hay un estilo de jefatura que le acomode más en lo personal?

Siempre me ha interesado trabajar en lugares donde admire a mi jefe y eso ocurre. Me acomodo bastante bien, independiente de la personalidad de uno o de otro.

¿Mantiene el contacto con el exministro Mañalich?

Muy poco. Hemos hablado solamente para temas personales, sobre cómo está él, siempre le pregunto por su señora.

¿Cuál es su evaluación más personal de la pandemia?

No he tenido tiempo, no me he parado a pensar nada. Recién venimos saliendo de lo que fue Santiago, del brote en las cuatro regiones del norte del país, y ahora el Biobío, que es una de las regiones con mayor número de habitantes del país, tiene un nivel alto de contagios. Eso sí, creo que el momento más duro fue el 28 de abril, cuando muere Lorena Durán, la primera funcionaria de salud municipal de Gorbea. Nunca me había tocado estar a este nivel de cercanía con la muerte.

El virus es impredecible. ¿Qué complejidades tuvo en la planificación?

Al principio, todo lo que sabíamos era que había 20 mil contagiados en una ciudad china que se llama Wuhan. Con esa poca información se tomó la decisión de enviar una orden de compra por más de 30 millones de elementos para protección del personal el 5 de febrero. Luego empezamos a hacer simulaciones de llegadas de pacientes con coronavirus en distintos hospitales, consultorios, y nos decían “¿cómo se les ocurre? El virus está en China todavía”. Esa misma crítica se dio cuando llegó marzo. Nos decían: “Lo están haciendo para posponer el plebiscito”. Después ellos mismos son los que llaman a cuarentena total.

¿Quiénes?

Había críticas no constructivas, esperando que se fallara, que no hubiera ventiladores mecánicos. Hubo quienes querían que falláramos en esta pandemia, y aquí no se trata de que falle un gobierno. Si hubiésemos fallado ante esta pandemia, falla un país entero. Los pacientes que se enferman son tanto de derecha como de izquierda.

¿Qué impresión tiene del contraste entre salud pública y privada?

Tenemos una rara concepción de lo que es la salud pública y privada y sus diferencias. ¿Por qué? Porque hay bastante similitud. Los equipos médicos, en general, trabajan tanto en el sector privado como en el sector público, trabajan en la mañana en los hospitales y en la tarde en las clínicas privadas. Por lo tanto, creo que hay bastante buena salud, buena medicina en nuestro país y una calidad que ahora la hemos visto a propósito de la pandemia.

Al inicio de la pandemia hubo resistencia de los prestadores privados para expandir sus camas a propósito del Covid-19...

Yo creo que la percepción de riesgo al inicio en el sector privado no fue bien prevista y cuando nosotros empezamos a transformar nuestras camas dentro de la red integrada Covid-19, y ellos se quedaron atrás, fue necesario apretar un poco más a través de la resolución de duplicación de camas que emitimos. Afortunadamente, la respuesta fue notable, en un plazo bastante acotado.

¿Podría mantenerse como un modelo de salud estable la red unificada?

Precisamente, la reforma de Fonasa que está en el Congreso apunta a eso. Primero establece una garantía de oportunidad al resto de las patologías, tal como la tienen las 85 garantías GES. No hay una ideología sobre dónde resolver el problema de salud, sino que hay algo mayor, que es que una persona lleva meses esperando y cuando se pone eso por delante, tal como ocurrió con la red integrada Covid-19, es el paciente quien importa.

Usted administra en este momento todas las camas de hospitales y clínicas del país. ¿Están las condiciones para hacer el plebiscito en octubre?

Con la situación que existe hoy, teniéndolo en nuestra Constitución y habiéndose aprobado el año pasado, tenemos que respetar como gobierno y dar todas las condiciones para que se haga un plebiscito. Eso sí, se tiene que hacer con todas las medidas de seguridad para evitar contagios y eso se le ha transmitido al Servel.

¿Aprueba o rechaza en octubre?

Apruebo que haya un plebiscito, pero rechazo que se haga en un clima de violencia. Pero el Presidente ha pedido prescindencia.

¿Y cree que existe un clima de violencia?

Ojalá que no ocurra para el plebiscito, pero hace pocas semanas tuvimos una discusión muy importante en el Congreso acerca del retiro de los fondos de las AFP y eso se hizo en un clima de violencia, de amenazas hasta a parlamentarios de oposición.

Se lo formulo de otra manera: ¿Es la Constitución actual, con sus reformas, el problema?

Los problemas de las personas van más en este tipo de cosas cotidianas, en que no haya abusos por parte de las isapres, por ejemplo, o en que las listas de espera no sean de un año. Creo que para mejorar esas cosas se puede llegar a acuerdos en el Congreso, pero no hay un acuerdo político para solucionarlo. La gente espera mayor empatía de parte de nosotros, los políticos.

¿Dónde ve esa falta de voluntad para un acuerdo político?

Hay distintas generaciones en el Congreso y hay grupos jóvenes que sí han aportado mucho y sí se respeta lo que se ha avanzado este país. Pero si uno lo pudiese encasillar, el Frente Amplio sí es una parte importante de estos jóvenes que no reconocen todo lo que ha avanzado el país en los últimos años y pretenden reformarlo todo desde cero.

Y está bien tener utopías, pero también uno tiene que ajustarse a la realidad.

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