Convención puertas adentro: el annus horribilis de la derecha

Derecha
Animación: Giselle Riutort.

Eran minoría, así lo sintieron -y se lo hicieron sentir- en los 12 meses de trabajo en la Convención. Siendo pocos, la centroderecha vivió sus propias desavenencias y tensiones en un proceso que los había dividido de entrada -entre quienes aprobaron y quienes rechazaron en el plebiscito de octubre de 2020-, pero que los hizo terminar juntos impugnando la propuesta del organismo.


-¿Por qué no me quieres apoyar?, encaró al teléfono el convencional Cristián Monckeberg (RN) a su par Rodrigo Álvarez (UDI).

-”Conversemos, pero ustedes partieron este enredo”, le refutó Álvarez.

El diálogo entre los dos exministros de Sebastián Piñera grafica uno de los episodios de mayor tensión desatado entre los constituyentes de derecha durante los 12 meses que integraron la Convención Constitucional.

Los primeros días de enero de 2022 sorprendieron a los convencionales de Vamos por Chile sin poder ponerse de acuerdo en una materia que parecía ser simple: había que elegir al representante del sector que asumiría como vicepresidente adjunto en la segunda mesa directiva del organismo.

Los 37 constituyentes de derecha superaban con creces los 24 patrocinios requeridos, pero la clásica disputa de la UDI y RN -los partidos más grandes del sector- nublaba las tratativas.

Cada uno -en todo caso- tenía sus razones. Los gremialistas acusaban al convencional RN Manuel José Ossandón -hijo del senador homónimo y encargado de la negociación- de partir a buscar votos en la izquierda exconcertacionista antes que sentarse a conversar con la UDI.

En los oídos de los convencionales gremialistas -entre ellos el propio Álvarez- resonaban las palabras de Ossandón.

-”No vamos a ir con ustedes, ya tengo las firmas”, les dijo en más de una ocasión.

Así que cuando el mismo Ossandón llegó ante la UDI a pedir dos firmas para el patrocinio de Monckeberg, los gremialistas cobraron.

En RN -en tanto- se sostenía que se había levantado un veto en contra del exministro de Vivienda debido a su perfil más conciliador en la Convención.

Como sea, Álvarez -quien había ocupado la primera vicepresidencia adjunta en representación de la derecha en la primera mesa de la Convención-, se impuso y bloqueó a Monckeberg.

Para preservar la unidad del sector -las directivas de los partidos llegaron a meter mano en el asunto- se optó por una fórmula intermedia que contempló que un RN (Raúl Celis) y un Evópoli (Hernán Larraín) se dividieran el periodo en plazos iguales.

La disputa entre las dos almas de la derecha -una dura y otra que quería mostrarse más dialogante- marcó la convivencia interna del sector durante casi los doce meses del proceso constituyente y se desató a poco andar el funcionamiento de la Convención.

Con el tiempo -sin embargo- la fuerte embestida de los sectores de izquierda del organismo -que no discriminaron (salvo algunos) entre una y otra derecha- terminaron por consolidar la cohabitación de Vamos por Chile y todos los convencionales -sin excepción- anunciaron su voto en favor del Rechazo para el plebiscito de salida.

Pero pasó mucho tiempo para eso y en los meses anteriores el grupo de los 37 llegó a fragmentarse entre “moderados” y “duros” y se dividieron en dos grandes colectivos: los que agrupaban a la UDI y Republicanos (21 integrantes y que, a su vez, se subdividían en tres) y los que reunían a los representantes de RN, Evópoli e Independientes (16 miembros).

A pesar de la apuesta de un sector de la derecha por diferenciarse, los meses de la Convención los golpearon por igual: a veces por diferencias internas - ser más o menos dialogantes con la izquierda; otras por su carácter de minoría en el órgano constituyente y -hacia el final- por las críticas que recibieron por oponerse a distintas materias. Fue un annus horribilis para todos.

La advertencia había sido temprana: en mayo de 2021 en un programa de TV el convencional Daniel Stingo espetó a su par UDI Constanza Hube que “los grandes acuerdos los vamos a poner nosotros”.

Episodios como el robo de la bandera chilena que varios constituyentes de derecha tenían en sus puestos eran frecuentes o que se les gritara “millonarios” en las sesiones también.

Pero la respuesta era también brutal. “Hubo mucha discriminación, sobre todo, a los que vivimos en la población. Nos trataban de bananeros, de pungas. Están los plenos grabados”, dijo en julio de 2022, en La Tercera, la convencional Giovanna Grandón (lista del Pueblo). Agregó: ”Ahí (Teresa) Marinovic y las chicas venenosas de (Rocío) Cantuarias y (Katherine) Montealegre. Primero empezaron a tirar el odio, como nadie las pescaba”.

También tuvieron confrontaciones. “¡No lo puedes tratarlo de comunista, mi mamá es comunista!”, le reclamó molesta Alejandra Pérez (Lista del Pueblo) al UDI Arturo Zúñiga por enrostrar a Marcos Barraza, quien, justamente, milita en ese partido. El convencional UDI llegó a ser sancionado por ello.

derecha convencion
Mario Tellez / La Tercera

Un “pecado” de origen

“Nos cagaron”, “es culpa de Piñera” y “es poco lo que podemos hacer”. Eran reclamos constantes en la derecha tras la dura derrota electoral que sufrieron en mayo de 2021.

Nadie en el entonces oficialismo olvida esa noche negra. El 16 de mayo -en La Moneda- el gobierno de Sebastián Piñera vivió una de sus jornadas más duras. Las elecciones en las que se eligieron alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes fueron un desastre para la derecha.

Y la derrota más significativa se dio en los resultados de la Convención: el sector no había logrado elegir un tercio de los 155 constituyentes (terminaría en 154) y los 37 elegidos no alcanzaban los votos suficientes para bloquear que una norma llegara a la propuesta de nueva Constitución.

La “madre de todas las batallas” -como la había llamado una parte del sector- se había perdido por goleada. Ahora tocaba apretar los dientes.

Los nuevos convencionales -en cuyo elenco se contaban exministros Rodrigo Alvarez, Marcela Cubillos; exsubsecretarios Arturo Zuñiga, Carol Bown; abogados como Constanza Hube, Rocío Cantuarias; el exdirigentes de partido Hernán Larraín; el exparlamentario Jorge Arancibia y promesas tales como Alfredo Moreno hijo, Manuel José Ossandón hijo, Eduardo Cretton o Bárbara Rebolledo-, arribaron al organismo con sabor a derrota, la moral por el suelo y -menos confesable- con el miedo de ser arrasados por una izquierda más radical que se había convertido en la nueva estrella del proceso. También estaban resentidos con la entonces administración de Sebastián Piñera, a quien endosaban la derrota electoral, lo que para la mayoría se transformó en el pecado de origen del nulo rol que pudieron alcanzar en la Convención. Tanto era el malestar que varias veces los convencionales rechazaron reunirse con el entonces Jefe de Estado.

El instinto de sobrevivencia instó a la UDI a intentar aunar esfuerzos entre todos los convencionales del sector. Pero se encontró con la reticencia de RN que temía que la hegemonía gremialista se impusiera.

Aún así se organizó un grupo de WhatsApp denominado “Constituyentes unidos”. Los 37 convencionales se reunieron varias veces de manera telemática y en una ocasión de forma semipresencial. Álvarez, Monckeberg y Larraín Matte lideraban las tratativas que decantaron en un encuentro que se concretó el 3 de junio, es decir, un mes antes de que asumieran en sus nuevos roles. El escenario que escogieron fue la Casa de la Cultura en Ñuñoa y, debido a la pandemia, algunos asistieron de manera presencial y otros tantos por zoom.

Los intentos por enrielar al grupo siempre tuvieron contraofensiva. En esa ocasión fue Luciano Silva -independiente en cupo RN- el que buscó salirse de la fila.

-”No creo en la unión a secas, somos diferentes”, espetó Silva -a quien en la Convención se le llegó a tildar de “Judas” por su desmarque en algunas votaciones-.

Había -en todo caso- fuertes consensos: sistema político (abiertos a algunos cambios), modelo económico (propiedad, Banco Central, entre otros) y algunos temas valóricos como el rechazo al aborto.

Aunque sabían que en las votaciones sus posturas serían intrascendentes -por su condición de minoría- la idea era levantar testimonio sobre ellas y marcar banderas claras.

Las fracturas subterráneas

El primer desmarque oficial vino por cuenta de los convencionales RN. Monckeberg y sus pares vieron -en la elección de las vicepresidencias adjuntas de la Convención, en julio de 2021- una oportunidad de reforzar su perfil “dialogante” y marcar diferencias con la UDI y Republicanos.

Los gremialistas querían el cargo para Rodrigo Alvarez -méritos, sostenían, no le faltaban a quien incluso había llegado a ser presidente de la Cámara de Diputados. RN aprovechó de ofrecer las firmas disponibles a Lorena Céspedes del Colectivo de los Independientes No Neutrales.

Un mes después los convencionales RN, Independientes y Evópoli firmaron una carta reconociendo una “deuda histórica” con los pueblos originarios. “Por primera vez tendremos una nueva Constitución que será construida con la activa participación de los pueblos originarios a través de sus representantes”, rezaba la misiva que no contó con ninguna firma de constituyentes UDI.

Los estilos personales también hicieron cortocircuitos entre los convencionales de Vamos por Chile.

El más conflictivo -coinciden los consultados- era el de Teresa Marinovic. “Jamás dio una idea de fondo y sólo le importaba el espectáculo”, comentaron en privado dentro de la UDI. La convencional vapeaba en los pasillos e hizo de la provocación su sello personal con “vistipuntos” e insultos varios a sus pares de izquierda.

-”Qué tiene que pasar para nos vayamos?”, decía Marinovic, según varios de los consultados -aunque ella lo niega- cada vez que sus pares de Vamos por Chile se quejaban del devenir de la Convención.

Carol Bown también incomodó a sus compañeros cuando se declaró -en febrero pasado- en “estado de reflexión”.

“¿¡Cómo se te ocurre decir eso!?”, le recriminó Hube al tiempo que le hacía ver que se acusaría al sector de querer boicotear el proceso, cuestionamiento -en todo caso- recurrente de parte de la izquierda.

La compleja convivencia hizo - a ratos- que les costara coordinarse para liderar ofensivas ya que tenían disonancias sobre su impacto y los más moderados no querían aparecer oponiéndose a todo.

Solo en una ocasión, en octubre de 2021, los convencionales de Vamos por Chile evaluaron una movida audaz: estuvieron a punto de acudir a la Corte Suprema.

Un sector de la Convención buscaba empujar los plebiscitos dirimentes -que permitían que normas rechazadas fueran sometidas a consulta ciudadana al término del trabajo del organismo constituyente. Tenían listo a Gabriel Zaliasnik como abogado y alcanzaron a juntar 38 firmas: faltaron dos para tener las necesarias.

Convencionales derecha
FOTO: LUKAS SOLIS/AGENCIAUNO

¿Voluntad de acuerdos?

Las acusaciones de intentos de boicot fueron un fantasma que recorrió a la derecha durante toda la convención. Quizás fue eso -asumen en Vamos por Chile- lo que llevó a los sectores más radicalizados de la izquierda a vetar a toda la derecha indiscriminadamente durante el proceso.

-”No se distinguió entre quienes queríamos aportar y quienes no”, afirma un exconvencional.

-”Se perdieron una oportunidad histórica que nos pudo dividir durante décadas”, acota otro exconstituyente.

Porque la existencia de dos almas en la derecha para algunos fue real. Y dicen que fue el maltrato de la centroizquierda el que terminó arrinconando a la autodenominada “derecha dialogante”. Convencionales como Patricio Fernández (IND-PL), Jaime Bassa (FA) o Pedro Muñoz (PS) -señalan en la hoy oposición- hicieron esfuerzos con sus pares de la izquierda para intentar habilitar acuerdos con los más liberales de la derecha. El portazo fue claro: “son todos iguales”, fue la respuesta.

En la izquierda -en todo caso- niegan la acusación de exclusión. Afirman que -en varias oportunidades- intentaron diálogos, pero que fueron los convencionales de la derecha -dicen que decididos a boicotear el proceso- los que cerraron las puertas. Otros enfatizan en la condición de minoría del sector y -en que- sencillamente no tenían peso para ser considerados como pretendían.

El inicio de las votaciones en las comisiones -en el verano de 2022- fue un remezón para los convencionales de Vamos por Chile. Y es que una cosa es saber que te van a golear y otro es comenzar a recibir los goles.

La desesperación de algunos fue tal que -por ejemplo- la convencional Rocío Cantuarias quien fue elegida con cupo Evópoli, pero que terminó en el colectivo de la UDI- ofreció en las negociaciones de la Comisión de Derechos Fundamentales un respaldo impensado.

-”Estoy dispuesta a votar a favor del aborto”, le dijo a su par socialista César Valenzuela. La oferta era a cambio de mantener en la propuesta constitucional el derecho a la propiedad.

Los ingentes esfuerzos por ser considerados en las negociaciones eran tales que incluso se pensó en organizar un asado en la casa de Carol Bown para generar un ambiente más distendido con los convencionales de la centroizquierda. Pero no prosperó.

Hubo dos momentos, según la derecha, en que advirtieron voluntad de la izquierda por incluirlos en conversaciones para llegar a acuerdos en algunos temas.

El primero fue la inesperada ventaja obtenida por José Antonio Kast en la primera vuelta presidencial en noviembre de 2021.

Con el 100% de las mesas escrutadas (7.115.590 votos), Kast obtuvo el 27,9% y Gabriel Boric el 25,8%. Ambos pasaron al balotaje en el que terminó imponiéndose el segundo un mes después

Las cuatro semanas de incertidumbre -dicen en la derecha- se les llegó a mirar en la Convención con otros ojos.

El otro respiro -más importante- se dio a inicios de marzo de 2022 cuando las encuestas comenzaron a mostrar un alza del Rechazo de cara al plebiscito

Por esos días estaba en plena discusión en la Convención el modelo de sistema político, donde la derecha fue invitada, por primera vez, a participar de manera formal en las negociaciones de esa instancia.

En realidad las cartas ya estaban echadas. Ninguneados por sus pares, los convencionales de Evópoli y RN -quienes habían insistido en las discusiones internas de la derecha en allanarse a conversar- decidieron asumir la fuerza de los hechos y debieron admitir ante sus pares de la UDI y Republicanos que sus esfuerzos fueron fallidos: nunca pudieron romper el veto de la izquierda más radical que los excluyó del proceso e hizo girar en ese sentido al resto de los convencionales.

Monckeberg y Larraín Matte debieron claudicar ante Álvarez y Cubillos.

No fue necesario un “te lo dije”. La frase estaba en el aire.

Ante la amenaza de crecimiento del Rechazo y ya cuando el gobierno de Boric comenzaba a convencerse de que el proceso constituyente podría ponerse cuesta arriba, las convencionales Constanza Schönhuat y Yarela Gómez, ambas del Frente Amplio, pidieron -el 21 de marzo- una reunión a Cristián Monckeberg y Hernán Larraín Matte.

“¿Qué hay que ajustar para que aprueben el texto?”, consultó Schönhuat ante la mirada incrédula de los convencionales de Vamos por Chile.

“Ya es tarde”, le respondió Larraín, mientras Monckeberg agregó: “No tenemos ningún margen para convencer a los nuestros”.

La oferta fue a destiempo y a medida que los sondeos de opinión fortalecían las desconfianzas que comenzaba a generar el proceso constituyente la derecha tomaba el camino de comenzar a golpear el proceso.

La decisión fue amplificar todo aquello que permitía una interpretación y exacerbar cualquier error de los convencionales de la vereda del frente.

“Los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”, dijo Bernardo Fontaine (independiente con cupo RN), iniciando lo que en la izquierda comenzaron a definir como “fake news”. Fontaine se extralimitó: la norma constitucional no señala eso, pero él se quejó que tampoco lo negaba (al igual que la actual Constitución).

La ya oposición comenzaba a transitar por las zonas grises de la propuesta y días después -principios de abril- por primera vez la opción del Rechazo, según tres encuestas distintas, superó al Apruebo.

Un golpe de gracia -celebrado en la derecha- fue la aparición del exPresidente Ricardo Lagos asumiendo un escenario competitivo de cara al plebiscito de septiembre y criticando abiertamente algunas de las propuestas del texto de la Convención.

Fue entonces que -en serio- la derecha comenzó a soñar con un posible triunfo.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.