Columna de Pablo Ortúzar: Loteos brujos académicos



Entre julio y octubre de 1940 ocurrió la Batalla de Bretaña: un duelo a muerte en los cielos del Reino Unido, principalmente entre la Luftwaffe alemana y la Royal Air Force. Casi toda la flota aérea británica fue destruida, pero triunfaron igual sobre el Eje, que sufrió mayores bajas militares. El precio civil, eso sí, lo pagaron los locales: 23 mil muertos y 32 mil heridos.

Enfurecido por la derrota aérea, Hitler ordenó ya en septiembre de 1940 bombardear directamente las ciudades británicas. Entre esa fecha y mayo de 1941 dos millones de hogares fueron destruidos, más de la mitad en Londres. Murieron 43 mil civiles y el número de heridos se encaramó por sobre los cien mil. A este horror se le conoce como el Blitz.

El desastre en Londres hizo que las universidades locales buscaran refugio temporal en otros lados. La mayoría terminaron operando en Cambridge. De ahí la notable y dudosa anécdota de Keynes y Hayek vigilando juntos el cielo desde un techo de esa casa de estudios en 1942. Pero no todas las universidades se reubicaron allá. El University College de Londres partió a Bangor, Gales. Y lo que sí ocurrió allá en marzo de 1942 fue que el historiador especialista en Estudios Bizantinos Norman H. Baynes dio un discurso inaugural invitado por la unión de estudiantes del reubicado College. Instancia que era también su despedida, al dejar la docencia a los 65 años.

El título del discurso es “Custodiar una tradición” y su contenido es estremecedor: Baynes se pregunta qué utilidad y sentido puede tener dedicarse al estudio mientras las bombas caen sobre las ciudades y miles de compatriotas luchan por la patria o se preparan para ello. Su respuesta es que la universidad es un campo de entrenamiento para la custodia de una tradición: la de la libertad del espíritu. La libertad de pensar por uno mismo, cuya pérdida ha costado a países como Alemania, Italia o Rusia la renuncia de millones de jóvenes a su propio ser, en favor de filosofías colectivistas, necias y asesinas. Toma ejemplos de la Alemania nazi para ilustrar este punto: el ministro de Educación de Hitler celebrando los 550 años de Heidelberg declarando entre aplausos que el partido no reconocía ningún valor en la objetividad ni en la búsqueda de la verdad por sí misma. Y luego un jurista de Marburgo que se atrevió a decir que los fundamentos del nazismo no eran originales ni alemanes, recibiendo por respuesta funas estudiantiles y una petición al gobierno para que lo expulsaran de su cátedra. Ni hablar de las prácticas antisemitas en esas mismas universidades, que Baynes repudia en nombre de la razón y el pluralismo.

Leyendo el discurso de este viejo bizantinista pienso en la polémica en torno a las declaraciones del economista Sebastián Edwards, que propuso recortar los fondos para posgrados en humanidades, alegando que mucho de lo que hoy se enseñaba ahí era simple ideología y propaganda. La primera reacción fue un denso coro gremial clamando que a las humanidades ni con el pétalo de una rosa. Pero también una carta de Alejandro Vigo, uno de los más grandes humanistas de Chile, pidiendo tomarnos en serio el desafío de Edwards y evaluar críticamente la situación de nuestras humanidades (a lo que yo sumaría las ciencias sociales). Para iniciar una respuesta a ese desafío, quizás podríamos aplicar el doble test de Baynes: ¿Qué de lo que enseñamos y aprendemos en la universidad consideraríamos justificable y valioso seguir enseñando y aprendiendo, desde el punto de vista de la custodia de la libertad del espíritu, si hubiera bombas cayendo sobre nuestras ciudades? Y, por otro lado, ¿qué programas y áreas de estudio que hoy pasan por universitarias exigen conformidad y compromiso militante de estudiantes y profesores?

Este test, me parece, revelaría a los oportunistas que ven las humanidades como un mero lastre para el desarrollo de la técnica como enemigos de la libertad humana. Pero también, muy probablemente, señalaría un cruce entre aquello que nos daría vergüenza enseñar y estudiar en tiempos de común peligro y aquellas tomas ilegales y loteos brujos realizados por activismos amigos de las funas y las patotas en el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales.

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