Charles Aránguiz: el Príncipe plebeyo

Charles Aránguiz, durante uno de los partidos de Chile en la Copa América.
Charles Aránguiz, durante uno de los partidos de Chile en la Copa América.

Es el motor de Chile hace varios años, triunfa en Alemania y seduce a Sudamérica, pero nunca se ha olvidado de una historia que nació en Puente Alto y que sabe más de austeridad que de grandes lujos.


En la población Nueva Esperanza, de Puente Alto, hay varios vecinos que bromean con que le tienen guardadas las boletas a Charles Aránguiz. No se olvidan de que hace un cuarto de siglo, poco más o poco menos, las ventanas de las casas pasaban susto. El pie derecho del pequeño Charly comenzaba a ganar potencia, pero aún le faltaba afinar la precisión. Los vidrios de las casas contiguas a la suya pagaban las consecuencias, pero pocos se hacían líos. El fin de semana, con la camiseta del club que lleva el mismo nombre del barrio y que constituye una extensión del núcleo familiar, arreglaba todo. El talento, la prestancia y la técnica le permitieron sobresalir tempranamente en una demarcarción distinta a la que ocupa actualmente en la Selección y en el Bayer Leverkusen: por esos días era un eficiente y galano zaguero central.

A los siete años, obtuvo la primera medalla que premiaba su rendimiento. Con seis compañeros y él, lo justo para evitar la derrota por la vía administrativa, bastaba para ganarles a los 11 rivales. Por esos días, el pequeño Charly dormía y se levantaba con una pelota. Era apenas el inicio de una colección interminable de reconocimientos individuales y colectivos. En copas, diplomas y medallas, pero, sobre todo, en el aprecio de un país entero que personifica en él una historia de superación y esfuerzo. Que colma las redes sociales de elogios y que ensalza su estilo austero, a diferencia del que cultivan otros compañeros en la Roja. Que nunca se despega de un origen humilde. Una historia de esfuerzo y superación.

El Príncipe alguna vez fue plebeyo. Y ni el éxito ni el dinero le han cambiado las convicciones ni las formas, más allá de que las comodidades hayan aumentado. Por esa razón, alzó la voz en pleno estallido social en 2019. Poco le importó comprometer su imagen pública a la hora de emplazar al gobierno. “Es muy grave lo que ha pasado con los carabineros y militares en las calles. Al Presidente se le escapó de las manos el tema, esto iba a explotar. Si estuviera en mi casa estaría marchando y luchando junto a mi gente, con todos. Mi familia y mis amigos están protestando. Ver todo lo que acumula en las poblaciones es duro. Lo viví y lo vivo de cerca. Tienen todo mi apoyo”, declaró a la radio Cooperativa en plena convulsión social. Recibió un masivo respaldo en las redes sociales, el espacio que consume a varios de sus compañeros y al que ingresa tarde, mal y nunca. Su perfil verificado en Twitter no registra actividad desde junio de 2018, seguramente para pesar de los casi 396 mil seguidores que tiene. A Instagram no sube una imagen desde diciembre de 2019.

Gustos simples

Cerca de sus raíces es donde se siente más cómodo. Y es en su tierra de toda la vida donde le conocen todos los secretos. Ahí lo vieron con el ceño fruncido en la derrota de Chile frente a Paraguay y advirtieron rápidamente que estaba enojado. “Le dio la hueá”, grafican en su entorno, donde cuentan que basta con poco para que le cambie el semblante. Que es “polvorita” y que se amurra con facilidad si algo no le gusta. También resaltan que la nota máxima que le dio la Conmebol al elegirlo como el mejor jugador del partido entre Chile y Uruguay, la replica en su vida. Como padre, hijo, esposo, tío y hermano le asignan un 10, aunque también destacan su perfil exigente. “No es de regalar por regalar. Es de enseñarles a sus hijos y sobrinos que valoren lo que se obtiene en la vida. Y, después, es de regalonear al máximo”, precisan. Si los testimonios que recibe La Tercera no llevan nombres es, simplemente, porque todos sus cercanos saben que a Charles no le gusta que ventilen detalles de su vida. La información oficial y conocida es que su pareja es Fernanda Acosta y que tiene dos hijos: Renato y Maithe. Poco más se sabe. Y poco más se atreven a contar.

Aránguiz es de pocos amigos. Dos o tres de la vida y unos cuatro del fútbol, precisan quienes lo conocen de cerca. Sus gustos son simples. Hace un tiempo, las redes sociales se sorprendieron con una imagen que lo mostraban en La Ligua, disfrutando un clásico dulce del lugar, mientras iba en camino hacia un balneario de la Cuarta Región para disfrutar de sus vacaciones. Aunque perfectamente podría vacacionar en el Caribe o elegir otro de los mejores destinos turísticos del mundo, opta regularmente por descansar en el país, con los suyos. Es más feliz en la casa de su madre, Mariana Sandoval, a quien intentó infructuosamente cambiar de barrio. Con los mismos con los que comparte en la parrilla o en el disco. O en torno a una cazuela, el plato que no perdona. El ranking culinario de preferencias pone cerca a un buen churrasco, aunque en la medida justa. El mediocampista no se perdona excesos que pongan en riesgo su condición física. Para mantenerla, le gusta boxear. Su otro pasatiempo es la Playstation.

De polémicas en torno a él, poco se sabe. La primera que se recuerda data de abril de 2013. Esa vez, Jorge Sampaoli lo excluyó de un amistoso frente a Brasil por no presentarse oportunamente a Juan Pinto Durán. El casildense debe haberlo meditado bastante, considerando que había sido uno de los pilares de su mejor época en la U. Sería apenas un accidente. Aránguiz, después, se convirtió en figura clave para clasificar al Mundial del año siguiente, figura en la cita planetaria y pilar en la Roja bicampeona de América. La otra fue la publicación de una imagen con los integrantes de la banda Los Risas, hace dos años. “A él, todos le piden fotos”, lo defendió, entonces, su progenitora.

Personalidad fuerte

Aránguiz conduce el balón, en la derrota de Chile ante Paraguay, por la Copa América. FOTO: AFP.

Aránguiz habla poco. En su círculo íntimo dicen que sufre de pánico escénico y que no le gusta dar declaraciones. Sin embargo, en la cancha y en el vestuario aflora su personalidad. “Es una persona educada, respetuosa, lo que no significa que sea retraído. Lo recuerdo alegre, serio, responsable en su vida, un buen compañero. Charles nunca va a hacer una seña contra un compañero. Sabe de muchos temas. Es un ejemplo para los jóvenes”, destaca Hugo Tocalli, responsable de su fichaje para Colo Colo.

Al transandino, quien entre sus pupilos tuvo a Lionel Messi, lo impresionó apenas lo vio en un partido de Cobreloa. “Cuando llego a Colo Colo miro un video de él, que estaba en Cobreloa y digo ‘lo traigo urgente’. Jugaba hasta de enganche. Se lo pedí a Gabriel Ruiz Tagle. Me sorprendió su personalidad para jugar, para pedir la pelota. El otro día miraba el partido y decía ‘Charly lleva tantos años en Alemania y nunca se le escuchó una polémica, un mal ejemplo. Lo aprecio mucho. Es un jugador extraordinario. Fuerte cuando debe serlo, juega bien, tiene buena pegada, dinámica para llegar al arco contrario. No me sorprende. Contra Uruguay jugó un partido extraordinario. No paraba de correr, de jugar”, recalca.

El estratega fue, también, el responsable del inicio de la carrera de Aránguiz a nivel internacional, cuando, en 2010, lo llevó a Quilmes. “Lo traje a Argentina y nunca entendí por qué se fue de Colo Colo. Me lo ofrecieron y a mí me sorprendió. Cuando supe, lo pedí que lo trajeran urgente. Me dijeron que estaba libre. Nunca supe por qué. No lo podía creer”, explica.

Aránguiz daba señales convincentes de que sería un jugador distinto, también fuera del campo. “Es como Mascherano, que sabe de todo el fútbol del mundo. Charles estaba muy interiorizado del fútbol de todas partes”, recuerda. Y hace una precisión respecto de la personalidad del volante. “Es serio, no introvertido. Nunca lo vas a ver como que quiera sobresalir. Él quiere mandar en la cancha jugando. No se mete en líos. No es agresivo ni prepotente, pero impone sus términos. Una vez fuimos a jugar con O’Higgins. Yo quería jugar con tres centrales y dos volantes por fuera. Lo quería poner por la orilla, pero me dijo que no se sentía cómodo, que se perdía haciendo eso. ‘Le ofrezco disculpas, pero me pierdo ¿no me puede poner por adentro, como doble cinco o como un 8’, recuerdo que me dijo. Al final, Jugamos con él, Kalule y Millar”, detalla. “Si él sentía algo, venía y lo planteaba. Lo hacía saber. No es sumiso ni mucho menos. Y hacía chistes con los compañeros. No es que estuviera calladito en un rincón”, revela respecto de la faceta desconocida del jugador más regular de la Selección ya por varios años.

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