Cuando Joaco y Mito jugaban a ser Niemann y Pereira

Joaquín Niemann, Guillermo Pereira
Pereira y Niemann cuando ya entrenaban de forma más profesional.

Los dos grandes nombres del golf nacional cultivan un vínculo que se remonta a la más tierna infancia. Comparten técnico, asados, videojuegos y jornadas de pesca. Irán juntos a los Juegos Olímpicos de Tokio y, desde la próxima temporada, competirán en el PGA Tour.


Sabía que ese triunfo iba a ser tuyo. Qué grande, perro @mito_pereira! No puedo esperar para verte en el PGA Tour la próxima temporada!”. Así, Joaquín Niemann (22 años) felicitaba a su gran amigo Guillermo Pereira (26) tras ganar el REX Hospital Open del Korn Ferry Tour, un logro que le permitirá disputar el máximo circuito del golf, donde Joaco está cada vez más consolidado y ya se ubica en el puesto 30 del ranking mundial. Sin embargo, esta historia de amistad y palos se remonta a un origen en común.

Hasta hace no mucho, ambos eran los menores en la cancha de Las Palmas del Oliveto, de Talagante, el lugar escogido para vivir por la familia Niemann en esos años. Mito, en tanto, residía en Pirque y se trasladaba hacia allá, “porque era un muy buen lugar para practicar”, según explica Guillermo Pereira padre. “Eran los dos viejos chicos, que les gustaba jugar de verdad. Había otros niños, pero solo estaban por diversión. Joaquín tenía unos cinco o seis años y Mito, unos ocho o nueve”, agrega Pamela Zenteno, madre del número uno nacional.

Ambos cuajaron muy bien, porque tenían aspiraciones parecidas en el tee y en el green. Luego fueron parte del Golf Action, el principal circuito semillero del país. “Empezaron a coincidir en los torneos, ellos eran dos niños bien para adentro, con una personalidad muy parecida. Eran súper tranquilos, muy enfocados en lo que querían para ellos en el golf. Además, ambos tenía un nivel superior. Por ejemplo, después de los torneos se quedaban practicando juntos y por eso muchas veces no estaban en las premiaciones. No los encontrábamos en ningún lado”, destaca la progenitora de Niemann.

Una opinión similar tiene Sibylle Hinke, la madre de Mito. “En esos torneos había una muy linda interacción. Ahí todos se conocen; grandes y chicos comparten, juegan a la pelota, hacen cosas y se va formando una amistad. Ese feeling es muy especial, ya que ninguno compite contra el otro, sino que lo hacen contra la cancha”, sostiene. Y añade: “Ver a Joaco en la casa con Guillermito es totalmente distinto, porque ahí se ve a la persona y no al deportista. Es una sensación muy rica, aunque en todos lados son iguales. Además, el golf es un deporte muy solitario y el que estén juntos lo hace muy entretenido. Y qué mejor que sea en el PGA”.

Las familias se hicieron muy amigas, era habitual que compartieran fuera de los torneos. Incluso, el padre de Guillermo fue uno de los mayores analistas de Joaco. “Él decía que el swing de Joaquín lo iba a llevar a estar entre los mejores del mundo. Y realmente no se equivocó”, afirma Pamela Zenteno. El aludido explica esa historia. “Lo que pasa es que yo siempre lo seguía en la cancha; no me gustaba seguir a mi hijo, porque se sabe que es un desastre cuando los papás están encima de sus niños al momento de estar jugando y eso al final les termina afectando. Entonces, veía a Joaco y era extraordinario. Era impresionante alrededor del green y apenas medía un metro 30. El papá me preguntaba hasta dónde creía que él podía llegar, y yo no dudé en decirle que iba a estar entre los 20 ó 30 mejores del mundo”, revela.

Los caminos paralelos

A muy corta edad, Mito Pereira se convirtió en una de las mayores promesas nacionales. Partió jugando a los cuatro años y a los seis ingresó a Golf Action. Estudiante del Colegio San Isidro, de Linderos, el talentoso golfista aprovechaba las facilidades que le daba la directora Marcela Arteaga para compatibilizar las clases y asistir al Club de Golf Los Leones. En el trayecto, aprovechaba de estudiar en el auto. Era una época en la que tuvo varios formadores, entre los que destaca Guillermo Encina.

La intención familiar era quedarse en Norteamérica. Por consejo de una hermana del extenista Hans Gildemeister, Mito y su padre comenzaron a viajar a Estados Unidos. “A los 8 años, lo empecé a llevar y en esos torneos ya había corte. Así que imagínate la presión que había en esos campeonatos. Esa vez eran 50 y pasaban 14. Mito lo pasó y terminó 12”, recuerda Pereira, quien relata los pasos que vinieron posteriormente. “Después llevé a Mito a Leadbetter, una de las academias más prestigiosas. Quise que lo examinaran. Y voy a contar por primera vez algo que solo Mito y yo sabemos: a la persona que nos recibió le pedí un informe escrito sobre las aptitudes que tenía a los 14 años. Al principio, el tipo no quería, pero al final lo convencí de que me lo hiciera. Claro que lo hizo a título personal y no de la academia. Cuento corto, el papelito decía que tenía buen timing, buen approach, excelente putter, un físico privilegiado... Y hacía un pronóstico: Mito va a llegar a estar entre los 30 mejores del mundo”, recuerda.

Con esos alentadores presagios, el centro deportivo les ofreció una beca. “Mito se fue para allá, pero echó de menos a la familia. Ahí se vino y estuvo un año sin querer jugar hasta que retomó nuevamente”, señala su padre.

Joaquín Niemann, Guillermo Pereira
Joaco, con 14 años, y Mito, con 17, en un torneo Golf Action para promesas chilenas.

En esa época, Joaquín Niemann ya destacaba en los circuitos nacionales y empezaba su camino hasta convertirse en el número uno del mundo amateur. De todos modos, la admiración de ellos siempre fue mutua. “Joaco miraba para arriba al Mito; para él era un ídolo, porque había ganado muchos torneos allá en Estados Unidos y siempre congeniaron”, confiesa Pamela Zenteno. La relación entre ambos deportistas se estrechó mucho más gracias a una persona: Eduardo Miquel, el hombre clave en el despegue de ambos.

El factor Miquel

Con 39 años, Eduardo Miquel es uno de los técnicos más exitosos de la historia del golf chileno. Ha sido el responsable de las carreras de Benjamín Alvarado, Paz Echeverría, Nicolás Geyger y, por supuesto de la formación y presente de Joaquín Niemann. A ellos, se les sumó Mito Pereira hace unos siete años. Los tres se convirtieron en inseparables y por eso el coach se emociona al hablar del logro de que sus dos pupilos estén en el PGA Tour.

“Tenerlos a los dos en paralelo es increíble. La verdad es que es un sueño que venimos hablando los tres, que somos muy amigos, hace mucho. Imagínate cuando un sueño como este se hace realidad... Nos hace muy felices. Y yo estoy muy orgulloso de ellos por cómo lo han hecho”, manifiesta el entrenador.

Ese sueño partió con las ganas, ya que los recursos no acompañaban mucho, debido a que en ese entonces ocupaban pelotas blandas, las que almacenaban en una mochila y gracias al apoyo del Club de Polo podían practicar con esas bolas maltrechas, que ellos mismos tenían que ir a recoger durante muchas veces al día.

Hoy, la realidad es totalmente distinta. Sus dos dirigidos se reencontrarán en el máximo circuito. “Yo creo que el hecho de que Joaco ya esté aquí le va a ayudar muchísimo a Mito, porque son muy amigos, se empujan, se dan ánimo, comparten conocimientos”, apunta el entrenador.

Joaquín Nieman, Guillermo Pereira, Eduardo Miquel
Al centro, Eduardo Miquel, cercado por sus dos pupilos estrella, que jugarán en el PGA.

Miquel traza los objetivos ante este nuevo y desafiante escenario: “En el caso de Joaco, creo que le falta agarrarle el ritmo a los majors. Mi meta es que salga top ten en alguno; mientras que a Mito le falta agarrarle el ritmo al Tour y ganar experiencia, porque técnicamente no le falta nada”.

Ambos, también, marcarán otro hito, ya que por primera vez Chile tendrá dos representantes en el golf olímpico, en los Juegos de Tokio. “Chile se puede ilusionar con una medalla. No solo de Joaquín, también de Mito. Los dos tienen un juego increíble. Y si los dos están en una buena semana, con confianza y se adaptan bien a la cancha, claro que podemos soñar con una medalla”, avisa.

Call of Duty, asados y pesca

Uno de los grandes amigos de Niemann y Pereira es Claudio Correa (25), quien ha compartido desde distintas funciones con ambos deportistas. “Los conozco hace unos 15 años, cuando entré a Golf Action. Siempre hemos estado juntos, viajando a los torneos amateur por equipos y en distintas circunstancias”, señala.

Fuera de la cancha, el grupo siempre comparte y usualmente lo hace al borde de la parrilla, donde varios muestran sus destrezas al frente. Tanto Mito como Joaco son buenos asadores y tienen un excelente manejo con las carnes. “A todos nos gustan los asados. Los hacemos para conversar de otras cosas fuera del golf, nos tratamos de juntar seguido”, dice Correa.

Como en la mayoría de los jóvenes, los videojuegos son una de las principales aficiones de los muchachos. “A veces jugamos FIFA, pero lo que más estamos jugando es el Call of Duty, porque nos permite jugar en línea y de a varios”, cuenta Yayo, quien también es fanático de los autos, aunque no tanto como Niemann. De todas formas, la pesca es otra de las grandes pasiones del grupo. “A veces vamos a pescar. Cuando yo estaba viviendo con Joaco, íbamos. También, cuando Mito pasaba por Júpiter, donde está la casa de Joaquín, armábamos un buen grupo y nos subíamos a un bote. Realmente lo pasábamos increíble”, precisa.

Sobre el futuro de ambos en el PGA, Correa es categórico. “Mito tiene mucho talento y trabaja muy duro. A él lo veía sí o sí en el PGA y Joaco ni qué decir. A los dos les va a ir muy bien y queda mucho por verlos jugar todavía”, se entusiasma.

El golf chileno vive un presente muy bueno y se encamina a un futuro de ensueño, de la mano de dos grandes amigos que prometen potenciarse y complementarse en el exigente mundo del PGA, donde muy pocos son los privilegiados que logran ingresar para enfrentarse a los mejores del mundo.

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