En el controvertido mundo de las encuestas de opinión pública, tan criticadas como esperadas, el año 2016 irrumpió un nuevo actor: Criteria. Desde entonces, su director, el sicólogo Cristián Valdivieso, se ha convertido en una voz relevante a la hora de analizar el devenir de la política.

Con la mirada puesta en los números, el diagnóstico que hace hoy no es precisamente optimista. Valdivieso sostiene que a pesar de que la teoría indique que un proceso político -como el constituyente que tenemos por delante- haya nacido de un acuerdo amplio entre los partidos, eso no asegura para nada su éxito. Que la gente está desconectada y que hay una serie de factores que pueden impugnar lo que aquí resulte. “Si el plebiscito fuera hoy día, yo no veo fácil el triunfo del A favor. Veo muy posible que el En contra se termine imponiendo”.

¿Qué lo lleva a decir eso?

Primero, el clima de cambio constitucional ya no existe. Una cosa es que la gente siga diciendo que es mejor una nueva Constitución que la de Pinochet y otra cosa es que la gente esté conectada, sintonizada y entusiasmada con un eventual proceso constituyente nuevo.

Ese ánimo es muy, pero muy bajo, y el nivel de adherencia que está generando el nuevo proceso es muy bajo. En segundo lugar, hoy si bien la gente valora el acuerdo, no está contenta con el tipo de acuerdo que se produjo.

¿Y por qué no está contenta?

Hay un tema de contexto. En primer lugar, la gente dice por qué tanto foco en temas constitucionales, cuando claramente lo que está demandando el país es foco en seguridad, en economía y en otros temas. Y si bien puede creer que es importante, cuando tú les preguntas a las personas por la evaluación sobre el Comité de Expertos nombrado por el Senado, por ejemplo, esa idea causa patada en la guata.

¿El castigo a la cocina?

Más que cocina, porque la gente quiere expertos, pero siente que este proceso está articulado, orquestado y dirigido por la clase política. Una clase política que desde el punto de vista de las personas, justa o injustamente, no se revalorizó después del Rechazo. Una cosa es que el poder constituyente haya vuelto al Congreso y otra cosa es que eso le haya devuelto la legitimidad del punto de vista de los ciudadanos. De hecho, en las encuestas que hacíamos, claramente la gente no quería Comité de Expertos nombrado por el Senado. Entonces, hay muchas potenciales impugnaciones al proceso que tienen conexión grande con las subjetividades sociales en curso.

¿Como cuáles?

Por ejemplo, la izquierda no está tan contenta con el proceso. De hecho, hay voces que se quieren bajar, que hablan de que es un acuerdo a espaldas de la ciudadanía, que no es suficientemente democrático. Segundo, vas a tener una voz que puede empujar el Partido Republicano que dice “qué tiene que ver esto con las preocupaciones centrales de las personas” y, por lo tanto, la gente se va a ir desconectando del proceso, diciendo este es un juego de los políticos y para los políticos.

Como que todo lo que tocan en vez de convertirlo en oro lo destruyen, dice usted.

Claro. Y, tercero, hay otro discurso del mundo de Parisi o del PDG que dice por qué se están gastando esta cantidad de plata, y además en un contexto económico complejo, cualquier cifra va a ser inaceptable.

Entonces, creo que es un acuerdo que está subjetivamente muy lejano de las personas y que es potencialmente muy impugnable por distintas voces.

Ahora, pensando en la desconexión, uno podría pensar que la gente vota a favor porque está chata del tema y quiere cerrarlo.

Lo que pasa es que hay una perspectiva muy político-céntrica en esto: como a diferencia del 2019, el acuerdo fue firmado desde la UDI y hasta el PC, uno dice “bueno, esto está absolutamente ordenado”, pero eso no necesariamente se ajusta a cómo la gente está juzgando el nuevo proceso.

Entonces, una cosa es que la gente esté chata y diga “ya, ok, cerremos esto fácilmente”, pero con muy poco compromiso y con alto desinterés. Pero eso supondría que no hay voces que quieran impugnar el proceso, y creo que va a haber voces interesadas en construir identidades políticas fuertes a partir de eso. Va a haber una izquierda que va a volver a buscar una narrativa que le permita reposicionarse, una derecha extrema que va a impugnar, porque fue diseñado por Chile Vamos, y hay un PDG que lo que quiere es hablarles a los ciudadanos en código populista.

Entonces, según sus estudios, hoy la población es caldo de cultivo para que esos tres grupos entren y boicoteen el proceso.

Exacto, porque además la entrada al proceso ya viene tensa. Es decir, aquí hay narrativas en tensión: mientras la gran mayoría del mundo político dice “es un proceso positivo y que va a tener buenos frutos”, la población no está clara en eso. Además, hay que ver cuánto del Rechazo que tuvimos estuvo articulado no solo por los contenidos, sino también con una crítica general a la lógica de la dinámica política, es decir, el estar en contra de todo lo que produzca cualquier político. Eso va a seguir estando presente.

Desde el punto de vista de las subjetividades sociales que están hoy día dando vueltas, hay un potencial de erosión muy grande y eso es un tremendo riesgo para lo que termine pasando. Dos fracasos ya....

07-01-2023 CRISTIAN VALDIVIESO FOTPO PEDRO RODRIGUEZ

Si gana el A favor, da la impresión de que estas subjetividades que usted menciona van a seguir. ¿Es asegurable que lo que de aquí salga quede para las próximas cuatro décadas?

Lo que hemos visto es que la demanda de una nueva Constitución es una narrativa que se impone en un determinado minuto, donde una amplia mayoría de la población siente que el cambio constitucional es un dispositivo fundamental para reencauzar un proceso político y para producir las reformas. Pero lo que había detrás de esto era fundamentalmente un enjuiciamiento al mundo político en general. Por otro lado, al perder energía producto del Rechazo, hoy no tiene la misma fuerza la idea de que “esto es lo que nosotros necesitábamos”.

Desde esa perspectiva, independientemente de lo que pase, a menos que hubiera una altísima participación y un triunfo del 80%, es difícil que este proceso en sí mismo se transforme en una suerte de reordenamiento general de la sociedad y de un articulador mayoritario de las subjetividades sociales.

“El proceso que está instalado hoy día es un proceso que viene a resolver más bien los conflictos de la política que los conflictos de la sociedad”.

Ud. está advirtiendo un nuevo fracaso. ¿Qué pasa con el Presidente, que volvió a apostar por eso?

Sería una derrota muy grande para él, pero sobre todo una derrota muy grande para el sistema político en general.

Después del Rechazo, el gobierno se quedó contra la pared, en el rincón, nocaut, sin gestión y sin relato, porque su visión estaba articulada en torno al proceso constituyente anterior. Dicho eso, el gobierno tenía que buscar un nuevo relato para poder, efectivamente, darle una hoja de ruta, una trazabilidad y un propósito a su gobierno.

Y apostó, en paralelo con la seguridad pública, muy fuertemente por esto y eso no era algo inevitable. Podría haber optado por otros relatos.

Vimos al Presidente muy involucrado.

Exacto. El gobierno podría haber tomado otro camino, que a lo mejor era entregarle la discusión constituyente a un grupo de universidades, postergarlo un poco, no apostar por firmar una nueva Constitución y poner foco en seguridad, en la reforma de pensiones. La apuesta que hizo tiene un doble riesgo, primero el fracaso, pero segundo, que va a dar menos fuerza a la discusión sobre seguridad, pensiones, salud, es decir, todo aquello que al gobierno le permitía haber instalado la posibilidad de hacer dos o tres reformas relevantes.

Siguiendo con el análisis presidencial, ¿se disparó en los pies con los indultos? Ud. tuiteó “mal inicio de año, estos gustitos le van a salir caro en un año electoral”.

Esto es muy fuerte desde el punto de vista de cómo lo recibe la opinión pública. Es decir, más allá de las promesas que dice que está cumpliendo, ver a un Presidente indultando a quienes incurrieron en una cantidad de actos vandálicos es muy violento a las personas. Inevitablemente, dejar una huella indeleble en el Presidente y en el juicio que la ciudadanía tiene.

Al final del día, el medio igual es el mensaje, entonces, cuando tú tienes un Presidente que da señales tan erráticas, es difícil creerle. Mucho se discute que era una promesa de campaña. ¿Cuántas promesas de campaña se han dejado de cumplir finalmente, porque la realidad es mucho más fuerte?

Un asunto de momento.

Gobernar es renunciar. Y el Presidente con esto da una señal de que no estaba dispuesto a renunciar a eso. Lo que creo más complejo, es que cuesta leer cuál es el verdadero Presidente.

Muchos han dicho que Boric no puede dejar de ser Boric. Y yo digo ¿quién es Boric hoy día? ¿Y qué importa lo que fue Boric? Lo que importa es el Boric que se constituye como persona Presidente de la República, no necesariamente la coherencia que tenga con su historia pasada. Serle fiel al Boric de la universidad o al Boric parlamentario puede ser un acto de condescendencia con su historia, pero no necesariamente con el político en construcción.

Ni de madurez.

Ni madurez. De pronto siento que está confundido, porque al final en él termina imperando con más fuerza el revolucionario Che Guevara que lleva adentro que el Patricio Aylwin al que aspira que creamos que él es. Y eso es muy complejo, no solo por las señales que da, sino que también para articular una coalición.

Por otro lado, siento que ese proceso, que a lo mejor es adolescente, que es hablarle a la propia identidad, también refuerza este imaginario social que hay respecto a esta generación, que se cree que está un poquito moralmente superior. Como cuando el Presidente dice tengo la convicción de que Mateluna es inocente.

Está haciendo un papel de suprajuez.

Está de superjuez. “Yo tengo la convicción moral”. Eso no corresponde. Fue un error no solo no haber evaluado el impacto que esto iba a tener, pero además haber metido en un mismo saco a los presos del estallido con Jorge Mateluna

genera una confusión total respecto de a quiénes estaba indultando el Presidente. Y, por último, tiendo a pensar que cuando el Presidente escucha a los grupos mayores, a las personas de más experiencia, tiende a escuchar a aquellos que son un poco condescendientes con esta lógica generacional, y termina afectándolo más que favoreciéndolo, porque lo hace suponer que él puede pedir perdón, que se puede equivocar, que al final del día es un niño, un adolescente. Pero la sociedad ya no le da ese espacio al Presidente.