Cuando la pandemia llegó a Chile hace poco más de un año, la doctora y jefa de la Unidad de Infectología del Hospital Exequiel González Cortés, Cecilia Piñera, pensó que la situación aquí sería aún peor.
El mundo recién estaba conociendo los crueles efectos del coronavirus y ella conversaba con sus pares europeos que le contaban, desesperados, cómo combatían el virus con máscaras de snorkel y delantales hechos con bolsas. La pediatra -42 años, dos hijos- pensó que si eso estaba pasando en los países desarrollados, aquí ni las mascarillas alcanzarían. Hoy ve las cosas de otra manera.
“Había mucha incertidumbre y temor de lo que iba a pasar. Y, finalmente, logramos navegar, dentro de todas las dificultades que sabemos que son tremendas, y la cantidad de personas muertas que ha dejado esto”, reflexiona hoy la segunda de los cuatro hijos del Presidente.
Aquí se le juntaron dos cosas fundamentales: su especialidad médica y su condición familiar. Estar de verdad en el ojo del huracán. ¿Cómo lo vivió?
Fue difícil, pero fue cambiando mi rol durante el transcurso del tiempo. Al principio, opiné como infectóloga, me sentía en mi terreno. Pero después me fui dando cuenta de que el tema me quedaba absolutamente grande. Que yo sólo tenía un punto de vista, que era el de infectología, pero que las decisiones se basan en otros factores también, entonces fui pasando a ser más un apoyo, a acompañar a mi papá en lo humano. Además, todo el mundo se convirtió en experto cuando el escenario era totalmente incierto. Me llegaban miles de comentarios -y muy contradictorios entre sí- de lo que había que hacer, y eso fue cansador. Entonces fui dando a entender a la gente que si bien yo soy la hija del Presidente, yo no trabajo en el Ministerio de Salud. Y también fue difícil con mis colegas, porque cuesta entender que en estas decisiones se incluye la pobreza, la salud mental y que hay que buscar el equilibrio en esas decisiones. A mí también me costó ser humilde y darme cuenta de que el tema era mucho más complejo y multifactorial de lo que yo creía como infectóloga, que también pensaba que había que poner cuarentenas en todas partes.
¿Y hoy, como infectóloga, cómo ve la situación que estamos pasando? Siete mil casos.
Estamos en un momento muy complejo, pero creo que estamos mejor parados que el año pasado; tenemos más conocimiento, los médicos de adultos saben manejar mucho mejor a los pacientes que antes, y además tenemos la gran ventaja de que junto con la ola de casos, está comenzando también la ola de la vacuna. Y yo tengo harta esperanza de que pronto eso ya se empiece a reflejar, sobre todo en una disminución de la mortalidad. Porque lo que uno busca no es tanto el menor número de casos, sino menos enfermos graves y menos muerte.
Pero las UCI están llenas.
Sí, pero hay que considerar que las UCI nos pillaron más llenas este año. Había pacientes con patologías que quedaron rezagadas por la pandemia, pero que ya no podían seguir postergadas.
Ahora, es increíble cómo este virus nos enseña que hay ser humilde ante la naturaleza, porque, en el fondo, pese a todo, nos ha ido ganando. Todavía está ganando el virus. Y creo que también es porque nos relajamos. La gente está cansada de las medidas de distanciamiento, del uso de la mascarilla. Pero yo siempre cuento que estuve todo el año pasado examinando niños con coronavirus con mi mascarilla y lavándome bien las manos, y no me he contagiado. Cuando uno se cuida, el riesgo de transmisión es muy bajo.
“Recibir odio gratuitamente es doloroso”
Dice que hay que ser humilde ante la naturaleza, ¿qué reflexión personal ha hecho después de vivir esto?
Tengo harta esperanza de las lecciones que nos va a dejar la pandemia. Que si bien ha significado muertos, que es lo más terrible y lamentable, hay que ver los aspectos positivos. Primero, que mucha gente se dio cuenta de que podía hacer su trabajo desde la casa y funcionaba. Y en mi caso personal, valoro lo que significó el reencuentro de la familia. Aprender a disfrutar lo sencillo, de los juegos de mesa, de hacer juntos un puzzle, de cocinar juntos. Y también yo creo que va a ser un ejercicio de humildad para la humanidad, en el sentido de que no lo tenemos todos ganado y todo logrado, sino que de repente nos vienen estos golpes que son para mostrarnos cuál es nuestro lugar. Esas cosas ojalá no las perdamos cuando volvamos, en algún momento, a una especie de nueva normalidad.
Su padre es una persona a la que le gusta ganar, ¿cómo lo ve combatiendo con este enemigo que sí es poderoso e invisible?
Lo he visto todo el tiempo muy entero, a pesar del cansancio. Y lo que más valoro que ha logrado ante este enemigo poderoso, invisible, microscópico, es el equilibrio entre todos los factores que hay que considerar para manejar esto. Obviamente, no va a poder salir ganando en todas, pero ha sido valiente al tomar decisiones que no son populares mirando en el corto y largo plazo.
Este no ha sido un buen segundo gobierno para los Piñera Morel.
Ha sido duro, ha sido triste a veces. Nos hemos mantenido muy, muy unidos, y también con harto humor, que es lo que nos ha salvado de esos momentos más oscuros.
Pero también ha sido bueno ver que, a pesar de todas las dificultades, el gobierno sigue remando, haciendo propuestas, ofreciendo soluciones concretas a la gente. Yo soy más débil, entonces siento que quizás me hubiera paralizado en algún momento, pero ellos no. Van hasta el final.
Imagino que no pensaron nunca el nivel de costo personal que tendría esta segunda pasada.
No, no lo pensamos nunca. Y se pagan costos muy altos por ser hija del Presidente. Hay mucho prejuicio, y también recibir odio gratuitamente es doloroso y es cansador. Por ejemplo, cuando fue el estallido, que mis hijos vieran su apellido rayado en las calles era triste, y es violento.
¿Fue difícil para usted vivir el estallido social en el hospital?
Llevo muchos años trabajando en el mismo hospital, entonces ya la gente me conoce. Le dedico mucho cariño y energía a mi trabajo y eso lo saben mis colegas y los pacientes. Entonces, si bien hay diferencias políticas, siempre me sentí muy respetada, tanto profesional como humanamente. Y yo traté de separar mucho lo que es el pensar político del pensar humano. O sea, algún colega a lo mejor pudiera estar muy molesto con algo y entender que no es algo hacia mi persona, sino que contra el sistema.
Se dijo mucho que el estallido descolocó mucho más al Presidente que la pandemia. Que a pesar de la incertidumbre, para él es menos complejo de manejar el virus.
Creo que sí, creo que es más difícil entender el malestar de la gente que tiene múltiples razones y raíces profundas. Una pandemia es algo más de gestión; quizás más concreto, aunque sea invisible.
¿En qué se ve que se ha equivocado el gobierno en el manejo de la pandemia?
Creo que lo que no se ha logrado nunca hacer muy bien y que ha sido complejo es el tema del testeo y trazabilidad, a pesar de que ha ido mejorando mucho y que el ministerio está súper consciente. Por otra parte, es difícil, porque no toda la gente dice que es contacto estrecho.
La presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, se soltó en una entrevista y criticó mucho al Presidente y al ministro Paris. ¿Qué le respondería?
Prefiero no referirme a sus palabras.
¿Y usted nunca lo reprochó por algo? ¿Cómo cuando dijeron que estábamos en una meseta y la gente decidió salir?
Me acuerdo de cuando hicieron la primera lista del orden de prioridades en que se iba a vacunar y los profesores estaban más abajo, yo le dije que debían estar más arriba, pero el tema ya estaba sobre la mesa y efectivamente después cambió.
¿Y cuando apareció en fotos en la playa sin mascarilla?
A ver, no lo reté, pero dije que estamos en una situación en que los ojos están tan puestos en nosotros, que hay que evitar esos errores que son chicos, pero que son simbólicamente muy grandes.
Ahora, también, como hija, creo que hay que entender que mi papá lleva meses de meses desde el estallido y después la pandemia, con un grado de estrés, de sobrecarga, que es entendible que cometa estos errores.
La gente tiene que ser más humana y más empática en un error así… Creo que el último tiempo estamos en Chile muy llanos a criticar y a ver lo malo y a exigir, y se nos está olvidando una característica de los chilenos que era la empatía, la solidaridad.
Ahora viene el proceso constituyente. ¿Le preocupa?
No, yo tengo harta esperanza en el proceso constituyente.
¿Votó Apruebo o Rechazo?
Me quedo callada con mi voto, pero tengo harta esperanza y espero que salga algo bueno de eso. Me gustaría mucho que de verdad hubiera tolerancia en los distintos puntos de vista, porque hoy día siento que hay una tolerancia mal entendida. Por ejemplo, hay que tolerar a la mujer que está a favor del aborto y no tolerar a la mujer que está contra el aborto, independiente de la posición que yo tengo. La sociedad está siendo muy intolerante contra las posturas, a veces más conservadora, más antiguas, y eso creo que nos ha llevado a una mala convivencia a nivel nacional. Entonces, tengo harta esperanza y espero que en el fondo sean todas las voces escuchadas y no haya una imposición ideológica en el proceso.
“El PIMS es una condición muy infrecuente”
Además de trabajar en el hospital, Cecilia Piñera es profesora asistente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Desde ese rol es que se ha dedicado también a investigar y publicar documentos sobre la evolución de la pandemia que le ha tocado observar tanto en el Exequiel González como en otros lugares. Por ejemplo, estudió lo que ocurrió en el Colegio Saint George, uno de los primeros clusters del virus en Chile, y ahora está investigando cómo evolucionan los niños que han tenido PIMS, que es el síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico asociado al coronavirus.
El PIMS es una de las grandes preocupaciones en los niños. En Paula publicaron un testimonio de una madre cuyo hijo murió de eso y ha tenido mucho impacto.
Mira, el primer reporte en el mundo fue en Londres, como a finales de mayo. Y acá en Chile en junio empezamos a ver casos de niños. A la fecha, van más o menos -no son cifras oficiales, sino el conteo que llevamos los pediatras infectólogos del país-, 200 casos. Y si bien es una condición en que los niños llegan muy graves, muchos llegan a la UCI incluso y requieren ventilador mecánico, la evolución de la inmensa mayoría de los niños ha sido favorable. Nosotros somos uno de los hospitales con más casos, como 50, así que he visto harto. Si bien hay que educar a la población para saber reconocer los síntomas y consultar, y educar a los pediatras y a los médicos para saber reconocerlo y tratarlo precozmente, hay que hacer un llamado a la calma de que es una condición muy infrecuente. O sea, 200 casos en todo Chile, en todo lo que va de la pandemia, es muy poco. No es como para tomar en base a eso medidas de salud pública, por ejemplo, de que no vayan al colegio.
¿Cuánto es el promedio de edad de los niños que han tenido PIMS?
Entre seis y ocho años. Aunque hemos tenido guagüitas chicas de menos de un año y niños adolescentes de 16 o 17. También lo hemos visto mucho en niños obesos, y aún no se sabe mucho por qué hacen estos cuadros más graves.
¿Qué síntomas tienen?
Lo que más vemos es fiebre alta mantenida. Pueden tener ronchas en la piel, también ojos y labios rojos. Y otra cosa que hemos visto muy frecuentemente, es dolor abdominal intenso. Incluso, los primeros casos pensamos que era una apendicitis aguda.
Sin embargo, una de las cosas buenas es que podemos ir viendo los avances en el mundo y de inmediato aplicar un protocolo adecuado. Estoy participando en un estudio de investigación para ver las secuelas a largo plazo, y para eso estamos siguiendo a esos niños hasta un año después. En general, desde el punto de vista médico, desde el primer control que les hago a los 15 días, están súper bien. Lo que sí presentan bastante es un estrés postraumático, entonces hay que poner ojo ahí.
¿Y no es riesgoso ir al colegio, dice usted?
De todos los niños que han tenido coronavirus confirmado, un 0,2% puede haber desarrollado PIMS. Y si bien el Covid-19 es difícil, a medida que fue avanzando la pandemia, vimos que los niños se infectan menos de coronavirus y los pocos que se infectan, es mucho menos grave que los adultos.
Me acuerdo de una niña con trasplante de pulmón por fibrosis quística que llegó con coronavirus. Yo dije que la ingresemos a la UCI de inmediato. Al día siguiente la fui a ver y la niñita estaba sentada en su cama, dibujando, solo con naricera de oxígeno. En general, los niños tienen un altísimo nivel de recuperación.
Por un lado está súper estudiado y demostrado lo que significa el colegio presencial en el bienestar, en la salud mental de los niños. Y por otro lado, he visto que el coronavirus infecta mucho menos a los niños, y son excepcionales los casos graves. De todas maneras, no hay que ser ciegos; debemos estar atentos.
Lo que es muy triste es que, además, se da una brecha inversa; en general, los colegios de niveles socioeconómicos más altos han podido volver, pero yo veo a mis pacientes del hospital que hacen sus clases en una pantalla de cuatro por dos, en un celular de la mamá, con mala señal. Entonces, creo que lo necesario es hacer nuestros mejores esfuerzos para que eso sea posible, implementando todas las medidas de precaución.
¿Diría que las cuarentenas hoy sirven o no?
Es una pregunta súper difícil de responder. Inicialmente, son una herramienta útil, pero sirven sobre todo en un país en que no hay tanto trabajo informal, tanta gente que viva del día a día. Pero estamos todos cansados. Al principio fuimos más obedientes y después esto se va desgastando. Creo que se pueden mantener las medidas de distanciamiento social, de disminuir al mínimo la circulación, la vida social, de usar la mascarilla, que no requieren de que estamos o no en cuarentena. La mayoría de los contagios se producen a nivel social, más que en el transporte público. Es principalmente cuando uno se junta con amigos y familia, cuando se relaja y se saca la mascarilla.