Bitácora de un cambio de gabinete
Una visita a la clínica, una pelea a gritos en el despacho presidencial y el misterio de las siete sillas originales en la ceremonia del Salón Montt Varas -aunque fueron finalmente cinco los ministros removidos- formaron parte de la recta final del enrevesado segundo ajuste ministerial de Boric.
Con un renovado gabinete -tras el ajuste ministerial que concretó el viernes al remover a cinco ministros y 15 subsecretarios- llegó este sábado a La Moneda el Presidente Gabriel Boric. Entre los ministros y subsecretarios la pregunta seguía rondando: ¿Qué pasó con las siete sillas que terminaron en cinco y que estaban dispuestas en el Salón Montt Varas antes de anunciado el cambio?. Las versiones sobre el episodio que dejó dudas sobre la magnitud de los movimientos que tenía previsto hacer el Mandatario en el gobierno fueron variadas. El jefe de producción, Pablo Arrate, le dijo a un presidente de partido que se dispusieron para despistar a la prensa, mientras que otros afirmaban que había sido un error del personal.
Una tercera versión apuntó a que una de las sillas era para un posible acompañante del nuevo ministro de las Culturas, Jaime de Aguirre, quien estaba recién dado de alta de una operación.
La escena, con todo, fue el corolario de un ajuste ministerial que el Presidente venía preparando hace tiempo y que se había dilatado varias semanas por la contingencia de los incendios. Un rediseño que -además- estuvo precedido por un golpe en la línea de flotación del gobierno a solo días de cumplir su primer aniversario: el rechazo a la idea de legislar de la reforma tributaria, lo que dejó en jaque el financiamiento de su programa.
La caótica y tensa jornada terminó con varios heridos y, nuevamente, evidenció desprolijidades de última hora. La señal más relevante el Presidente la dio en una reestructuración total de la Cancillería, donde dejó ir -a su pesar- a la ahora exministra Antonia Urrejola y convocó -tras un veto del PPD a su primera opción, Marta Maurás-, a Alberto van Klaveren.
Una visita a la clínica
La noche del martes el Presidente llegó a la Clínica Santa María para hacer una visita clave en lo que sería el diseño de su nuevo gabinete. Antes había hablado con la entonces canciller Antonia Urrejola para comunicarle que pese a la buena relación que tenían y la confianza que habían afianzado no iba a continuar en su cargo. Fue la primera jefa de cartera en enterarse directamente de que se iría.
Pero el Mandatario tenía más noticias para su ministra. Para reforzar que la naturaleza de su decisión no era algo personal, sino que un ajuste estructural, le adelantó que también saldrían los subsecretarios José Miguel Ahumada y Ximena Fuentes, con quienes Urrejola mantuvo una pésima convivencia durante su gestión.
Con la determinación despejada -que finalmente marcaría el tono de su segundo ajuste ministerial-, Boric ingresó a la clínica a ver al exministro y dirigente socialista Luis Maira, uno de sus principales mentores y con quien tiene una relación de plena confianza. La consulta era evidente por la experiencia diplomática de Maira: qué hacer con uno de los ministerios que le había traído más problemas en su primer año de gestión. Al salir de la clínica, el Presidente le dio vueltas a la conclusión de esa charla: había que mirar al Foro Permanente de Política Exterior, donde Marta Maurás (independiente cercana al PPD) -la inicialmente elegida para tomar el cargo- es directora.
Pero en el gobierno no contaban con que el viernes, al enterarse por La Tercera del nombramiento, dirigentes del PPD presionarían por deshacerlo.
El activo rol de Tohá y su nuevo cara a cara con el PPD
Fue la propia Maurás quien llamó la mañana del viernes a la presidenta del PPD, Natalia Piergentili. En el contacto, la diplomática le dio la noticia: el Presidente Gabriel Boric la quería para asumir como su nueva canciller. La dirigenta se indignó. Era la primera novedad que tenía sobre los cargos ligados a la colectividad que lidera y que serían nombrados en cosa de horas por el Mandatario.
En ese momento Piergentili tomó el teléfono y llamó a la ministra del Interior, Carolina Tohá, para manifestarle que Maurás no era un nombre que el PPD sintiera como propio. En el partido, a esas alturas, nadie dudaba de la huella de la propia Tohá -también militante- en la nominación de la reemplazante de Antonia Urrejola. Con el veto sobre la mesa, la ministra y el Presidente analizaron opciones. Además, desde la propia Cancillería se levantaron otras alertas: los sumarios por maltrato que tenía cursados Maurás podrían abrir un flanco al gobierno. La anuencia de Alberto van Klaveren despejaría el cuadro, aunque retrasaría el accidentado anuncio.
El episodio incomodó a Tohá y la volvió a enfrentar con su partido, con el que tiene una relación fría y con el que estuvo en veredas opuestas cuando decidieron competir en dos listas y no en una unitaria de cara a los comicios del Consejo Constitucional.
Pero la ministra jugó un rol protagónico en el nuevo diseño del Presidente. Fue ella quien llamó a ministros salientes para pedirles subir a las oficinas del Mandatario, donde les notificaban su partida en conjunto. También fue quien sondeó a posibles reemplazos a nombre del Mandatario.
“¿Qué va a pasar con mi ministra?”
“El Presidente hará anuncios dentro de poco y sería muy positivo que ustedes vinieran. Los invitamos recién ahora, porque no teníamos clara la hora hasta este momento”. A las 13.45 horas la ministra Tohá envió el mensaje al grupo del comité político ampliado. Lo hizo luego de varios enredos y cuando habían convocado a los ministros a las 13 horas, pero luego dejaron sin efecto la citación.
Ante el desorden del gobierno, algunos dirigentes, como Paulina Vodanovic (PS) y Natalia Piergentili (PPD), se aseguraron y llegaron de manera anticipada a Palacio. Patricio Morales (PL) también llegó a La Moneda, pero se fue indignado tras enterarse de la destitución del ministro Juan Carlos García, de Obras Públicas. El que no estaba enterado de nada era Leonardo Cubillos, mandamás del Partido Radical, quien no tenía claro si la ministra de Minería, Marcela Hernando -que estuvo muy cuestionada y cuenta con un respaldo débil de la mesa de su propio partido-, seguiría en su cargo.
Tohá recibió a Cubillos en su oficina, donde estaba también el ministro Mario Marcel. Ahí le dijo: “Su ministra se queda, pero de subsecretarios no sé nada”. El radical se sorprendió, porque en la colectividad estaban conscientes de la evaluación de Hernando y su salida para todos era una decisión inminente. Luego se enteró de que no sumarían ningún subsecretario, decisión que generó malestar en su partido, porque tampoco se les informó antes de que saliera el comunicado.
La pelea Morales-Boric
Le habían asegurado en las semanas previas que el único ministro que tenían en el gabinete -Juan Carlos García (OO.PP.)- se mantendría en el cargo. Pero fue el propio Presidente Gabriel Boric quien le notificaría en La Moneda -a solo minutos de anunciar el ajuste ministerial- al hasta ayer presidente del Partido Liberal, Patricio Morales, que finalmente había decidido removerlo de sus funciones.
Cuando el Mandatario le dio la noticia, Morales no podía creerlo, pero entendió de inmediato que la determinación del Jefe de Estado desataría una crisis interna en su colectividad y que se cristalizaría con su propia renuncia al cargo este sábado. Por eso, dicen quienes conocieron del tenor de la discusión entre ambos, Morales no se guardó nada y le dijo en su cara al Presidente -levantando en varias oportunidades el tono de su voz- que lo estaba perjudicando y que la lealtad que habían demostrado durante todo este tiempo no estaba siendo valorada.
El PL fue de los partidos que se mantuvieron en la tesis de una lista única del oficialismo para las elecciones del Consejo Constitucional, como defendió el gobierno, e inscribió un pacto con Apruebo Dignidad y el Partido Socialista, movimiento que en la práctica quebró al Socialismo Democrático. Que ese gesto no fuese valorado por el gobierno y que, por el contrario, se premiara al PPD con más cargos de primera línea con cercanos a ese mundo, como Alberto van Klaveren en la Cancillería, fue algo que dolió en la colectividad.
“Yo busqué una forma de relacionarnos con el gobierno y al parecer no rindió los frutos. El día de ayer fue muy frustrante y eso tiene consecuencias políticas”, dijo Morales luego de que el consejo nacional le pidiera la renuncia.
El timonel interino, Juan Carlos Urzúa, advirtió que la actitud de incondicionalidad total al gobierno que defendió su antecesor terminó con “una humillación a la militancia; el premio a la lealtad ha sido quedar fuera”, dijo.
El Presidente Boric tomó contacto con Urzúa la tarde de ayer. El Jefe de Estado ha transmitido que entiende la molestia de los liberales y que espera que se puedan recomponer las relaciones.
La influencia de Patricio Fernández
“¿Cómo se llama ese de la tele?”. Le preguntó la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, a la ministra de la Segpres, Ana Lya Uriarte, en el Salón Montt Varas el viernes. “Jaime de Aguirre”, le respondió. El nombramiento del nuevo ministro de Culturas -exdirector de canales de televisión- sorprendió a la mayoría de los presentes, menos a quienes habían estado al tanto de las conversaciones hasta el último minuto.
Pese a que la decisión de remover a la ministra Julieta Brodsky (CS) era una decisión zanjada, encontrarle un reemplazante no fue fácil. Entre las carpetas que llegaron a La Moneda estaba también el nombre de la actriz Carolina Arredondo e incluso se planteó la opción de que el escritor Patricio Fernández -hoy a cargo de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado- asumiera. Pero nunca fue su deseo y, además, tanto él como el Presidente tenían claro que nombrar a un amigo tan cercano era un error. Lo que sí hizo fue influir en la decisión: Fernández mantuvo largas conversaciones con la ministra Tohá para buscar nombres.
Ahí se decidió que De Aguirre -quien tuvo que pedir alta médica para no perderse la ceremonia por una operación médica- era el indicado.
El sushi, los chequeos y opciones descartadas
Pasada la medianoche del jueves, el director de la Secom, Pablo Paredes; el jefe de gabinete, Carlos Durán, y el jefe de asesores, Miguel Crispi, seguían reunidos en La Moneda. Las luces de la Secom y del Segundo Piso eran las únicas encendidas, pero aún no se afinaban los últimos detalles de un puzzle que fue muy difícil de armar. Para calmar el hambre y amenizar el estrés de la jornada decidieron pedir sushi.
En los equipos de asesores del Presidente reconocen que la revisión de antecedentes fue compleja y que ese fue uno de los principales motivos de la postergación de un cambio de gabinete que estaba planificado para finales de febrero y que terminó aplazándose por la crisis de los incendios.
La fecha límite era este sábado 11 de marzo -en la celebración del primer año de gobierno- y que el reajuste se haya realizado el día antes dice mucho de las complicaciones que debieron enfrentar en el camino.
Una de los principales demoras fue la revisión de antecedentes de los candidatos a ocupar cargos. Para eso hubo dos equipos de chequeo: uno en el equipo de Presidencia y otro a cargo del jefe de gabinete de Tohá, Ricardo Montero (PS), quien paradójicamente era uno de los 22 nombres que propuso su partido para las subsecretarías. Es más, estuvo muy cerca de asumir en Defensa, hasta que los senadores de su partido se enteraron de ello y como no perdonan que en su pasado como exconvencional haya suscrito un acuerdo para eliminar la Cámara Alta -algo que en el Segundo Piso no veían como un filtro-, la presión por dar un paso atrás fue más fuerte.
En el gobierno aseguran que la decepción de Montero era evidente y que el viernes abandonó La Moneda rápidamente.
La eterna espera
En los ministerios salientes las semanas previas al ajuste fueron un verdadero martirio. “Así no se puede trabajar”, era una frase que repetían en reparticiones como las de Culturas, la Cancillería o el Ministerio de Deportes, que concentraban los cuestionamientos. Mientras la sensación de inmovilismo se instalaba en el gabinete y preocupaba a los partidos, el Presidente seguía dilatando un ajuste ministerial que tenía fijado para la vuelta de sus vacaciones. La contingencia por los incendios fue el factor que aplazó todo hasta marzo. Pero el hecho de que el Presidente se tomara más de dos semanas para hacer los anuncios tenía al gabinete -a lo menos- inquieto.
El ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, sinceró su incomodidad en un congreso de Revolución Democrática, donde transmitió que nadie le daba certezas de si seguiría o no a la cabeza del Mineduc.
Algunos en el oficialismo, de hecho, interpretaron que su exabrupto en el Congreso con la diputada Viviana Delgado -en que protagonizó una discusión acalorada- respondía justamente al desgaste y estrés al que los ministros cuestionados estaban sometidos.
Al menos para Ávila, la sensación de alivio llegó cuando se enteró de que el Presidente lo mantendría en el cargo.
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