Chantal Mouffe: “La gente de izquierda, en general, piensa que toda manera de adaptarse a las circunstancias es darle la razón a la derecha”

Chantal Mouffe
Chantal Mouffe, Paris, 18/05/2015. (Photo by Wilfrid Esteve / Hans Lucas / Hans Lucas via AFP)

“Hay un cierto dogmatismo de izquierda que dice: 'Nosotros tenemos la verdad. Si la gente no entiende es porque son estúpidos o tienen poca conciencia', plantea la intelectual inspiradora del Frente Amplio. Aquí aborda el rol de la nueva izquierda chilena y le pone un desafío: “Deben movilizar la esperanza”.


Pareciera que observa desde muy lejos. De hecho, vive en Europa, pero la filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe sigue en detalle el curso de la política chilena. Y observa con especial atención a la nueva generación de izquierda que se instaló en el gobierno: el Frente Amplio y el Presidente Gabriel Boric.

Mouffe es una intelectual influyente y es la inspiradora de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, fundadores del partido Podemos en España. De ahí que para la generación crecida bajo el paraguas del Frente Amplio, Chantal Mouffe también sea una guía en su accionar político.

Ella, junto al filósofo Ernesto Laclau, escribió el ensayo “Hegemonía y estrategia socialista”, que es considerado un texto base de la nueva izquierda. Ahora acaba de publicar un nuevo libro: “El poder de los afectos en la política, hacia una revolución democrática y verde”.

En perfecto español y a través de Zoom, esta prestigiosa académica plantea que las pasiones cumplen un rol fundamental en el nuevo esquema político. Cree que el auge de la derecha se debe a que ha logrado canalizar mejor el enojo, la desesperanza y la vulnerabilidad de los ciudadanos. A su jucio, la izquierda está prisionera de su racionalidad y mira el mundo de los afectos con un cierto desdén. Aquí explica por qué.

Usted es fuente de inspiración para la nueva generación de la izquierda chilena y de Podemos en España. ¿Cómo los ve? ¿Diría que han logrado producir cambios o que han fracasado en no poder recoger bien los anhelos ciudadanos?

Creo que, sobre todo en el caso de Chile, es muy temprano para decir que han fracasado. Es verdad que esta aproximación también depende de cómo uno ve el éxito. Pero si uno piensa que el éxito consiste en representar y llegar al poder, es evidente que eso fue lo que pasó en Chile.

Me refería más bien a que la nueva izquierda chilena ha tenido dos grandes derrotas frente al proceso constituyente. Y en el caso español, avanzó la ultraderecha…

Sí, pero le insisto: tanto en el caso español como en el chileno es prematuro decir que han fracasado. Es evidente que el gobierno de Boric ha tenido dificultades. El rechazo a la nueva Constitución fue una cosa negativa, pero el proceso sigue su curso. En diciembre veremos qué sucede. Lo que sí es verdad es que no era lo que se esperaba ni lo que querían.

¿Fue una suerte de eclipse con la realidad?

Tal vez era muy idealista creer que una Constitución tan progresista podía ser aceptada en Chile. Cuando yo vi que la prensa internacional decía: “Es la Constitución más progresista del mundo, ¡qué maravilla!”. Yo decía: “¡Pero Chile no es un país progresista!”. Claramente, ahí había algo que no funcionaba.

¿Por qué piensa que ahora podría funcionar?

Porque ahora se está presentando de una manera más realista. Lo que sería terrible, y esa va a ser finalmente la batalla, es que una nueva Constitución no lograra dejar atrás ciertas cosas que dejó Pinochet. Fundamentalmente, me refiero a la importancia de avanzar en cambios sociales.

Para el gobierno de Gabriel Boric la nueva Constitución era una condición sine qua non para llevar adelante sus reformas. Políticamente, ¿ve más difícil avanzar en reformas sociales?

No estoy tan pesimista. Efectivamente, se ligó muy estrechamente el gobierno de Boric a la Asamblea Constituyente, pero en realidad son dos procesos distintos. Ocurrieron temporalmente en la misma época, y eso fue muy difícil para Boric.

Boric propuesta Convención
El Presidente Boric recibe la expropuesta constitucional de manos de la directiva de la Convención.

¿Lo sigue viendo así?

Bueno, mi impresión es que él ha tenido una acumulación de dificultades. Llegó al poder en un momento muy complejo desde el punto de vista económico. Aún así ha logrado sacar adelante algunas reformas. Pero creo que lo más importante es que Boric ha aprendido el ejercicio de gobernar. Es capaz de saber cómo moverse. Sé que lo han criticado por tener gente de la ex Concertación en su gobierno, pero hay que ser realistas…

¿Y qué implicaría asumir ese realismo?

Bueno, esa nueva generación de jóvenes no tenía ninguna experiencia de gobierno y, llegado el momento, era necesario que hicieran entrar a personas con más experiencia. No fue en absoluto, como decían algunos, un abandono o una traición. Al revés, es entender que el ejercicio del poder es muy distinto a cuando estás en la oposición. Especialmente cuando se trata de un conglomerado tan nuevo, tan joven.

En comparación con la izquierda española, ¿Boric entiende mejor el reto?

Yo creo que sí. Boric no es un izquierdista dogmático. Tratan de presentarlo así, pero no lo es de ninguna manera. Vuelvo al punto: el hecho de que haya abierto su gobierno a gente de la ex Concertación muestra que tiene un sentido pragmático de la política. Y lo digo en el buen sentido, porque hay gente que piensa que pragmático es alguien que no tiene principios. Boric tiene principios, pero se da cuenta de que la política no es incondicional.

¿Y el resto de la izquierda creerá lo mismo?

La gente de izquierda, en general, y a mí me preocupa, porque me considero de izquierda, piensa que toda manera de adaptarse a las circunstancias es darle la razón a la derecha. Hay un cierto dogmatismo de izquierda que dice: “Nosotros tenemos la verdad. Si la gente no entiende es porque son estúpidos o tienen poca conciencia”. Eso lo he visto en muchos países. Sostienen que “no nos han entendido”, pero en realidad no se cuestionan si ellos habrán entendido las demandas de esas personas.

Uno de los partidos del FA vive una compleja situación. Un militante entrega dineros fiscales a una Fundación que dirige otro militante, que además es pareja de una parlamentaria del mismo partido. Esto le pasa una generación que llegó bajo la promesa de ser distintos, de que tenían otro estándar moral. ¿Cómo ve este tipo situaciones? ¿Cómo golpean?

Es completamente imposible evitar que haya algunos casos de esta naturaleza, aún en partidos que anuncian una ruptura con la prácticas políticas anteriores y que prometen una política de alta exigencia moral. Lo importante es cómo se reacciona cuando ocurren y en este caso me parece que el gobierno reaccionó muy bien condenando claramente lo que pasó y expulsando los responsables.

La nueva izquierda

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Hace poco, Boric ganó con amplia mayoría. Hoy gana terreno la derecha más dura. ¿Qué podría explicar ese avance?

No es únicamente un fenómeno chileno. En Europa también lo vemos. Esto nos obliga a pensar en cuáles son las razones. Yo empezaría diciendo que estamos ante una nueva izquierda que rompe tanto con el reformismo socialdemócrata como con la estrategia revolucionaria, bolchevique, la estrategia de guerrilla en el caso de América Latina. Es una estrategia que yo llamo “reformismo radical”.

¿Y cómo calza aquí el avance de la derecha?

Es que yo ligo este fenómeno con la crisis de la hegemonía neoliberal. Esta crisis ha provocado un retorno de lo político. ¿Por qué lo planteó así? Porque durante 30 años tuvimos una hegemonía neoliberal en que el consenso se dio hacia el centro. Se instaló la idea de que no había alternativa y que hablar de izquierda o de derecha no tenía sentido. Era mejor que la cuestión de la política la trataran los expertos.

¿Y eso entró en crisis?

Absolutamente, porque al sostener que no había alternativa ni diferencias claras, tampoco se daba la posibilidad de escoger entre distintas concepciones de la sociedad. En Europa, por ejemplo, era muy interesante ver que no había ninguna diferencia entre la centroderecha y la centroizquierda. Tenían variaciones muy ligeras para aceptar la globalización neoliberal.

¿La famosa “Tercera vía” planteada por Tony Blair?

Exactamente. Pero eso llevó a un fenómeno de abstención muy grande. La gente decía: “¿Para qué vamos a ir a votar si es como escoger entre la Coca Cola y la Pepsi Cola?”. No había ninguna motivación. Y eso tiene que ver con las pasiones.

¿Qué tipo de pasiones?

Para que la gente se interese en la política debe sentir que cuando vota tiene una voz y que realmente importa su postura. La hegemonía neoliberal no permitía marcar las diferencias. Pero en la crisis finaciera del 2008 se empieza a quebrantar esa hegemonía. Se vio que no era el fin de la historia y que sí había otras posibilidades para darle prosperidad a la gente.

¿Ahí se rompe la promesa que traía consigo el neoliberalismo?

Absolutamente. En el caso chileno eso se dio en el 2011, cuando surgen los movimientos estudiantiles levantando banderas de una nueva izquierda. Eso fue casi al mismo tiempo en que nace Podemos, en España. También hubo en Grecia y en muchas otras partes el famoso movimiento “de las plazas”. En el fondo, ahí se instala una ruptura con ese consenso que había en el centro. Se rompe con la idea de que no hay alternativa. Es lo que llamo un retorno de lo político. Porque surgen movimientos que dicen “vamos a romper con el statu quo”.

¿Pero realmente se rompen los moldes tradicionales de la política?

En la izquierda se da claramente una ruptura. Es decir, se manifiesta un quiebre con los postulados de la izquierda tradicional, tanto con la socialdemocracia como con la revolucionaria. Esos eran los dos modos en los que se pensaba la izquierda antes. Y la gran diferencia de lo que yo llamo “reformismo radical” es que ahora hay que envolverse con las instituciones. No para romper con ellas, sino para transformarlas profundamente. Hay un politólogo francés, André Gorz, que decía: “Hay que hacer reformas, no ser reformistas”. Es una estrategia enteramente distinta.

Quizá eso se podría ligar con una discusión que se está dando en Chile por la conmemoración de los 50 años del golpe militar. La disyuntiva de Salvador Allende de hacer las reformas desde adentro frente a una izquierda que quería la revolución...

Justamente. Por eso es que la experiencia de Allende tuvo tanto impacto en Europa. Puso en cuestión la estrategia bolchevique. O sea, que la única manera de llegar al poder era romper con todo. Allende fue la revolución por las urnas. Y es interesante ver cómo Boric hace muchas referencias a Allende. De alguna manera, ellos se sienten como los herederos de esa política.

¿Qué le parecen esos guiños de Boric a la figura de Allende?

Me parece un punto interesante. Es inscribir esta nueva izquierda en la historia chilena. Es abandonar la idea de que la revolución significa, necesariamente, una ruptura total con las instituciones, con la historia del país. Yo veo el proyecto de esta nueva izquierda como una radicalización de la democracia.

¿Cómo es eso?

Mucha gente cree que la democracia liberal es una democracia capitalista. No es así. El liberalismo político, entendiendo el Estado de Derecho, la pluralidad, la separación de los poderes, es un aporte esencial de la democracia. La izquierda debiera profundizar en eso y demostrar cómo los principios de la democracia liberal se plasman en más libertad e igualdad para todos.

Las pasiones

Jose Antonio Kast
Santiago 08 de Mayo de 2023 El ex candidato presidencial Jose Antonio Kast da un discurso frente a sus adherentes luego del triunfo de El Partido Republicano en las elecciones para Consejeros Constitucionales Foto: Juan Farias / La Tercera

En su último libro habla de las pasiones como un factor político y plantea que la derecha recoge mejor la frustración y el miedo que la izquierda. ¿Por qué?

Mi interés ha sido investigar por qué la derecha tiene más éxito para movilizar a la gente. Mi argumento es que la izquierda, en general, tiene el problema de que es demasiado “racionalista”. Dicen: “Nosotros utilizamos argumentos. Damos razones”. Yo cito mucho al filósofo Spinoza. Él dice que las ideas tienen fuerza únicamente cuando encuentran afectos. O sea, hay que tener ideas, pero ideas que tengan resonancia en la gente, ideas en las cuales ellos puedan reconocer sus deseos. Eso no lo entiende la izquierda.

¿Por qué toman distancia?

Porque piensan: “Si nosotros tenemos un buen programa, automáticamente la gente va a aceptarlo”. Y no es así. Los programas son importantes, pero hay que tratar de ver cómo lo siente la gente en su día a día.

¿Eso explicaría el avance de la derecha dura?

Es que el auge de la derecha extrema hay que verlo en el contexto de la coyuntura que estamos viviendo. El Covid ha implicado una crisis múltiple: sanitaria, económico-social, climática, geopolítica. Eso ha provocado un sentido de vulnerabilidad, una demanda de protección, de seguridad muy grande en la gente. Ahí entra el papel de los afectos.

O sea, ¿estamos recién viendo las consecuencias políticas de la pandemia?

Hemos visto las consecuencias a nivel afectivo y las de índole económico-social, pero ahora están articuladas con la crisis climática, que se ha profundizado, y con una crisis geopolítica por la guerra de Ucrania. Es un momento muy angustiante. Hay mucha vulnerabilidad. Y lo que vemos es que la derecha está mejor preparada para entender los afectos de la gente, sus demandas de seguridad. Esa es una cuestión fundamental de entender.

¿Por qué tanto?

Porque he constatado en todas partes que la izquierda tiene un problema con el tema de la seguridad. No saben muy bien qué hacer, prefieren ignorarlo. Por su parte, la extrema derecha tiene soluciones muy simplistas: echar a los inmigrantes, cerrar las fronteras. La izquierda no sabe contestar ante eso. Piensa que hablar de seguridad es entrar automáticamente al terreno de la derecha. Me parece absolutamente crucial que la izquierda se dé cuenta de que en la seguridad también hay un discurso posible para la izquierda.

¿Cuál?

Luchar contra las desigualdades también es una manera de crear una sociedad donde la gente se sienta protegida. La izquierda debe mostrar que hay otras maneras de dar protección a la gente. No sólo con medidas autoritarias, sino que con un discurso progresista. Creo que Boric está entendiendo eso. Sé que en Chile la inseguridad es una cosa que preocupa muchísimo a la gente.

Sí, es una de las principales preocupaciones de la ciudadanía...

Es una coyuntura mundial. Por eso hay que tomar en serio la demanda de protección y de seguridad. ¿Cuál es la estrategia para la izquierda? Debe articularla, pero en base a un proyecto que resuene tanto con las clases populares como con las clases medias. Hacer hincapié en que el aporte será una vida mejor para todos.

¿Presentar una izquierda más amable...?

¿No te parece que la izquierda de Boric es amable?

Me refiero a que sea una propuesta amable que no genere miedo...

Sí. La izquierda debe movilizar a la gente, pero no a partir de las “pasiones tristes”, como decía Spinoza, sino que de pasiones amables y hacernos ver que una vida mejor es posible.

Para eso, ¿cuál es la emoción que debería encarnar la izquierda?

La esperanza. Pero yo prefiero hablar de pasiones o de afectos, porque las emociones son algo muy individual. En política, los afectos importantes son los afectos comunes, los que unen a la gente, los que están a la orilla de la creación de un “nosotros”. Para mí, los sujetos políticos son colectivos.

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